*Nota editorial: Este reportaje aborda el tema de la violencia sexual.
Cuando Leilyana Rodríguez Ramírez salió del clóset a los 15 años, y les contó a su mamá y a su papá que era bisexual, la trataron como si su orientación sexual era algo que estaba roto en ella y que se podía reparar. Bajo esa presunción, la llevaron a un psicólogo, en San Juan. Sus familiares no supieron cómo manejar la situación, reflexiona ahora, 14 años después.
Pero, el juicio no fue solo de parte de su familia.
“Sabes que eso está mal, ¿verdad?”, fue lo primero que le dijo el hombre con credenciales de estudios en salud mental que la recibió en aquella oficina.
Su experiencia es una muestra del discrimen que enfrentan con frecuencia las mujeres bisexuales y lesbianas a lo largo de sus vidas, sobre todo, ante la carencia de servicios de salud mental accesibles y sensibles a las necesidades de la comunidad LGBTQ+, según consigna el informe “‘Esta es la razón por la que nos convertimos en activistas’: violencia contra mujeres lesbianas, bisexuales y queer y personas no binarias”, realizado por la organización no gubernamental Human Rights Watch. Activistas en Canadá, Indonesia, Kenia, Malawi, México, Tanzania, Túnez y Estados Unidos expresaron que en sus comunidades faltan servicios de salud mental accesibles, asequibles y sensibles a las necesidades de las personas LGBTQ+.
La falta de ayuda psicológica informada en estas poblaciones marginalizadas también se evidencia en una investigación reciente dirigida por el Instituto Williams de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que revela que un mayor porcentaje de mujeres lesbianas, bisexuales y queer, un 46%, han sido diagnosticadas con depresión, en comparación con mujeres heterosexuales (23%), hombres heterosexuales (13%) y hombres homosexuales, bisexuales y cuir (31%).
En cuanto a Leilyana, su experiencia con aquel psicólogo duró unos seis meses, tiempo durante el que no pudo expresar sus preocupaciones reales porque siempre fue tratada como si fuera menos. Más adelante, durante su propio proceso de descubrimiento, supo y expresó que era lesbiana.
“Esa primera experiencia me limitó a no querer buscar ayuda psicológica. Durante el proceso de la adolescencia y la adultez temprana, me tocó manejar muchas situaciones sola. Era peligroso. Ahora, de adulta, lo veo”, apalabró a sus 29 años de edad.
La vivencia también repercutió en su hermana menor, Skyleen Rodríguez Ramírez.
Skyleen tenía 13 años cuando presenció la conversación entre sus familiares acerca de la orientación sexual de su hermana mayor.
“En ese momento, ya sabía que me gustaban las nenas, pero decidí mantenerme callada porque había escuchado lo que dijeron a mi hermana y vi cuando la enviaron a terapias”, contó.
Finalmente, pudo expresarles a sus padres que era lesbiana, a los 17 años, cuando ya ellos estaban más educados y podían comprender que la orientación sexual de sus hijas no era un defecto. A Skyleen, no la enviaron a aquel psicólogo.
No existe un mecanismo efectivo para denunciar el discrimen por parte de profesionales de la salud mental
Aunque la discriminación por parte de profesionales de la salud mental hacia miembros de la comunidad LBGTQIAP+ ocurre frecuentemente, no existen procedimientos específicos establecidos para que las personas afectadas puedan denunciar la situación, comentó Zahira Lespier, cocoordinadora del comité de Diversidad, Género, Sexo y Orientación Sexual de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR).
Según Lespier, una opción podría ser acudir a la Junta Examinadora de Psicólogos. Allí, la persona puede hacer una querella para que se comience una investigación.
Aun así, “no es algo que va a solucionarse inmediatamente y realmente no se asegura que habrá un desenlace, pero sería uno de los medios principales que pudiera utilizar una persona en cuanto al maltrato o discrimen de parte de los profesionales de mi gremio”, sostuvo.
Si el principal medio para denunciar una situación similar a la que vivió Leilyana no garantiza una solución, el panorama para esta población es aún más desalentador, sobre todo al considerar los hallazgos de los estudios sobre el bienestar mental de las mujeres lesbianas, bisexuales y queer.
En el estudio de UCLA, también se observaron disparidades significativas en cuanto a la consideración del suicidio; el 44% de las jóvenes lesbianas, bisexuales y queer informó haber considerado el suicidio en el último año, en comparación con el 18% de las jóvenes heterosexuales, el 13% de los jóvenes heterosexuales y el 32% de los jóvenes homosexuales, bisexuales, queer y cuestionándose.
“En nuestra profesión se establecen muchos principios. Uno fundamental es preservar el bienestar de quien recibe nuestros servicios. Lo primero, ante todo, es no hacer daño. Obviamente, discriminar por orientación sexual o identidad de género es hacer un daño”, indicó Lespier.
“Se debe trabajar desde el respeto. Yo no voy a trabajar para cambiar nada en ti. Yo voy a trabajar enfocada en el bienestar de la persona que reciba el servicio. Una realidad es que lamentablemente no todos los psicólogos y psicólogas están alineados exactamente a esa práctica”, añadió.
Comunes los intentos de “curar” el lesbianismo
El trabajador social de Proyecto Matria José Galarza Flores informó que “la mayoría de las mujeres bisexuales y lesbianas que han participado en los programas de Matria han enfrentado violaciones por parte de la familia. Las llamadas violaciones ‘correctivas’. Son un soberano disparate, pero pasa mucho”.
Galarza Flores explicó que lo que se entiende por violaciones “correctivas” es cuando personas percibidas como LBGTQIAP+, o que se identifiquen de esa manera, son violadas, usualmente por familiares, con el fin de “corregir” su orientación sexual o expresión de género.
Además, elaboró que este tipo de agresión y crimen provoca un sinnúmero de daños psicológicos y físicos en la víctima y requieren de atención profesional inmediata.
Señaló que, cuando las participantes llegan a Matria, se aborda cada caso con un enfoque holístico y en reconocimiento de los determinantes sociales de cada persona. Se miran las experiencias de la mujer desde su nacimiento y se desarrolla un plan a base de sus necesidades.
“Observamos esas capas de opresión interseccionales que ha habido en sus vidas y vamos subsanando. Vamos apoyando a la persona para que pueda ampliar sus redes de apoyo”, precisó Galarza Flores.
Agregó que, al trabajar con las participantes, en Matria, se tiene en cuenta la posibilidad de que enfrenten discrimen en diversos ámbitos de su vida personal como en el trabajo, en las salas médicas, iglesias, entre otros lugares.
“[En Matria] Queremos visibilizar todas estas disparidades que se dan. Todo esto es machismo. Básicamente, es lo mismo que se da en los escenarios políticos, en los escenarios laborales, de salud y educativos, donde, muchas veces, se invisibiliza a la mujer. Se pretende que no existe. Lo mismo pasa con el asunto de las orientaciones sexuales. Se invisibilizan”, dijo Galarza Flores.
Falta de espacios designados a ofrecer recursos a mujeres lesbianas y bisexuales
El informe Nunca Renunciamos a la Lucha: Informe de la Encuesta Nacional de la Comunidad de Mujeres LGBTQ+, liderado por la educadora sexual Jaime Grant y la activista Urvashi Vaid, revela que, como las mujeres LGBTQ+ experimentan altas tasas de violencia en múltiples áreas de sus vidas, regularmente confían en sus amistades en lugar de instituciones, como el sistema educativo, la Policía o las organizaciones religiosas, para obtener apoyo.
Este dato demuestra la importancia de forjar espacios seguros en los que estas mujeres pueden recibir apoyo emocional, psicológico y físico sin tener que enfrentarse a acciones discriminatorias por su orientación sexual.
Las hermanas Rodríguez Ramírez expresaron que, en Puerto Rico, se les ha dificultado el proceso de encontrar espacios que se especialicen en servicios a mujeres lesbianas y bisexuales. En efecto, Galarza Flores afirmó que hay una carencia de servicios para estas mujeres.
Por lo tanto, en Proyecto Matria, hacen el esfuerzo de proveer esas ayudas con programas como GAIA Arcoíris, que, desde 2016, ofrece vivienda transitoria de 24 meses a mujeres lesbianas y personas trans que la estén necesitando por experimentar violencia doméstica de su pareja o expareja, violencia sexual, acecho o trata humana. Las hermanas Rodríguez Ramírez son colaboradoras de este proyecto que ha atendido a 56 personas aproximadamente, atendiendo simultáneamente a 10 personas. Sin embargo, la necesidad es mucho mayor.
A su vez, cuentan con iniciativas como los Sábados de Comadres y los talleres de apoderamiento que sirven para crear comunidad y acompañamiento entre las participantes.
“Esos espacios son sumamente importantes, pero no podemos olvidar la educación en sí. Mi crítica siempre ha sido que el conocimiento se queda al nivel del privilegio, de los profesionales, de las personas que ya saben del tema y no sirve de nada si no llega a las mujeres que están viviendo el discrimen y que necesitan esa educación. Tenemos que empezar por el pueblo”, expuso Leilyana, quien es trabajadora social.
La educación continua es fundamental para evitar el discrimen
Desde el ámbito de la psicología, Lespier considera que la formación constante de los profesionales de la salud mental es esencial para proveer servicios de calidad a las personas LBGTQIAP+.
“La diversidad es sumamente amplia y la educación sigue siendo el pilar número uno”, enfatizó.
En parte, mencionó que precisamente por esa necesidad, la APPR estableció el curso Sensibilidad hacia las poblaciones LGBT+, en el que se educa acerca de terminologías adecuadas al momento de atender a esta población, nuevas tendencias en la comunidad, distintos modelos para ofrecer servicios, entre otras temáticas.
Otras entidades como Psicoalternativas han hecho esfuerzos similares. La compañía de consultoría en salud mental ofrece una certificación a profesionales que deseen adiestrarse para atender correctamente a personas LGBTQIAP+.
No obstante, durante la formación académica del estudiantado de psicología de muchas universidades del país, a menudo, no cuentan con programas de estudios que integren temas de orientación e identidad sexual.
“Para mí, debería ser una asignatura obligatoria. Es algo que se habla constantemente en las convenciones de psicología”, dijo.
El tener, desde la academia, una deficiencia en este área de estudio, informó Lespier, puede estar directamente relacionado con el vacío que hay en Puerto Rico de investigaciones que conciernen a estas comunidades, especialmente cuando se trata de mujeres lesbianas y bisexuales.
“Lo que ha ocurrido históricamente es que las lesbianas somos incluidas dentro de lo que es ser gay. Entonces estudios específicos que se enfoquen en lo que es la mujer lesbiana y los retos que eso supone, pues hay muy muy pocos”, distinguió.
Todo podría ser diferente
“Necesitamos quitarnos el velo de los ojos y comenzar a entender como comunidad, como sociedad, que, ante todo, somos seres humanos, somos personas, que el amor es amor, como se promueve por ahí y que es cierto. Cada cual tiene derecho a vivir su vida tal cual es y tal cual siente ser. Los derechos humanos no son exclusivos para nadie, los derechos humanos nos pertenecen a todos, todas y todes”, expresó Lespier.
Las hermanas Rodríguez Ramírez coinciden con ese deseo.
“Si mis padres hubiesen entendido nuestra situación desde el comienzo, nos hubiésemos sentido más seguras”, enunció Skyleen.
Por su lado, Leilyana explicó que se alegra porque, aunque sabe que hay mucho trabajo por hacer, ha observado como ahora las experiencias de la juventud LBGTQIAP+ son diferentes, para mejor.
“Siento que el cambio es notable para los adolescentes. Cuando yo estaba creciendo, no era común que tuviéramos una niña que dijera que era lesbiana. En mis tiempos, te miraban de reojo. Te miraban mal. Ahora, hay más aceptación. Quiero ver más de eso para las generaciones futuras”, comunicó con una sonrisa.
Si tú o alguna persona conocida ha sido víctima de agresión sexual, tienes derecho a recibir ayuda. Puedes llamar a la Línea de Orientación y Ayuda Contra la Violencia Sexual (LOA), al 787 337-3737, o al Centro de Ayuda a Víctimas de Violación, al 787-765-2285; a la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, al 787-722-2977, o a la Línea de emergencia y ayuda 939 CONTIGO (266-8446). Mira más recursos de ayuda aquí.