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Marginada la conversación sobre la menstruación en las escuelas del país

Educación sobre menstruación en Puerto Rico - Imagen de Michelle Dersdepanian

(Ilustración por Michelle Dersdepanian)

Sofía tomó por primera vez la clase de salud cuando estaba en sexto grado. Ese año escolar, la maestra de salud no les habló a sus estudiantes sobre la menstruación. Tuvo su primer período menstrual a los 12 años, cuando estaba en la escuela.

“Cuando caí, pensé que era flujo y no le di importancia. Fue cuando llegué a casa que me iba a bañar y me asusté cuando vi la sangre. Ahí, me di cuenta que había caído en menstruación”, contó la preadolescente.

Hace un año que Sofía, seudónimo para proteger su identidad, experimentó su menarquia, término que se refiere al primer sangrado menstrual. Desde entonces, ha tomado el curso de salud tres veces, pero nunca se le ha hablado sobre la regla.

“En la clase de salud, han tocado el tema de la sexualidad y la protección, y esas cosas, pero no de la menstruación específicamente. Nunca nos han hablado de ese proceso”, aseguró Sofía, quien estudia en la escuela pública Amalia Marín Castilla, en San Juan.

Currículo de salud insuficiente que perpetúa los mitos sobre la menstruación

Preparar a las niñas para su primer sangrado menstrual va más allá de enseñarles cómo colocarse una toalla sanitaria. Las menarcas necesitan entender el ciclo menstrual en todas sus dimensiones con el fin de que puedan sentirse seguras y empoderadas mientras lo transitan. Es comprender la naturaleza cíclica de los cuerpos menstruantes.

No obstante, la enseñanza que ofrece el Departamento de Educación sobre la menstruación, si es que la imparte, abarca solamente procesos biológicos. Omite, además, la realidad de que no solo las mujeres menstrúan, sino también hombres trans, personas de género fluido y no binarias.

El Currículo de Salud de las escuelas públicas se divide en dos reglones. El primero, el material que se les enseñará a los estudiantes desde kindergarten hasta quinto grado. El segundo, recoge los temas que se les impartirá a los alumnos desde séptimo hasta duodécimo grado. En ninguna de los dos clasificaciones aparece la menstruación como una temática a trabajar en las clases.

“La menstruación se enseña meramente en componente fisiológico (en las escuelas públicas), pero se obvia el componente social, político, cultural, espiritual y económico. Aunque nos enseñan lo fisiológico, continuamos perpetuando tabúes sobre menstruación. Y desde los tabúes, se perpetúan los mitos, por ejemplo, ‘no toques las plantas cuando estás en menstruación porque se mueren’”, aseguró la educadora menstrual y creadora del proyecto digital Todas Jevas, Johana Karis Molina Ortiz.

La especialista denunció que a los cuerpos menstruantes no se les habla abiertamente sobre la menstruación. La excepción es para explicarles que una vez al mes van a sangrar y que tienen que gestionar ese sangrado.

“Nosotres crecemos teniéndole asco a la menstruación. Pensando que es algo que hay que esconder. Pensando que es algo que hay que desechar. Creamos una cultura de que, si me quito una toalla sanitaria, la tengo que botar rápido, porque la sangre no la puedo tocar”, añadió la también trabajadora social feminista.

Mitos y tabúes sobre la menstruación

La maestra Eileen Rodríguez Ayala, de la escuela superior Miguel Meléndez Muñoz, en Cayey, aseguró que aborda el tema en sus cursos.

“En la clase de salud, por lo menos la que yo doy, se habla sobre la menstruación, pero las instrucciones del Departamento (de Educación) es que se trabaje de forma científica, aunque yo intento de educar sobre los prejuicios y estigmas que recaen sobre la menstruación. Pero, sé que hay compañeros maestros que obvian el tema, y más si son hombres”, reconoció.

“¿Cuántos hombres tienen la oportunidad de pensar en la menstruación sin pensar en sus parejas? Simplemente, porque son seres humanos que interactúan constantemente con otros cuerpos menstruantes. Seguimos teniendo hombres, en el caso de una relación heterosexual, que no pueden tener una conversación sobre menstruación con una pareja. Y esto es importante porque la menstruación incide en cómo manejamos y negociamos los espacios de sexualidad. Los adolescentes no saben o no pueden manejar esos espacios porque no conocen el proceso”, sostuvo la psicóloga clínica Yarimar Rosa Rodríguez, autora de la investigación Menstruamos: Experiencias, actitudes y creencias en América Latina, en referencia a que algunos maestros de salud no abordar el tema de la menstruación.

Lee aquí: Toallas y copa menstrual: alternativas para cuerpos menstruantes

¿Cómo debería ser la educación menstrual?

El problema de la educación menstrual en las escuelas públicas de Puerto Rico reside en el modelo de instrucción en los salones de clases. Además, la educación menstrual se imparte muy tarde en el proceso de desarrollo de las personas.

“Si ya hay niñas que menstrúan a los 9 años, la educación menstrual debe empezar entre los 3 y 4 años”, aseguró la también doctora en filosofía Rosa Rodríguez.

La jerarquía entre maestro y estudiantes perpetúa una estructura de poder, apuntó la profesora e investigadora del Instituto de Investigación Psicológica de la Facultad de Ciencias Sociales de Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

“Yo cuestiono cómo se instaura el conocimiento y cómo el conocimiento es transmitido, eliminando de la conversación (sobre la menstruación) lo que es la experiencia (de los cuerpos menstruantes)”, explicó.

La menstruación es parte de un proceso hormonal. Sin embargo, muy pocas veces se explica cuáles son los cambios neurocognitivos que tienen los cuerpos menstruantes con una alta segregación de estrógeno.

“Cuando eliminamos la experiencia, escuchamos muy poco de la experiencia física y emocional de los cuerpos menstruantes. Tener todo este revolú hormonal en el cuerpo tiene unas implicaciones. No podemos dejar de hablar de eso. Es más, hasta criminalizamos esas emociones. Las mujeres no podemos ser fuertes de carácter hasta el día que estamos menstruando. En ese momento, ‘estamos volás’, ‘somos ‘cranqui’’, ‘estamos en esos días del mes’. No podemos ni siquiera sentir y padecer nuestra emoción libremente”, sostuvo Rosa Rodríguez, quien dirige sus investigaciones académicas a evaluar la intersección del género y el sexo en el acceso a servicios de salud, así como el empoderamiento de las mujeres sobre procesos corporales como la menstruación.

Identificación del género en la enseñanza menstrual

Un proceso al que las maestras y maestros deben estar alerta es la identificación de género de sus estudiantes a la hora de educar sobre la menstruación.

“Nosotras podemos tener cuerpos que van a menstruar desde los 9, 10 o 11 años, y son cuerpos que a nivel de identidad de género no se ubican en ese lugar de ‘mujer’. Y no quieren menstruar. Porque menstruar, socialmente hablando, se ha marcado en el momento y la etapa en la que nos convertimos en ‘mujer’. Ya sabemos que los niños y las niñas van desarrollando esa identidad desde los 4 años. ¿Qué hacemos con ese cuerpo que potencialmente va a menstruar, pero identitariamente no se quiere ubicar ahí?”, explicó Rosa Rodríguez sobre la necesidad de una educación menstrual con perspectiva de género para abarcar las necesidades de cada cuerpo menstruante.

“Puerto Rico, no tiene guías claras para el trabajo con nuestra niñez trans. En la medida que no hay un proceso de acompañamiento social y psicológico para la menstruación, carecemos de poder fortalecer a estos cuerpos que van a menstruar, aunque su identidad no está en el posicionamiento de convertirse en una mujer. Emocionalmente, esto puede ser bien devastador, si no está haciendo acompañada adecuadamente”, aseguró Rosa Rodríguez

A este panorama, se le suma la falta de políticas públicas en las escuelas públicas y a nivel de país para tener baños de género neutro. Los hombres de experiencia trans, personas de género fluido o no binarias no cuentan con baños seguros para manejar el sagrado menstrual.

El 15 de febrero de 2019, la UPR, en Río Piedras, bajo la Política contra la Discriminación en la Universidad de Puerto Rico, decidió habilitar baños sin género. Sin embargo, este nuevo reglamento solo incluye como baños inclusivos el primer piso de diez edificios del recinto.

La menstruación se convierte en política cuando la estructura del Estado no permite que los cuerpos menstruantes tengan un proceso menstrual liberador y con la información correcta. Es político cuando el Departamento de Educación decide cómo se enseña la menstruación.

La diversidad de las mujeres y la concientización menstrual

La terapeuta menstrual Diana Betancur Toro mencionó que, al hablar de justicia menstrual, hay que tomar en cuenta la diversidad de las mujeres, porque las mujeres no son un grupo homogéneo.

“También, hay que tener presente que no es lo mismo ser una mujer blanca menstruando, a ser una mujer indígena menstruando, a ser una mujer caribeña menstruando, a ser una mujer latinoamericana menstruando. La cultura nos atraviesa y determina la manera en cómo menstruamos y determina la manera de cómo se gestiona la menstruación y cómo se puede acceder a la justicia menstrual”, expresó la también psicóloga.

“Yo estoy acuñando un término ‘concientización menstrual’, que no es lo mismo que la menstruación consciente. La menstruación consciente se ha convertido en un asunto de privilegios que solo quien puede acceder a una copa menstrual, pues puede tener una menstruación consciente”, explicó Betancur Toro.

Cuando Betancur Toro expone que “la menstruación consciente se ha convertido en un asunto de privilegios”, se refiere a que solo las mujeres con poder adquisitivo pueden repensar las implicaciones ambientales y de salud de usar toallas sanitarias o tampones.

El concepto de concientización menstrual está amparado en la filosofía del sur y en la propuesta del pedagogo Paulo Freire. La concientización, según Freire, es un proceso de acción cultural que funciona para que las personas despierten en la realidad de su situación sociocultural, avanzan más allá de las limitaciones y alienaciones a las que están sometidos, y se afirman a sí mismos como sujetos conscientes y cocreadores de su futuro histórico.

Además de tomar profunda conciencia de esa realidad sociocultural que moldea sus vidas, las personas, verdaderamente, comprenden la magnitud del potencial que tienen para transformar la realidad, y transformarse a sí mismas como parte de esa realidad. La concientización implica mucho más que el mero hecho de “despertar” o “tomar” conciencia. La concientización debe verse como un proceso disciplinado e intencional de acción y educación que Freire denominó “acción cultural”.

En palabras de Freire, “es la forma en que confrontamos la cultura. Significa ver la cultura siempre como un problema, no dejar que se vuelva estática, que se convierta en un mito y nos mitifique”.

La también creadora del proyecto digital Lluvia Roja mencionó que muchas páginas de menstruación consciente, en sus ilustraciones, solo están presentes las vulvas blancas y las rosadas. Las vulvas de las mujeres negras y de las indígenas no están representadas.

“Si necesitamos que nuestras niñas y niños se vean representados con personajes, también necesitamos que se vean representados con penes negros y vulvas negras. Eso es muy importante. Eso no se apalabra y no se trae”, observó Betancur Toro.

Lee aquí: ¿Cuánto cuesta menstruar en Puerto Rico?

La justicia menstrual va más allá de retirar el IVU

En 2018, bajo la Reforma Contributiva, se aprobó el proyecto de ley que excluye del pago del Impuesto de Ventas y Uso (IVU) los tampones, toallas sanitarias y otros productos menstruales. Pero, las políticas públicas para garantizar igualdad de derechos a los cuerpos menstruantes, no pasó de ahí.

“La justicia menstrual se está convirtiendo en retirar el IVU de los productos menstruales y ponerlos al alcance de todas, supuestamente. Pero, si no trabajamos la brecha salarial entre los géneros, los discursos raciales, no hay justicia menstrual. Quitar el IVU de los productos menstruales no es suficiente cuando hay personas que ni tienen para comprarlos”, abundó Betancur Toro.

Acceso a los productos de gestión menstrual en las escuelas

Las escuelas públicas de Puerto Rico carecen de políticas públicas para que todos los maestros o las maestras de salud, así como estudiantes, tengan acceso a toallas sanitarias provistas por el Departamento de Educación para las estudiantes.

Sofía contó que si cae en menstruación en la escuela, y no tiene compresas, “la mayoría de las veces sería pedirle una toalla sanitaria a una amiga mía, a la directora o a la trabajadora social”.

Sin embargo, esas toallas sanitarias que tienen la directora y la trabajadora social, como menciona Sofía, son costeadas con sus sueldos.

La maestra de salud Rodríguez Ayala contó que mantiene productos menstruales para las niñas, como toallas sanitarias, papel de baño y jabón.

“Pero, a mí, el Departamento (de Educación) no me da nada para comprar eso. Todo sale de mi sueldo”, resaltó.

La educadora añadió que las charlas ofrecidas por compañías de productos menstruales, como Nosotras, se eliminaron hace más de cinco años.

Se trataban, según dijo, más de promoción que de salud, muestra de que la menstruación en las escuelas se trabaja desde una mirada capitalista de consumo, y no desde la necesidad de acceder a los productos menstruales como un derecho.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en su manual Retos e Impactos del Manejo de Higiene Menstrual para las Niñas y Adolescentes en el Contexto Escolar, expone que las estudiantes deben tener acceso a baños seguros, agua, papel de baño y jabón para poder manejar el sangrado.

No obstante, esa no es la realidad para gran parte del estudiantado de las escuelas del país.

“Hay algunos cubículos que no cierran. Lo que hacemos es que nos acompañamos al baño para que mi amiga me aguante la puerta. Hay agua, pero nunca hay papel y jabón. Eso yo lo llevo de mi casa o pedirle a alguien en la escuela, porque no hay nada en los baños”, contó.

El impacto de la dificultad de acceso a la gestión menstrual es invisibilizado sistemáticamente por la construcción de un tabú y un estigma con respecto a la menstruación que la sitúa en un lugar vergonzoso. Esto tiene consecuencias también en la producción de conocimiento y la circulación de información correcta sobre regla.

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