Foto de archivo de Ana María Abruña Reyes
El pasado mes de noviembre, la periodista deportiva Natalia Meléndez publicó en su página de Facebook una imagen del mural de baloncelistas legendarios que decora la entrada del Coliseo Roberto Clemente en San Juan. En su comentario, Meléndez indicó que en ese mural faltaban los rostros de la jugadora Pamela Rosado y la excanastera Carla Cortijo.
Su sugerencia se da en el contexto de que dicho mural solo tiene figuras de hombres puertorriqueños que han competido en el deporte de las canastas. La propuesta, además, surge ante la realidad de que, en la actualidad, el equipo nacional de mujeres que representa a Puerto Rico está mejor posicionado que el de los hombres dentro del escalafón mundial de la Federación Internacional de Baloncesto. No hay duda de que los logros más importantes de los últimos años en ese deporte de conjunto han venido de las mujeres que visten los colores de Puerto Rico.
La reflexión hecha por Meléndez en Internet me motivó a proponer un ejercicio creativo para el curso de Elementos de Geografía que ofrecí, el pasado semestre, en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Les pedí a mis estudiantes que identificaran alguna calle, plaza u otro tipo de espacio público que quisieran nombrar con el nombre de alguna figura histórica que, aún con sus aportaciones a la sociedad, haya sido excluida dentro de las narrativas dominantes sobre la cultura e historia de Puerto Rico. La mayoría de mis estudiantes optaron por resaltar nombres de mujeres. Fue un ejercicio en el cual se utilizó la herramienta de story maps, no solo para representar visualmente el área a ser nombrada (o renombrada), sino también con el fin de incluir información sobre las gestas de estas mujeres que aportaron al país desde distintos frentes.
Una de las estudiantes del curso decidió sustituir el Monumento a la Policía, ubicado al sur del Capitolio en San Juan, por un monumento de recordación a Adolfina Villanueva, quien, en el 1980, fue asesinada por un agente de la policía. Villanueva pagó con su vida, tras negarse a obedecer una orden de desahucio en su hogar en el municipio de Loíza. La joven universitaria justificó su propuesta como una de educación popular en la que se pudiera utilizar esta área en Puerta de Tierra como un espacio de reflexión y lucha sobre el tema del derecho a una vivienda digna y asequible. La estudiante también estableció que la ubicación del monumento es estratégica debido a que tiene una cercanía con las comunidades de Puerta de Tierra que actualmente están organizadas en sus luchas en contra de los desplazamientos de residentes.
Otra estudiante propuso cambiar el nombre de la Plaza Colón en el Viejo San Juan por el de Plaza Celestina Cordero. Además de cuestionar el uso de espacios públicos para resaltar figuras colonizadoras como es el caso de Cristóbal Colón, la estudiante aprovechó el proyecto para resaltar a una mujer poco conocida en Puerto Rico. Cuando se habla de la antigua escuela en la calle Luna del Viejo San Juan y su proyecto educativo que integró a niños y niñas de diferentes razas, la mayoría de las referencias históricas sobre el tema mencionan a la figura de Rafael Cordero. Sin embargo, pocas personas le dan crédito al trabajo de educadoras que sus hermanas Celestina y Gregoria realizaron en esa misma escuela. Resaltar el legado de estas dos mujeres es también recordar un importante esfuerzo que retó las mentalidades racistas y segregacionistas de su época.
Al finalizar las presentaciones de mis estudiantes se llevó a cabo una reflexión sobre este ejercicio de visualización cartográfica y geografía crítica. Como parte de las discusiones dentro del salón de clases, se hizo hincapié en las maneras en que los espacios públicos de las ciudades continúan reproduciendo perspectivas patriarcales. En ese sentido, los paisajes urbanos sirven de instrumentos que resaltan figuras masculinas violentas a expensas de excluir principalmente a aquellas mujeres que han trabajado y aportado desde la resistencia. La reflexión concluyó con un llamado a continuar promoviendo geografías feministas que impacten áreas como la planificación urbana, la toponimia o asignación de nombres a lugares públicos y la promoción de paisajes urbanos en los cuales se eduque para la inclusión.
Murales como el de las baloncelistas puertorriqueñas que hizo la artista Elizabeth Barreto, en el Paseo de Diego de Río Piedras, representan iniciativas que ayudan a transformar el paisaje urbano en espacios de conversación sobre temas de diversidad y representación.
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Así como Natalia Meléndez reconoció en el pasado que el mural deportivo del Coliseo Roberto Clemente estaba incompleto sin las mujeres, hoy se puede igualmente repensar no solo los espacios públicos, sino también aquellos símbolos que históricamente se han utilizado para definir y nombrar estos espacios de convivencia de la ciudad. Ojalá que, en un futuro cercano, veamos calles y plazas con nombres o imágenes alusivas a figuras como la boxeadora Amanda Serrano, la tenimesista Adriana Díaz, la voleibolista Aury Cruz, entre otras atletas.
El deporte es solo una de muchas formas en que podemos proponer nuevos paisajes urbanos que aporten a contar la historia de maneras alternativas. Aspiremos a nuevos paisajes urbanos que reivindiquen y hagan justicia a las luchas de las mujeres.