La añoranza puede convertirse en uno de los sentimientos que con más frecuencia transita el cuerpo y la mente durante el distanciamiento social requerido por la pandemia. Es el deseo de abrazar a los seres queridos o, simplemente, de frecuentar los lugares que solíamos visitar, y que ahora lucen tan lejanos.
Para la cantautora puertorriqueña Andrea Cruz, es lo que une al país en estos momentos. Además, es la novena canción de su nueva producción discográfica, Sentir no es del tiempo.
“Lo veo como si tiráramos una soga entre nosotros y tratáramos de cogernos con los brazos porque nos anhelamos. El tema también lleva a cuando uno deja un lugar, sin embargo, ese lugar sigue contigo. Para mí, es Aibonito, esa flor, ese campo que yo jamás voy a poder olvidar”, contó la artista de 25 años.
A pesar de que este disco se lanzó el 27 de febrero, casi un mes antes de que la gobernadora Wanda Vázquez Garced decretara el primer toque de queda el 15 de marzo, la canción Añoranza, la favorita de Cruz, recoge muy bien la nostalgia producida por la ausencia de lo que llamábamos cotidianidad.
“La música va a estar influenciada según el contexto que vamos viviendo. Creo que respondemos a eso. Tratamos de darle soluciones o tal vez interpretar cómo estamos canalizando lo que está pasando en el ambiente. En mi caso, la verdad es que a mí me gusta mucho canalizar a través de las palabras”, expresó la compositora.
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Raíces en el campo
Andrea Cruz es originaria de Aibonito, aunque actualmente vive en Cayey. El campo donde creció y estudió es una influencia importante en el desarrollo de su estilo musical.
“Al venir del pueblo de la flor, como se le llama a Aibonito, pues ya ahí hay una premisa de que el campo fue lo que influenció básicamente mi infancia y mis recuerdos más bonitos”, reveló Cruz al recordar sus raíces.
Estudió en una escuela alejada de la ciudad. Allí, tuvo su primer acercamiento con la música. Empezó a cantar en el coro de campanas a los 8 años. En la adolescencia, le tocó despedirse del pueblo que la vio crecer.
“Cuando llego a Cayey, viene una transición completa y distinta en mi vida. Empiezo a mirar el arte como una alternativa. Al yo estar en el monte, nunca tuve ese tipo de información y educación. En escuela superior, empiezo a mirar que había una intención en mí que era diferente que, tal vez, yo no encontraba un espacio dónde dejarlo reflejar o dejarlo ser”, confesó mientras hablaba de cómo empezó a ver la música como una profesión.
Al finalizar la escuela superior, inició un bachillerato en la Universidad de Puerto Rico en Cayey, en Ciencias Sociales, pero luego decidió cambiarse a la Universidad Interamericana de Puerto Rico, al Departamento de Humanidades. Allí, completó un grado en Religiones Comparadas.
“Tampoco, en mi casa hubo esa formación de ‘vamos a una obra de teatro’. Eso fueron actividades que ya en la universidad fui adquiriendo y conociendo. Básicamente, fue una formación artística bastante aparte”, dijo al recordar los primeros años universitarios.
Encuentro “tardío” con la escritura
Como compositora, el proceso de escritura empezó en su primer año universitario.
“Mi proceso en la música, como quien dice, fue tardío. Uno, cuando es pequeño, empieza a ver una inclinación de escritura, pero para mí fue cuando grande. De las primeras canciones que escribí, fue La promesa, que está en mi primer álbum. Mi primer álbum fue experimentación completa de la escritura para mí”, describió.
Las letras y la poesía son el núcleo de la narrativa conceptual de la artista para abarcar géneros musicales como el folklórico independiente con influencias anglosajonas, arraigado a sus raíces caribeñas.
Para Cruz, la escritura se convirtió en una herramienta que la ayudó a canalizar el divorcio de sus padres.
“Era un encuentro conmigo. Realmente, yo no conocía esa sensación que produce el escribir. Para mí, era una completa experimentación. Así que era un sentimiento de rescate. La escritura fue la manera de poder recopilar lo que me estaba pasando”, explicó.
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Nueva producción discográfica
Sentir no es del tiempo es el título de su segundo disco, que cuenta con 11 temas. En las temáticas de las canciones se habla de la libertad del sentir, los recuerdos, las memorias y las nostalgias. Eligió ese nombre porque se dio cuenta que estaba viviendo un momento de mucha tristeza en su vida.
“De repente, me vino eso a la mente: ‘¡Wow! ¡Sentir no es del tiempo!’ No podemos controlar esas emociones y esas sensaciones. Es lo que nos hace estar presente. Quiero redondear todo lo que pienso en este título con este segundo álbum”, expresó la artista.
“De eso es que se trata la música, de darte otra idea o llevarte a otro lugar que sin ella no reconocemos o no sabemos. La música, en sí misma, es una caja de sorpresas y de emociones. Tocar fibra para mí siempre va a ser muy difícil, porque cuando tú tocas fibra, cuando conectaste, es imposible que pueda borrarse la canción o la persona. Ahí, es donde yo le veo el sentido a la música. Que la música sea una para acompañar”, añadió mientras hablaba de cómo busca con este nuevo disco tocar la fibra del oyente.
Comprometida con la equidad
—El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, publicaste un vídeo cantando la canción El ritual de decidir, ¿qué significa para ti el feminismo y cómo relacionas la palabra; ‘decidir’ con el movimiento feminista?
—El feminismo es un estilo de vida que debemos adquirir sobre la equidad y la justicia. Nos asustamos mucho cuando escuchamos la palabra, y estamos muy errados cuando pensamos que es lo contrario al machismo. Es una búsqueda de equidad social en todos los aspectos, en cualquier disciplina y en cualquier sector. Publiqué esa canción, precisamente ese día, porque de eso se trata (el feminismo) de decidir en plena libertad, en completa sintonía con lo que soy. Y no tener que estar todo el tiempo en esa lucha, reclamando ese espacio. Me asumo ahí porque me corresponde ese lugar, porque tengo la capacidad y porque soy un ser humano.
Los retos de ser una artista independiente
El primer reto que la también guitarrista identifica como cantautora independiente es la limitación de presupuesto y de difusión en los medios.
“Obviamente, al no tener mucha difusión, no poder sonar en la radio o no tener plataformas para poder tocar nuestra música, pues se nos limita el público. Entonces, se quedan los micronichos y los nichos que es lo que queremos romper”, explicó.
La artista mencionó como segundo desafío que “las personas que tienen el dominio de la música no están mirando al medio, están mirando al fenómeno”.
“El fenómeno es Rosalía, Bad Bunny y este tipo de personas, que son importantes también”.
Y un tercer reto, dijo, son los espacios.
“La música como protagonista y no como fondo”, expuso en referencia a la necesidad de habilitar los espacios para la particularidad de la expresión artística de cada cantante.