Foto por Alexis Cedeño
En el proceso de formarse como activista, Alexandra Marie Figueroa Miranda no solo reconoce las distintas etapas que ha experimentado como mujer, sino que también destaca la importancia de los espacios de lucha y encuentros que han aportado a su trabajo como feminista.
Todos sus entornos de convivencia han sido valiosos. Desde las vivencias en el hogar durante su infancia y adolescencia, hasta los aprendizajes obtenidos en escuela superior y posteriormente en la universidad, esta mujer, de 29 años, cree firmemente en que todo trabajo político que aspire a transformar la sociedad en una más justa debe hacerse en comunidad.
Fue en las aulas y pasillos de la Escuela Secundaria de la Universidad de Puerto Rico (UHS, en inglés), cuando, siendo una adolescente, comenzó a desconfiar de las decisiones que tomaba el gobierno en aquel entonces. No sentía comodidad con el futuro vaticinado por aquellas políticas de austeridad implementadas a partir del 2009.
“Yo me adentré a lo que es el mundo del activismo como tal, en el 2010, luego de que comenzara la ejecución de la Ley 7 [del 2009] de Luis Fortuño [gobernador] y Pedro Pierluisi [comisionado residente en Washington]. Para aquel entonces, cuando cesantearon a más de 30,000 empleados públicos, seguían repitiendo que esto no iba a afectar a la UPR, pero todes sabíamos que, además de afectar a tantas familias, inevitablemente iba también a terminar afectando el presupuesto de la UPR, lo cual vimos después con la implementación de la cuota de $800 y el peligro que representaba para las escuelas laboratorios. Nos empezamos a movilizar bajo ese momento de crisis”, expresó Figueroa Miranda a Todas.
Como estudiante de secundaria, Alexandra escuchaba con frecuencia las referencias que se hacían sobre el feminismo y quienes se identificaban como feministas. En los pasillos de su escuela, era frecuente que hablaran del tema de manera despectiva o como mofa hacia las mujeres que luchaban y manifestaban su indignación ante las injusticias.
Todavía faltaban algunos años para que decidiera comenzar a identificarse como feminista. Sin embargo, esto nunca fue impedimento para que, desde edad temprana, entendiera que una sociedad saludable es aquella en la cual nadie está por encima de nadie, y que las mujeres siempre deben tener los mismos derechos que los hombres. Fue en este proceso de formación que su hogar representó un espacio de enseñanza valioso.
“Siempre me pensé como una persona igual a mis pares, siendo criada en un hogar mayormente femenino. La única figura de hombre que yo tuve constante en mi vida fue mi abuelo. A mí, nunca se me enseñó que yo era una persona distinta a los compañeros y hombres que me rodeaban. Siempre se me enseñó que yo era igual parte y debía tener igual cantidad de trabajo a la hora de formar las instancias de las cuales participaba”, comentó.
“En esas experiencias [de escuela secundaria] que me adentré dentro del activismo y organizar estrategias, todavía no tenía el vocabulario de lo que era el feminismo. Yo estaba en noveno o décimo grado”, agregó quien actualmente trabaja como directora de digital del Center for Popular Democracy.
Más tarde, en la universidad, Alexandra comenzó a exponerse a conceptos y teorías trabajadas desde el feminismo. Su bachillerato lo hizo en los Estados Unidos, donde tuvo exposición a los retos y luchas de las mujeres y otros grupos, incluyendo los latinos. Se desarrolló como organizadora política y estudiosa de los movimientos políticos en América Latina.
En sus primeros años como activista en Norteamérica, comenzó a reconocer que todas las luchas en las cuales estuvo involucrada durante su adolescencia fueron también luchas feministas, aunque no necesariamente lo viera de esa forma mientras era estudiante de la UHS.
“Era imposible no acercarse a estos asuntos con una mirada feminista. Cuando tú estudias estas luchas, quienes siempre estaban a la vanguardia y quienes siempre hacían la estrategia de bajar línea, organizar y hacer el cuidado colectivo generacional, eran las mujeres, particularmente las mujeres racializadas”, dijo.
Fueron siete años los que Alexandra pasó en los Estados Unidos. Llegó a ese país con las experiencias y violencias que marcaron los procesos huelgarios iniciados en el 2010 en la Universidad de Puerto Rico.
“Yo tuve que tomar la decisión de irme a los Estados Unidos, una vez terminé la UHS, porque, por estar involucrada en el movimiento, hay unas consecuencias que se presentan y no somos extrañes a que estudiantes que estén envueltos en los movimientos estudiantiles en la UPR, pues son perseguidos. Hay muches compañeres que estuvieron envueltos en los procesos del 2010, 2011 y 2012, y tuvieron una educación buena porque son personas que siempre han trabajado, pero sí fue cuesta arriba”, expresó Figueroa Miranda.
Aunque el aprendizaje no culmina y su formación como activista es algo que siempre está en construcción, para Alexandra, nacida en Río Piedras, los años 2015 y 2016 representan ese período en que comenzó a identificarse como una mujer feminista.
Actualmente, es colabora de la Colectiva Feminista en Construcción, organización política que promueve su lucha desde los feminismos negros y la interseccionalidad. Es desde estos encuentros junto a otras mujeres activistas que su trabajo se nutre, no solo desde el activismo, sino también desde el acompañamiento que obtiene junto a compañeras de diversos trasfondos y distintos saberes.
Son estas experiencias en comunidad las que en gran medida permiten que Figueroa Miranda imagine otros futuros para Puerto Rico.
“El Plantón Feminista [de noviembre 2018] dictó el curso de cómo se puede hacer y cómo se puede movilizar las causas por la equidad de género y el reconocimiento por la equidad de género en Puerto Rico. Sin el Plantón, no hubiésemos podido tener esta marcha fabulosa y poderosa que organizaron mis compas [el 29 de septiembre de 2020] de la Colectiva en el Viejo San Juan, saliendo del cementerio, exigiendo justicia y la presencia de Rosimar ”, explicó en referencia de la manifestación que salió del cementerio Santa María Magdalena de Pazzi, en el Viejo San Juan, para exigir justicia ante el feminicidio de la joven Rosimar Rodríguez Gómez.
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Esa y otras manifestaciones convocadas por organizaciones feministas han fortalecido su convicción de que la unidad de propósitos y la aspiración de una sociedad más segura para las mujeres siempre debe ser un asunto prioritario en la agenda del país. Poder caminar las calles sin temor a experimentar violencias, así como reconocer que el género no debe ser un impedimento para el éxito laboral y el pleno disfrute, forman parte de las luchas de vida de Alexandra y las colegas que le rodean.
Foto por Mari Blanca López Robles
“Sin comunidad no hay nada. La comunidad es esencial y, sin la comunidad, no logramos nada. Está bien que esa comunidad sean todas mujeres en sus diversidades y complejidades. He aprendido el poder sanador el ir, estar, disfrutar y ser mujer con otras mujeres. Los momentos que me he sentido más recargada, más querida y más capaz de querer han sido los momentos que yo he estado con mis compañeras, no solamente trazando estrategias, pero también en los momentos que nos permiten la alegría. Esos momentos son igual de radicales que cuando estamos en las calles bajando línea, y eso es comunidad. Nada de lo que yo he aprendido ha sido por una sola persona, sino por muchas”, puntualizó Figueroa Miranda.