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¿Cómo se ve la “justicia para personas discapacitadas” en Puerto Rico?

Arte por Marialejandra Figavi @marialefigavi 

Antes de leer, nota aclaratoria: A pesar de que es mi preferencia utilizar el término “diversidad funcional” para referirme a mi experiencia como persona que vive con ciertas condiciones de salud, en la presente columna, usaré el término “discapacitado” para referirme a [personas con diversidad funcional y personas con neurodiversidades]. Esto lo hago con la intención de no crear confusión ni alargar las oraciones demasiado, además de que es un término preferido por otras personas. 

Uno de los temas que ha provocado muchas incomodidades en los espacios de lucha activistas, en Puerto Rico, es el de cómo incluir a las personas discapacitadas. Esto lo vemos mucho, por ejemplo, cuando les compañeres de lucha, en el proceso de querer ser inclusives, accidentalmente utilizan terminología médica desactualizada o estigmatizante hacia las personas con discapacidades. Las tensiones ocasionadas por estas acciones han perpetuado el descontento de muchas personas discapacitadas con las luchas activistas, incluyendo las luchas feministas.

Para que haya verdadera inclusión, será necesario entender las necesidades de las comunidades discapacitadas. Es por esto que discutiremos cómo se ha estado trabajando hasta ahora el tema desde el marco puertorriqueño y los problemas que han surgido, al igual que se ofrecerán posibles soluciones a algunas interrogantes.

Cómo se veía a las personas discapacitadas antes

No podemos precisar exactamente en qué momento comenzó la lucha para personas discapacitadas en Puerto Rico. No obstante, lo que podemos afirmar es que antes, con relación a las condiciones de salud, imperaba un discurso médico dirigido a devaluar a cualquier persona que viviera con una discapacidad. Incluso, la terminología que se utilizaba era la de “impedido” o “persona con impedimento”, que aún escuchamos muy a menudo cuando hablamos sobre acceso en espacios públicos y construcción de facilidades accesibles. Se rechazaba la idea de que una persona de esta comunidad pudiera valerse por sí misma porque, después de todo, estaba “impedida” de hacer cosas.

Estas narrativas, de que las personas “impedidas” eran inútiles, se han utilizado a través de la historia para justificar la violencia médica y gubernamental dirigida a estas comunidades. Además, a través del discurso académico, se fue trayendo una confianza desmedida a la ciencia, incluyendo el depositar toda la razón al discurso institucional-médico. O sea, “si el doctor lo dice, es porque tiene la razón”. Es por esto que, aún en el día de hoy, escuchamos a muches de nuestres abueles, padres y madres, mayores de 50 años de edad, hablando de su experiencia como víctimas impedidas que necesitan salvación de autoridades médicas. Muchas veces, el verse como “víctima inútil y frágil” obstaculizó cualquier posible crítica al discrimen por parte del personal médico-institucional.

Las luchas que se están dando en el presente

La lucha para personas discapacitadas, en Puerto Rico, ha tomado más forma alrededor de la última década. Ha habido algunos cambios notables en cuanto a cómo se ven a estas comunidades y los discursos detrás de ello. Por ejemplo, se han hecho críticas al uso del término “impedido” y “discapacitado” por considerarse términos sumamente desactualizados. Es por esto que se ha ofrecido el uso del término “diversidades funcionales” como un vocablo mucho más inclusivo. Mientras que “impedido” y “discapacitado” hacían alusión a que las personas que vivían estas experiencias tenían algo en su cuerpo que les obstruía en hacer algo, el término “diversidad funcional” partía desde la perspectiva de que la persona podía hacer las cosas, pero de manera diferente al resto. Sin embargo, este no ha sido el posicionamiento de todas las personas, pues hay quienes prefieren usar “discapacitado”, pero desde la perspectiva de que el sistema nos discapacita, y no nuestros cuerpos. O sea, que la persona ha sido “discapacitada” por las (in)acciones del gobierno y el sistema en el que vivimos. Es por esto que, en esta columna, he decidido utilizar dicho término en vez de diversidad funcional.

Esto nos lleva a la interrogante sobre cuál terminología es la más correcta con relación a este tema. La actual solución entre les activistas es permitir que las personas utilicen “diversidad funcional”/“neurodiversidades” y “discapacitades” intercambiablemente, honrando como cada persona desee autodenominarse. Esto es similar al ejemplo de las personas que prefieren que les llamen “ciegas” y no que se utilice eufemismos como “no-videntes”. 

Otro cambio notable ha sido cómo muchas organizaciones comunitarias y personas en su carácter individual han comenzado a levantar su voz contra el discurso médico represor y han usado sus propias vivencias como inspiración a otras personas discapacitadas a luchar por sus derechos. Por ejemplo, el grupo transfeminista e interseccional de La Sombrilla Cuir ha desarrollado un proyecto llamado Gesta Amatista, que ha facilitado “actividad[es] para personas con diversidades funcionales, neurodiversidades y discapacidades”. Así como éste hay muchos otros grupos que lideran espacios inclusivos para personas con cuerpos diferentes al estándar médico tradicional, como EspicyNipples, Editorial Casa Cuna y Pólvora Colectiva Cuir

Hacia un futuro más inclusivo

Aunque el activismo para personas con discapacidades sigue en crecimiento en Puerto Rico, muches como yo confiamos en que nuestras acciones servirán de piedras angulares para un futuro por venir. 

¿Qué es lo próximo que vendrá? Esto es una pregunta sumamente difícil de responder. Si fuéramos a adivinar, lo primero que a muches nos llegaría a la mente es garantizar mayor acceso a personas con discapacidades, así como mayor espacio organizativo.

Un gran problema con el que se han encontrado les activistas discapacitades es las complicaciones con sus condiciones de salud, provocadas por un sistema que no provee buen acceso médico, psicológico ni farmacológico. Si queremos verdaderamente centralizar las experiencias de las personas discapacitadas para incluirles en la lucha, requerimos garantizar que puedan tener la suficiente salud física y emocional para luchar. El simple hecho de que una persona tenga que luchar mientras no tiene energías físicas ni emocionales ha sido también una razón de por qué no se ha logrado solidificar un mayor movimiento activista de personas discapacitadas. 

Así como con muchos otros temas, los feminismos en Puerto Rico deben tomar cartas en el asunto de personas discapacitadas, con diversidades funcionales y/o neurodivergentes. Debemos reconocer que todes somos capaces de experienciar esto en algún punto de nuestras vidas, para así desarrollar mayor empatía con quienes más lo necesitan ahora mismo. 

Lee otros escritos de Ínaru de la Fuente Díaz

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