Foto por Génesis Dávila Santiago
Taína Moscoso Arabía se ha dedicado profesionalmente a resolver conflictos, como mediadora y educadora, durante 20 años. Su preparación y experiencia la han llevado a afirmar que la respuesta a la violencia de género —y a todas las formas de violencia, en general— tiene que trascender el remedio, para enfocarse en la educación y prevención. Sólo así, asegura, se podrá verdaderamente encaminar las soluciones de este mal social.
“Si nos concentramos en el estallido, no vamos a resolver el problema porque el problema es todos los conflictos chiquititos, chiquititos, chiquititos, que empezaron a ocurrir desde mucho tiempo antes y que por no resolverse adecuadamente siguieron escalando”, observó en entrevista con Todas.
“Mi enfoque siempre es la prevención. La prevención es intervenir y buscar ayuda lo más temprano posible. No llegar al punto de estallido, de ‘no aguanto más’”, agregó.
Moscoso Arabía fundó Acerco, Corp., en 2006, para ofrecer servicios de mediación y cursos sobre la resolución de conflictos. Tras culminar sus estudios de maestría y convertirse en madre, decidió enfocarse en la mediación familiar y la educación para la crianza respetuosa. Parte de su enfoque ha sido acompañar a parejas en el proceso de separación para ayudarles a alcanzar acuerdos para la crianza por custodia compartida.
Los servicios que ofrece y promueve son radicalmente distintos al remedio punitivo que provee el Estado, cuando ocurre un estallido de violencia, que en algunos casos escala al feminicidio. La justicia punitiva se enfoca en castigar la violencia de género a través del aparato policial, judicial y carcelario.
Sin embargo, Moscoso Arabía sabe que no necesariamente tiene que haber gritos, golpes o romper cosas: la violencia y el control comienzan con gestos sutiles o cotidianos a los que se le conoce como micromachismos. Por eso, la intervención debe ocurrir mucho antes.
Brindar servicios directos a las familias le ha permitido a Moscoso Arabía presenciar todo tipo de dinámicas, incluyendo las muestras más sutiles de control. Recuerda, por ejemplo, a una mujer joven que vestía una camisa corta, con la que dejaba ver su ombligo; y a quien el novio le subió el zíper del abrigo. Lo hizo con cariño, sin armar pelea, pero ante los ojos de Moscoso Arabía ese gesto simple implica invocar un privilegio para intervenir en la decisión que ella tomó en cuanto a su vestimenta. “Al final, [ese gesto] te dice que eres incapaz de protegerte porque tomaste una mala decisión… pero la forma en que ocurre el evento, culturalmente, lo podemos enmarcar en un acto de cariño y protección”.
“Es necesario modificar el paradigma sobre el amor que aprendimos a través de la cultura. Al hacerlo, podremos distinguir entre el amor y el control. Podremos reconocer entre un acto hecho por el interés de que estemos bien y uno que disminuye nuestra capacidad de tomar decisiones y saber protegernos”, enfatizó quien cursó estudios en Sociología, y en Juventud y Sociedad.
“La prevención es dejar de normalizar la violencia”, puntualizó.
Lamentablemente, las campañas de educación, que se realizan con fondos públicos, alertan sobre la violencia, pero no la previenen, criticó Moscoso Arabía. Por ejemplo, el Departamento de la Familia pagó publicidad que exponía: “Si te quita el celular, alerta”. Moscoso Arabía advirtió que “si te quitó el celular, ya eso está súper escalado”. En su lugar, recomienda que se eduque para identificar otro tipo de violencias, como lo siguiente: “Si no le gusta tu peinado y de alguna manera trata de convencerte de que te lo cambies, alerta”; pues implica que no respeta tu individualidad y capacidad para la toma de decisiones.
Recomendó que, a nivel individual, las personas dediquen tiempo a aprender y se pregunten cómo pueden adquirir estas herramientas de comunicación y manejo emocional. Además, invitó a pausar y buscar alternativas, “cuando sintamos que algo no está bien, que no nos sentimos bien”.
A nivel de entidades privadas, ya sean con o sin fines de lucro, enfatizó en la importancia de que las oficinas de recursos humanos y gerenciales reconozcan que “la solución de conflictos es algo en lo que hay que trabajar y hay que dedicarle tiempo y esfuerzo”. A nivel gubernamental, también reconocer que hay que enfocarse en prevención a todos los niveles.
Dos desventajas para resolver conflictos
Tras años de trabajar cerca de las familias, Moscoso Arabía ha identificado dos desventajas principales en los procesos de solución de conflictos en Puerto Rico: típicamente, no se educa para la gestión de las emociones ni para la comunicación efectiva, es decir, solicitar puntualmente lo que se quiere o necesita, en lugar de estar haciendo reclamos o reprimendas a la otra persona. “Tenemos que darnos la oportunidad de aprenderlo, posteriormente, para poder prevenir que las situaciones escalen y terminemos en situaciones de violencia”, indicó.
La mirada de Moscoso Arabía no se limita, como les sucede a algunos, a la inteligencia emocional, pues reconoce que existen desbalances de poder en todas las relaciones, incluyendo las relaciones amorosas de parejas heterosexuales. “En cualquier relación entre dos personas hay presente diferencias de poder. Puede ser por razones de edad, fuerza física, capacidad económica, responsabilidades laborales, etcétera. Lo que hace que una relación sea respetuosa, no es la desaparición de las diferencias, que, además, no es algo posible”, explicó. Inmediatamente, agregó que “la clave para una relación respetuosa está en la forma en que se utiliza ese poder”.
“Cuando se utiliza [el poder] para generar dependencia, opresión y control, tenemos una relación nociva. Cuando hay trato respetuoso y empático, se genera una relación emocionalmente balanceada para todas las partes… Siempre prevalece el trato digno y las relaciones son emocionalmente saludables”, detalló.
El rol de una mediadora, dijo, es entrar a “balancear la relación de poder” y permitir que ocurra un diálogo respetuoso. Por eso, invitó a que se destinen más recursos a esta alternativa no punitiva. Sin embargo, aclaró que hay situaciones en las que ya puede ser muy tarde: aquellas donde el abuso de poder es de tal magnitud que esta alternativa deja de ser posible.