Al centro, la lideresa viequense Judith Conde / Foto de Ana María Abruña Reyes
La reciente decisión del gobierno de Puerto Rico de permitir nuevamente prácticas militares activas en el país reabrió viejas heridas en Vieques, donde la Marina de Estados Unidos llevó a cabo ejercicios con munición viva durante más de seis décadas. Entre 1940 y 2003, la isla municipio fue escenario de bombardeos, contaminación ambiental y diversas formas de violencia social, incluyendo agresiones sexuales contra mujeres.
Por eso, cuando la lideresa viequense Érica Boulogne se enteró de la noticia, sintió “una ansiedad terrible, un sentimiento de desesperación”. O como bien resumió, “una combinación de coraje con llanto”.
“No sabía que se podía sentir eso. Así que ya, desde ese momento, yo puedo decirte, que me afectó. Es una decisión absolutamente repudiable”, manifestó.
La presencia de la Marina de Guerra de Estados Unidos en Vieques dejó marcas profundas en las vidas y, de manera particular, en los cuerpos de las mujeres. Las huellas de esa militarización persisten: enfermedades, duelos, temores y una memoria de lucha que se rehúsa a ser borrada. “Antes de que lo anunciaran, estábamos ya viendo la Guardia Nacional por acá con camiones en las carreteras, operando maquinaria… supuestamente para mejoras al aeropuerto. Y en ese momento, me di cuenta del tiempo que la Marina estuvo en Vieques. De cuánto, a veces, nosotros normalizábamos el ruido, el verlos con sus camiones en la carretera, los aviones volando bajito… Un poco lo normalizamos, porque era algo que veíamos desde que éramos chiquitos”, reflexionó Boulogne.
Aunque de una generación anterior, Zaida Torres Rodríguez tiene memorias similares a la de Boulogne.
“Los adultos trataban de minimizar lo que estaba pasando para los niños. Lo ignoraban o te hacían un cuento, de que eso era lejos… inventaban cosas, para que no nos asustáramos”, compartió sobre esas estrategias que utilizaron por décadas los y las viequenses para sobrevivir.

Zaida Torres / Foto de Diana Ramos
La experiencia cotidiana de vivir bajo la militarización
El recuerdo no es solo nostalgia para estas viequenses, es vivencia corporal. “Con nueve meses de embarazo tuve que tirarme al piso porque las balas llegaron hasta el patio de mi casa… las nubes de humo, la ceniza que caía…”, relató Boulogne.
Lo que narró no son metáforas, son memorias físicas que articulan una vivencia de amenaza constante. Para muchas personas, la presencia militar fue una tensión constante que normalizó el ruido, la violencia y el temor. También son nombres y fechas. “Cuando nos hicimos pruebas de metales pesados, mi hijo, que tendría cuatro meses, salió con altos niveles de aluminio y plomo… a los dos años, fue su primera hospitalización por migraña”, agregó Boulogne. Ella también tuvo niveles anormales de metales en su cuerpo mientras era madre lactante.
La militarización reorganizó la vida social en Vieques: el comercio, las rutas, las actividades cotidianas. Modificó la manera en que las mujeres cuidaban de sus hijos, de sus familias y del barrio, con la sensación permanente de que esos espacios podían ser invadidos o dañados en cualquier momento.
Salud: enfermedades y pérdidas
Zaida Torres Rodríguez no teme en decir de forma contundente que la Marina “destruyó la vida de cientos de familias en Vieques”.
Ella misma vivió la pérdida de su hija, de tan solo 17 años, a causa del cáncer que ahora ella misma padece. Pero no fue solo su hija, también varios de sus familiares han fallecido a causa de ese diagnóstico.
El testimonio de Torres Rodríguez se suma a los de tantas familias que han vinculado el cáncer, enfermedades respiratorias y problemas neurológicos a la contaminación militar en Vieques. El este de la isla y cayos como Yayí, albergaron prácticas militares durante 62 años. Casi la mitad del territorio viequense quedó inaccesible. Aún hoy, luego de la salida de la Marina en 2003, estos terrenos continúan cerrados y en su mayoría contaminados con municiones y metales pesados.
“Yo me mantuve fuera del movimiento antimilitar, hasta que mi niña se enferma de leucemia, en el 1995. Mi esposo trabajaba en la base…Y yo pues, no era ciega. Sabía que había una conexión con el cáncer y la gente. En aquella época yo siempre buscaba las estadísticas de cuál pueblo estaba más alto, cuál estaba menos, porque me interesaba como enfermera”, relató.
“Lamentablemente, mi nena dura solamente el protocolo, dos años, porque una de las quimios le causa un problema de coagulación, y muere a los 17 años”, contó Zaida sobre esa memoria dolorosa. Las mujeres articulan una experiencia de enfermedad íntimamente ligada a la contaminación ambiental y a la precariedad de servicios.
“Hay quienes piensan que porque la Marina se fue es que no hay servicios de salud, y eso es totalmente erróneo. Eso no tiene nada que ver con la Marina. Vieques nunca ha tenido buenos servicios de salud. Excepto antes de la Marina. El hospital de Vieques data de 1916, fue uno de los primeros en Puerto Rico y estaba desarrollado en todos los sentidos. O sea, que la Marina no vino aquí a construir ni a hacer nada para el pueblo, todo lo contrario”, aclaró Torres Rodríguez desde su hogar, en el barrio La Esperanza.
La situación de la salud en Vieques refleja una crisis prolongada que afecta de manera particular a las mujeres. A pesar de las promesas oficiales, la construcción del nuevo centro de salud se ha retrasado en varias ocasiones y, aún cuando esté terminado, no incluirá sala de parto, lo que obliga a las viequenses a trasladarse fuera de la isla para dar a luz y atender sus embarazos, con los riesgos y el desgaste emocional que esto implica.
La ausencia de un sistema de salud integral se suma a las huellas profundas que dejó la militarización, que durante décadas generó múltiples formas de violencia social y comunitaria, con efectos en la salud física, mental y emocional de la población. Hoy, la realidad sanitaria de Vieques continúa marcada por la falta de acceso, la negligencia estructural y la carga desigual que recae sobre las mujeres en medio de un sistema que no garantiza sus derechos más básicos.
Judith Conde, de la Alianza de Mujeres Viequenses, sintetiza el reclamo actual ante este panorama: “Definitivamente las mujeres hoy reclaman salud. Reclaman limpieza del territorio, reclaman tener acceso a oportunidades de desarrollo que les fueron negadas”. Este reclamo no es retórico, sino el de quienes han visto cómo se enferman familias enteras, sin un plan claro de reparación. En sus palabras, la sanación debe pasar por atención médica especializada, limpieza ambiental y medidas concretas de reparación para las comunidades afectadas.

Alianza de Mujeres Viequenses / Foto de Diana Ramos Gutiérrez
Cuerpos como territorio ocupado
Judith Conde relató que los militares, y la lógica de ocupación, trataron y tratan, los cuerpos de las mujeres como parte del territorio.
“Algunos militares que estaban trabajando en el aeropuerto hace poco, se acercaron a establecimientos y a varias personas preguntando si en Vieques había mujeres prepago. Es una de las violencias más brutales… los cuerpos de las mujeres son vistos como parte del territorio ocupado”, contó.
La mujer se convierte en extensión del espacio colonizado: objetos disponibles en la lógica de la ocupación. Esta dimensión no puede desvincularse de la violencia estructural que la militarización impuso sobre la isla.
Mujeres en la primera línea
“Fueron las mujeres las que se echaron la lucha encima… las que cargaron con el cuidado, las que dieron cara, las que mantuvieron viva la esperanza”, afirmó Érica Boulogne. Cocinaron para los campamentos, marcharon en las calles, se encadenaron frente a las instalaciones y arriesgaron sus cuerpos en actos de desobediencia civil.
Ese liderazgo fue decisivo para sostener la movilización comunitaria y mantener la continuidad de la lucha por la desmilitarización. Hoy día, esta lucha continúa, a través de diversas organizaciones lideradas por mujeres en la isla municipio, que ofrecen servicios a la comunidad, subsanando necesidades básicas y sociales. Muchas problemáticas, creadas o exacerbadas por la militarización.

Justicia y sanación pendientes
La salida de la Marina en 2003 no significó el final de los daños. La falta de limpieza ambiental, la insuficiencia de servicios de salud y las intenciones de retomar prácticas militares en Puerto Rico reabren las heridas.
Zaida Torres Rodríguez insiste en que el gobierno debe escuchar lo que las comunidades han documentado por décadas. “No se puede permitir que después de todo lo vivido se intente retomar la militarización… sería volver a exponer a las próximas generaciones al mismo ciclo de dolor”, denunció
Para Judith Conde, la justicia debe expresarse en acciones concretas: “sanación es salud, limpieza del territorio y oportunidades de desarrollo que nunca se han dado”. La memoria de estas mujeres no solo denuncia lo vivido, sino que reclama un futuro distinto, en el que la militarización no encuentra lugar.
Para Érica, la justicia también tiene que ver con la memoria. “Que se reconozca lo que pasó, que no se borre. Que las nuevas generaciones sepan que aquí hubo un pueblo que luchó, y que fueron las mujeres quienes sostuvieron esa lucha con el cuerpo”, concluyó.





