Fotos de María Cristina Muñoz Vega
La Escuela Segunda Unidad Martín Hernández, ubicada en el barrio Espinar de Aguada, fue por muchos años el centro de esta comunidad; un lugar de unidad y convergencia vecinal. Sin embargo, en el 2016, el escenario cambió cuando el Departamento de Educación ordenó el cierre del plantel escolar.
Desde entonces, las vecinas y vecinos han visto cómo la maleza y el deterioro se han apoderado de este espacio, tan importante para mantener los lazos comunitarios. Pero la esperanza comienza a asomarse en el barrio.
A finales del mes de octubre, apareció en el portón principal de la escuela abandonada un letrero que decía: “Ocupación Colectiva. La Comunidad de Espinar reclama este espacio para la creación de un centro comunitario autosustentable”. El anuncio contenía los nombres de más de 60 residentes que respaldan la ocupación de este plantel.
Esta iniciativa es liderada por Katherine Pérez Quiñones, aguadeña y candidata doctoral en Planificación Comunitaria de la Universidad de Texas, y Milton Moreno Alma, residente de Espinar e historiador. La idea de tomar la escuela surgió luego de una conversación entre ambos sobre la necesidad de habilitar un espacio comunitario que atienda las distintas necesidades de las personas que allí residen. La estructura abandonada era el lugar ideal para crearlo. En ese momento, decidieron convocar vecinos y separar el 29 de octubre como el primer día de limpieza.
“Eso fue la semana pasada y ya metimos mano. Así, sin pensarlo mucho, pero con una idea bien clara de lo que queremos trabajar”, indicó Milton.
Al llamado respondieron cerca de una veintena de personas. En cuestión de horas, convirtieron un plantel completamente cubierto por vegetación en uno en el que ya se puede apreciar la estructura desde la carretera.
“Esto demuestra lo que podemos hacer desde la autogestión. No tenemos que esperar por el municipio, ni el gobierno ni por nadie. En poco tiempo pudimos encargarnos de una responsabilidad que la administración municipal y el gobierno había ignorado por años. La escuela representó en su momento algo muy importante para toda la comunidad; nos unía porque se prestaba para otros fines. Ahora, ni siquiera está en condiciones de usarse como colegio electoral”, señaló el también gestor cultural, que estudió ahí hasta sexto grado.
La escuela se compone de dos planteles. Mientras estuvo en funciones, un área fue escuela elemental y otra nivel intermedia. Actualmente, una de las estructuras es habitada por la Fundación Mi Gran Sueño, que provee servicios para menores con diversidad funcional.
“Hay una necesidad de espacio público en la comunidad y la escuela simboliza ese espacio público por excelencia al que se le puede dar mejor uso”, indicó Katherine, para luego añadir que entre las aspiraciones para el espacio está crear un comedor comunitario útil en emergencias.
“Cuando ocurrió el huracán (María), nos enviaron ayuda y suministros, pero la comunidad no tenía dónde recibirlos. Tuvimos que utilizar la casa de otra persona, cuando teníamos este espacio que podíamos haber aprovechado si hubiese estado en condiciones”, recordó Milton.
Actualmente, el barrio Espinar enfrenta la amenaza de una construcción del Cuerpo de Ingenieros de los Estados Unidos para canalizar el río Culebrinas, así como otros posibles proyectos turísticos que ponen en juego la biodiversidad del entorno.
Como planificadora, Katherine destacó la importancia de que el centro comunitario sirva para orientar a la comunidad y mantenerla organizada para poder hacer frente a estos desafíos.
“Desde la planificación se piensa en construir dejando a un lado la preservación de la cultura e historia de las comunidades. Así mismo ignorando la vida marina, flora y fauna, cuando es esencial tomar todo esto en cuenta para una buena planificación. No se trata de planificar desde un canvas vacío”.
“Al igual que la Reserva Natural del barrio, la escuela es un espacio rico en memorias, por lo que debemos buscar la manera de preservar lo que ya se tiene y mejorarlo”, explicó la estudiante doctoral.
Rescate de la memoria histórica
La creación de este centro comunitario no surge del vacío. De manera individual Milton y Katherine han gestado proyectos que buscan preservar la historia del barrio Espinar.
En el caso de Milton, lo que comenzó como la restauración de una casa antigua en la que pretendía vivir, pasó a convertirse en La Casa Museo Hermanas del Río, un lugar dedicado a contar la historia del barrio. El museo está ambientado con muebles isabelinos puertorriqueños y contiene una recreación del interior de una casona puertorriqueña de finales del siglo XIX. A esto se le añade un acervo fotográfico del siglo 19 que Milton, como historiador, ha estado recopilando. Con la creación del centro comunitario, se busca habilitar un espacio de archivo para preservar los documentos históricos.
Por su parte, Katherine está diseñando un proyecto para promover un diálogo sobre los retos y aspiraciones locales, integrando actividades como la historia oral, talleres y campamentos para jóvenes. Este proyecto forma parte de su investigación doctoral, con el que busca comprender los desafíos de planificación y mitigación que enfrentan comunidades en Aguada y Aguadilla. “Se busca ‘activar’ a la comunidad para que sea ella quien dirija las conversaciones sobre el futuro del barrio”, explicó.
Sobre sus conversaciones con residentes recordó que varias personas le hablaron de la necesidad de recuperar el centro comunal, que existió por mucho tiempo y cuyo cierre les afectó emocionalmente. Además, le contaron sobre cómo el barrio perdió poco a poco una cooperativa, correo, supermercado, garaje de gasolina y un teatro.
“Como profesional en el área de planificación, yo quisiera continuar educando y abogando sobre la importancia de estos espacios para el bienestar de las personas; en especial nuestros adultos mayores, que están muchas veces pasando sus últimos años aislados y siendo tratados como entes pasivos en nuestras comunidades. La gente que he entrevistado tiene una relación estrecha con su barrio. Entienden que el acceso a sus playas benefició su salud, recuerdan la felicidad que les causaba brincar por los mangles e ir a pescar jueyes con sus amigos y vecinos”, señaló Katherine Pérez Quiñones.
“Espinar es un barrio muy unido y hasta ahora hemos logrado muchas cosas sin tener un espacio físico, pero imagina lo que podríamos lograr con uno donde la comunidad sienta que tiene un lugar de pertenencia, un sitio que demuestra que estamos organizados. Creo que este lugar tiene el potencial de apoyarnos en muchas iniciativas importantes”, destacó Milton Moreno Alma.