“Un movimiento de mujeres ayudando a mujeres”. Esta frase se escuchaba, con frecuencia, en las voces de las fundadoras de la organización Casa Protegida Julia de Burgos, Mary Anne Maldonado y Mercedes Rodríguez López, mientras tenían un encuentro que les permitió detenerse en sus memorias, y así reflexionar sobre la valentía de crear el primer albergue para sobrevivientes de violencia doméstica.
Juntas dieron ese gran paso en el 1979. Solas, nunca. Siempre acompañadas de un grupo de mujeres dispuestas a extender su mano y de personas solidarias que sabían que la violencia doméstica en los hogares puertorriqueños era una realidad, pero pocos la nombraban.
Rodríguez recordó que, desde el Centro de Ayuda a Víctimas de Violación (CAVV), se comenzaron a atender llamadas de orientación y a canalizar ayudas a mujeres maltratadas por sus parejas. Pero una noche, llegó una necesidad concreta en la que tenían que hospedar a una mujer, quien huía, con sus hijos, de su agresor. Este caso las movilizó a identificar dónde podrían albergar a mujeres, inicialmente, y, luego, a sus hijos.
“Recuerdo haberte llamado ese mismo día. Ya habíamos hablado de la necesidad de establecer un proyecto. Habíamos visto que la necesidad era grande, y había poca conciencia, por no decir ninguna sobre la gravedad del problema de maltrato en las relaciones de pareja”, comentó la sicóloga Rodríguez, quien fue directora del CAVV y de la Comisión de Asuntos para la Mujer.
Para ese entonces, Maldonado era la “voluntaria estrella”, como la describe Rodríguez, del CAVV. Ambas identificaron que el control y el maltrato de los esposos era una norma y no una excepción por las llamadas que recibían y sus propias investigaciones, como cuando visitaron un centro policiaco para indagar sobre la situación y desmontar el mito “hogar, dulce hogar”.
“Fuimos a una oficinita donde la Policía guardaba sus estadísticas en papelitos escritos con lápiz. Nos trajeron montañas de papelitos, y nos pasamos unas cuantas horas, separando papelitos que especificaban agresiones de hombres a mujeres. Descubrimos que la violencia doméstica existía en grande en Puerto Rico”, señaló Maldonado.
“Habíamos escuchado ya suficientes historias como para estar convencidas de que era un problema que requería una atención especial”, añadió Rodríguez.
Así, recordaron, siguieron sumando personas que las acercaron al pastor de la Iglesia Evangélica Luterana de Puerto Nuevo, cuya casa parroquial no se estaba utilizando. Entonces, convencieron al pastor Gary Marshall y a la comunidad para abrir el primer albergue que se estableció en Puerto Rico, Casa Protegida Julia de Burgos.
Hoy, 43 años después, Casa Julia cuenta con dos albergues de emergencia, uno en área norte y otro en el área sur.
Maldonado, quien dirigió el albergue en esa primera etapa, rememoró que la iglesia se encargaba de los gastos de renta, luz, agua y teléfono, mientras ellas hacían esfuerzos para conseguir los artículos de primera necesidad y alimentos para quienes comenzaron a llenar el espacio en busca de salvar sus vidas.
“Un movimiento de mujeres ayudando a mujeres. Venimos de una tradición de comadres, de vecinas apoyándonos, de mujeres en la familia apoyándonos. Nosotras mismas subsidiábamos los gastos. Cuando era algo extraordinario, hacíamos el pote e íbamos pidiendo aquí y allá”, dijo Rodríguez al indicar que en el lugar solo había espacio para tres o cuatro familias, aunque, ante la necesidad, a veces eran más.
Julia de Burgos fue inspiración
El poema Yo misma fui mi ruta, de la poeta carolinense Julia de Burgos, sirvió de inspiración para el nombre de la organización.
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese: un intento de vida… La fuerza de este poema movió emociones. El nombre de la poeta se complementó con el concepto de casa protegida, que comunicaba la experiencia de acoger desde la ternura, explicó Rodríguez.
Rodríguez y Maldonado estuvieron al frente de Casa Protegida Julia de Burgos, pero luego pasaron el batón a otras directoras y a un personal que se han ocupado de mantener la misión intacta, reconocieron. El crecimiento de los programas y los servicios de apoyo son celebrados por las fundadoras, quienes lograron ayudar a otras mujeres en situaciones de violencia doméstica.
En la actualidad, Casa Protegida Julia de Burgos cuenta con dos albergues de emergencia, Programa de la Niñez, programas de vivienda Rapid Re-Housing y Vivienda Integrando Autogestión y programas no residenciales en Ponce y Aguadilla.
“Hoy, Casa Julia es mucho más que un albergue. Es un centro de aprendizaje, de apoyo, donde no solamente hay cabida para las mujeres y sus hijos, sino para el personal. La gente que entra a trabajar a Casa Julia entra por una puerta y sale por otra convertida en otro ser humano… Miramos con satisfacción, con un sentido de orgullo”, puntualizó Rodríguez mientras Maldonado movía su cabeza en señal de aprobación.
Coinciden en que se trata de un trabajo difícil y, muchas veces, doloroso por lo que conllevan los procesos de sanación, pero la invitación de ambas es que se defienda la alegría de seguir luchando hacia la equidad y la justicia social.
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