Marcha en defensa de los derechos de las personas LGBT+, el 17 de mayo de 2025, Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia. Foto por Ana María Abruña Reyes | Todas | todaspr.com

Skyler Miguel Santiago Laboy se mira en el espejo y sonríe. No lo puede creer. Es la primera vez que se siente bien en su cuerpo, que mira su reflejo y reafirma: “Este soy yo”. Desde que inició su tratamiento hormonal masculinizante hace más de un año, le cambió la respiración, su voz se puso más grave, su pelo lacio se onduló, los vellos de su cuerpo se engrosaron y los poros de su cara se expandieron.
“Me creó mucha euforia de género. Me sentía bien al ver estos cambios… Por primera vez, me miraba en el espejo y decía: ‘This is me’”, cuenta Skyler —fotógrafo, diseñador gráfico y estudiante de cinematografía— a la Unidad Investigativa de Género, una alianza entre Todas y el Centro de Periodismo Investigativo (CPI).

Foto por Ana María Abruña Reyes | todaspr.com
Jamás pensó que una crisis psiquiátrica y una hospitalización hace tres años en el San Juan Capestrano, especializado en salud mental, le cambiarían la vida y lo llevarían a entender que es un chico trans y a aceptarse como es. Fue allí donde le diagnosticaron disforia de género, una sensación de angustia que se produce cuando la identidad de género de una persona no coincide con el sexo que le asignaron al nacer. También fue la primera vez —tras más de una década de diagnósticos— que encontró profesionales de salud mental preparados para tratar con personas de la comunidad LGBT+, siglas que representan a un colectivo ultradiverso.
La historia de Santiago Laboy es un reflejo de una realidad documentada: los jóvenes LGBT+ enfrentan tasas más altas de ansiedad, depresión e ideación suicida. Expertos consultados por la Unidad Investigativa de Género, así como otros estudios, vinculan estos retos de salud mental en la población LGBT+ con la discriminación, el acoso y la falta de acceso a servicios de salud mental adecuados y específicos para estas poblaciones.
No era el primer diagnóstico mental que recibía. Desde los cinco años, edad que tenía cuando su padre se fue de su casa, a Skyler le diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Y de adolescente, le habían diagnosticado bipolaridad, depresión y ansiedad.
Sin embargo, la diagnosis de disforia de género, en 2022, fue la que más le impactó. En ese momento, su mamá lo llevó al hospital psiquiátrico porque la tristeza que sentía por una reciente separación lo había llevado a abusar de las drogas y el alcohol, y le costaba llevar a cabo actividades cotidianas como comer o salir. Ya había sufrido depresión y ansiedad antes, así que entró voluntariamente al hospital, donde no solo le dijeron que presentaba las características de disforia de género. También le diagnosticaron Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), el cual afecta la capacidad de una persona para controlar sus emociones.
“Caí en shock”, cuenta Skyler, de 27 años, al recordar el momento en el que recibió ambos pronósticos. “Era como: ¿dos diagnósticos más de los cuatro [que ya tenía]? Yo caí en una crisis full allá adentro y me empezaron a dar ataques de pánico. Si te recurren mucho, te restringen allá adentro. Y yo dije: ‘Acá, me van a meter [en un chaleco de fuerza]…’”.
La resiliencia de Skyler —y de tantas otras personas trans y no binarias— sobrepasa los límites que cualquiera imagina. Asumir una identidad que es negada en tantas esferas, incluso por la política pública del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien, desde su regreso a la Casa Blanca, ha firmado más de una veintena de órdenes ejecutivas contra las personas LGBT+ y exigió eliminar información de salud sobre este grupo de páginas federales, es poner lo que eres y sientes por encima de lo que otros rechazan. Es vivir en riesgo constantemente. Y aunque a algunos estas políticas no les atañen directamente aún, podrían ser solo la punta del iceberg de una amplia visión de desmantelamiento de derechos para toda la ciudadanía.
“Ha sido un proceso bien difícil [ver] cómo ciertas personas quieren borrar nuestra existencia, cuando nosotros siempre hemos estado aquí. La identidad trans no salió de la noche a la mañana. No es algo que salió ahora. Siempre ha estado”, dice Skyler pasando su mano sobre uno de los tatuajes que tiene en su brazo, otra de las formas que usa para expresarse.
Una vida de resistencia: sobreviviendo al bullying escolar
Desde pequeño, Skyler siempre se sintió distinto. Nunca encajó en los estereotipos de lo que era ser una “niña” y eso provocó que fuera víctima de bullying escolar, un tipo de acoso que sufre uno de cada cinco menores en las escuelas del País, pero que es incluso más grave entre estudiantes LGBT+. Más del 95% ha recibido comentarios homofóbicos o transfóbicos en la escuela, un 84% ha recibido insultos o amenazas, 42% ha sido víctima de cyberbullying, entre un 25 y un 31% recibió acoso físico por su orientación sexual o identidad de género y un 79% dijo haber sido víctima de políticas escolares discriminatorias. Esto según la Encuesta sobre el ambiente escolar en Puerto Rico, uno de los pocos estudios que existe sobre las experiencias de estudiantes LGBT+ en el País y que publicó la Red de Educación de Gays Lesbianas y Heterosexuales (GLSEN en inglés) en 2017.
“Mi papá siempre me vestía como chico. No fue algo que pasó de la noche a la mañana. En la escuela no me gustaba pasarme con las nenas, era como bien mask [oculto], pero me daba miedo lo que la gente fuera a decir”, recuerda Skyler. Tras su diagnóstico de TDAH al comenzar la escuela elemental y el inicio de su medicación para dicho trastorno, siente que tuvo dificultades para adaptarse. “No encajaba por mi manera de ser, de expresarme, por cómo me vestía”, cuenta. Temía denunciar el acoso que sufría, como ocurre en la mayoría de estos casos: “Me decían marimacho. No fue mucho el tema de agresión verbal, fue más físico, de que me excluían, me decían que no podía estar aquí porque me iba a propasar con las nenas”.

Foto por Ana María Abruña Reyes | todaspr.com
Desde la elemental, sentía que su orientación no era heterosexual. No se atrevía a hablarlo con su familia, aunque tiene tíos y primos LGBT+. Era de esos temas que no se tocan. Solo le confiaba sus más íntimos miedos y preocupaciones a un amigo, que luego se identificó como gay. “Él siempre estuvo presente para mí. Fue una de las personas que me inspiró a no sentirme avergonzado de mí”, dice sonriente sobre este amigo que aún sigue en su vida.
Tanta era la presión y el odio que recibía Skyler, que comenzó a autolesionarse. “Yo me lastimaba físicamente por el hecho de que yo trataba [de encajar]. Llegó un tiempo en que yo cambié mi físico, cómo me veía, para poder encajar”, relata. Decidió, a sus 14 años, contarle a su mamá lo que atravesaba. Ella no se había dado cuenta de las lesiones porque eran en áreas ocultas por la ropa. La madre fue a la escuela y las autoridades escolares intentaron intervenir, pero ahí se dio una de las mayores confrontaciones que tuvo con sus compañeros. Supieron que había denunciado a quienes le hacían bullying, hicieron un círculo entre varios, lo acorralaron, lo empujaron y lo golpearon. Skyler casi no recuerda la agresión y lo prefiere así. Es uno de tantos traumas que intenta sanar en terapia. Poco después del incidente, su mamá decidió mudarse y cambiarlo de escuela, y lo que más sufrió fue dejar a su amigo y aliado atrás.
Luego de este periodo, comenzó a ir al psicólogo. No solo enfrentaba el bullying, el cambio de escuela y su propia lucha interna por encontrar su identidad, una de tantas batallas que se enfrentan en la adolescencia. Para ese tiempo, uno de sus tíos murió por sobredosis y a su hermano mayor lo asesinaron, dos incidentes que lo dejaron aturdido. Fue entonces cuando recibió nuevos diagnósticos, además de TDAH: depresión, ansiedad y trastorno bipolar.
Jóvenes LGBT+, en riesgo continuo
Skyler es solo uno entre tantos jóvenes LGBT+ que enfrentan retos con su salud mental en Puerto Rico en cifras mayores que sus contrapartes heterosexuales, en parte por el ambiente hostil en el que son forzados a vivir. Esto lo confirma el informe Conductas de riesgo entre los adolescentes según su identidad sexual, parte de la Consulta Juvenil 2020-22 que comisionó la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA), y cuyos hallazgos fueron divulgados en julio de 2024 por El Nuevo Día, pero que la agencia, más de un año después, sigue sin publicar en su página.
La Unidad Investigativa de Género tuvo acceso a una presentación del informe, realizado por la Universidad Central del Caribe (UCC) junto con investigadores de la Universidad de Puerto Rico, que encuestó a más de 145,000 estudiantes de entre séptimo y duodécimo grado, y es el primero en el que el Gobierno incluye la orientación sexual de los alumnos para un análisis de su salud mental. El estudio revela que estudiantes que se identifican como gays, lesbianas o bisexuales tienen una mayor incidencia en todos los renglones analizados en comparación con el alumnado heterosexual, entre ellos: uso de sustancias, problemas depresivos y de ansiedad, oposición desafiante, comportamiento agresivo, problemas de conducta, ideación suicida, intento suicida y ser víctimas de acoso por su orientación sexual. Incluso estudiantes que “describen su identidad de otra manera” también sobrepasan porcentualmente a los que se identifican como heterosexuales en la mayoría de los renglones.
“Estos problemas que ha enfrentando Skyler los han enfrentado antes muchas otras personas trans y no binaries, y no significa que elles se crearon estos problemas”, señaló Ínaru Nadia de la Fuente Díaz, activista y cofundadore de La Sombrilla Cuir, una organización dedicada a crear mejores condiciones para las personas LGBT+ en Puerto Rico. Su trabajo se concentra en personas negras trans, cuir y no binarias que viven con diversidades y neurodiversidades funcionales y empobrecidas.
“Ser trans no es un trastorno de salud mental. Lo que causa esto es el discrimen. Si viviéramos en una sociedad que no creara factores de estrés para las comunidades LGBT+, no habría una prevalencia estadística de estos trastornos en nosotres. Vivimos mayor estrés. Es así para todas las comunidades minoritarias”, apuntó le académique y consultore.
¿Por qué el colectivo LGBT+ enfrenta mayores retos en su salud mental?
La teoría del estrés crónico explica uno de los factores por los cuales las personas LGBT+ enfrentan mayores síntomas asociados a problemas de salud mental: cómo el estrés prolongado puede afectar la salud de alguien, sobre todo si pertenece a un grupo minoritario.
El psicólogo clínico Caleb Esteban Reyes, profesor de la Ponce Health Science University (PHSU) y uno de los principales investigadores de la población LGBT+ en el País, conoce de primera mano esta teoría. “Usualmente, las personas heterosexuales sufren el estrés usual: el trabajo, las deudas, entre otros, pero las personas LGBT+ tienen uno adicional, que es ese factor de estigma por su orientación sexual o por su identidad de género”, dijo Esteban.
Para las personas trans y no binarias, este estrés puede ser incluso mayor que para las personas LGB, por lo que viven “hipervigilantes constantemente”, algo que, según mencionó, empeora con las múltiples medidas antitrans presentadas en los últimos años, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos.





