Fotos por Ana María Abruña Reyes
Sumayah Soler, de 49 años, y lideresa musulmana del Colectivo Interreligioso de Mujeres de Puerto Rico, empezó a reconocerse como feminista cuando se organizó con otras mujeres que ya se llamaban a sí mismas de esta forma.
“¿Cuándo uno se identifica como feminista? Pues yo creo que cuando uno gesta con otras personas que ya se ponen la etiqueta de feminista. Yo veía que todas hablábamos el mismo lenguaje y que tenemos unas metas en común y, aunque yo no me llamaba feminista en ese momento, sí veía que todas estabamos en la misma onda”. expresó Soler.
Soler recordó que esas primeras mujeres que ya se nombraban feministas y con quienes comenzó a relacionarse fueron Hilda Guerrero, de Comuna Caribe, y Romelinda Grullón, directora del Centro de la Mujer Dominicana. Ellas siguieron invitándola, incluyéndola y ahí se fue relacionando con otros grupos, mujeres e iniciativas.
Así fue como se involucró en las luchas sociales: gracias a las feministas que la incluyeron y le brindaron la oportunidad de poner su talento a la disposición de esa justicia social por la que ellas trabajaban. Soler se ha sumado a esos esfuerzos.
Asimismo, la oriunda de Bayamón explicó que ese sentido de justicia social lo tiene presente desde que es musulmana. Según ella, el islam le da una obligación a las personas con la justicia. Y cuando las personas empiezan a asumir esa responsabilidad, se dan cuenta de las injusticias que hay en el mundo.
“Una cosa interesante es que, al principio, mi sentido de injusticia era de mirarlo del islam hacia afuera, pero llegó un punto en que pensé verlo hacia adentro de mi religión en dónde estaban esas injusticias. Entonces, empecé a cuestionar todo lo que conocía de mi religión. Porque los musulmanes tienden a verlo hacia afuera, pero no hacen el ejercicio difícil de mirar hacia adentro. Y desde ahí, es que uno se da cuenta por qué es tan importante el feminismo islámico. Ese feminismo islámico hace esa mirada hacia adentro”, explicó Soler, quien tiene una maestría en Estudios Islámicos.
Al cuestionar el status quo de su religión, se dio cuenta que los hombres musulmanes estaban muy cómodos en su interpretación del islam, que les brinda muchos de privilegios y, obviamente, avalados por Dios.
“Uno se vuelve bien confrontacional. Eso me trajo muchos problemas dentro de la comunidad porque no esperaban que yo iba a cuestionarlos. No esperaban que yo los iba a arrinconar. Una cosa bien tonta como puede ser la división del espacio en la mezquita en donde los hombres están en un cuarto y las mujeres en otros, pues eso es antiislámico. Y a mí no me da la gana, y voy a rezar al área de los hombres. Si el área de las mujeres no es un lugar digno: limpio y organizado, pues yo no tengo por qué estar ahí. Yo me voy al área de los hombres que es espectacular limpia, organizada y perfumada. Les molesta como si yo tuviera la peste, pero no me importa”, dijo Soler, quien también es tallerista en distintas organizaciones que protegen a sobrevivientes de violencia machista.
Para la activista, uno de sus grandes logros ha sido crear un espacio para que los musulmanes de la comunidad LGBTTIQA+ se puedan sentir acompañados.
“La mezquita se puede volver hostil y peligrosa para estas personas. Muchas personas se alejan de la religión porque no pueden conciliar ambas cosas. Podemos desarrollarnos espiritualmente dentro del islam mientras somos de la comunidad LGBTTIQA+. Esto ha sido bien lindo porque estas personas han encontrado un lugar en donde tienen apoyo y a otra gente que los entiende. Y también, vamos juntos abiertamente a la parada del Orgullo Gay”, sostuvo Soler.
Esto ha provocado que el imán, el ministro que dirige la oración comunitaria de los musulmanes, se exprese sobre las personas LGBTTIQA+. Ha dicho que las puertas de la mezquita deben estar abiertas para ellos también, cuando antes, les negaba la entrada. Sumayah reconoció que sabe que el imán lo hace de la boca para fuera, pero, por lo menos, ahora, se ve obligado a abordar el tema desde una postura más conciliadora.
Soler aspira a una sociedad en la que todo el mundo pueda ser quien es. Que la solidaridad sea el valor principal de cada persona. Aseguró que si las personas se aceptan como son y se ayudan, disminuirían las injusticias. También, desea un Puerto Rico que cuestione a las religiones.
“El problema de la gente religiosa es que le faltan a la solidaridad y le faltan a la inclusión. Cuando la gente dice: ‘Estoy bendecido’. ¿Qué significa eso? Eso significa que tú tienes unos privilegios. Y como eso te lo da Dios, tú no tienes responsabilidad con ese privilegio. Toda esa arrogancia que hay. Entonces, le estás diciendo a todo el mundo lo mucho que Dios te quiere porque estás bendecido y lo poquito que quiere a quien no está en tu posición. Eso no tiene nada de solidaridad. Cuestionar la religión y aceptar a las personas como son nos da otro norte. Otra realidad. Sería un Puerto Rico más solidario y menos prejuicioso”, concluyó Soler.