La inmigración dominicana tiene rostro de mujer, pues según el Instituto Nacional de Migración, para el 2017, el 54% de las personas que emigraron de la República Dominicana fueron mujeres. De esas mujeres, más de un 90% enfrentó violencia física, más de un 80% sufrió violencia emocional y un 60% experimentó violencia sexual.
“Siempre se habla de que violan a las mujeres durante la travesía [de República Dominicana a Puerto Rico]. Yo me puse dos pantalones tan y tan ajustados que yo dije: si tratan de violarme, van a tener que matarme”, contó la inmigrante Aurora, seudónimo para proteger su identidad.
La historia de Aurora y otras como la de ella están recogidos en el libro Narrativas de lucha: mujeres inmigrantes y violencias de género en Puerto Rico, que el Centro de la Mujer Dominicana, a cargo de su gestión, presentó la noche del sábado, 25 de marzo, en celebración del vigésimo aniversario de la organización.
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Esta organización sin fines de lucro, con sede en Río Piedras, apoya a mujeres inmigrantes en la búsqueda de soluciones a los problemas que enfrentan en su diario vivir, que van desde la explotación laboral, hasta agresiones físicas y verbales de parte de sus parejas, como también de personas desconocidas.
Las problemáticas a las que estas mujeres se enfrentan surgen por la xenofobia, que se refleja en los ámbitos laborales, domésticos y sociales.
De acuerdo con la fundadora y directora ejecutiva del Centro, Romelinda Grullón, una de las narrativas con las que tienen que lidiar usualmente las inmigrantes es que se fueron de su país porque quisieron, como a modo de capricho y que, por tanto, no se deben quejar por sus condiciones de vida en el lugar al que llegaron.
“Nadie quiere abandonar su país. Nadie quiere dejar a sus hijos e hijas. Nadie quiere dejar su vida; a su gente”, explicó Grullón, quien es inmigrante dominicana.
Cuando las personas deciden marcharse de su país sabiendo que la travesía será una situación de vida o muerte y que sus condiciones de vida en el lugar al que llegan pueden ser deplorables, es evidente que la decisión no es impulsiva ni arbitraria y que parte de un lugar de necesidad y de urgencia, resaltó.
“Muchas veces nos dicen que no somos de aquí y eso es doloroso. Es importante reconocerlo y hablarlo. Es parte también del proceso de empoderamiento el saber que estamos aquí no porque queremos, sino porque estamos obligadas”, añadió Grullón.
“Pero se pueden ir cuando les dé la gana”, es otra de las expresiones que Grullón mencionó que se escucha frecuentemente al hablar de personas inmigrantes.
Sin embargo, la realidad es que no es tan sencillo. Muchas de las mujeres son jóvenes, son productivas y han comenzado una vida nueva en el país receptor. Con un estatus migratorio irregular, el regresar a su país de origen implicaría correr el riesgo de no poder volver.
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El Centro transforma vidas
“Yo estaba tan desgarrada cuando llegué aquí [al Centro de la Mujer Dominicana] y me siento tan y tan bien después de dos talleres. Me miro en el espejo y digo ‘a la verdad que tú has cambiado un montón. Yo no te conozco’. Nací el día en que llegué aquí. Yo me sentía tan mal. Me enfermé mentalmente […] tenía una depresión tan y tan grande. Tenía mucho coraje conmigo misma”. Así, Elithet Silva Martínez, coeditora del libro, comenzó a narrar otra de las historias de las mujeres que llegaron al Centro en busca de ayuda.
“Las chicas y nosotras, de verdad, somos comadres […] Los talleres me transformaron, me curaron. Yo tenía una herida abierta por dentro y poco a poco se ha ido cerrando. Pero, no ha sido sola. Ha sido por las muchachas, por los talleres, por Romelinda y por todas las chicas [del Centro]”, continuó.
“Me sentí en familia. Me sentí como si estuviera en mi casa, con mis hermanos, mis hijos y madre. Sentí apoyo. El Centro, para mí, significa mi segunda casa, porque cuando más triste yo estaba, ese fue mi refugio”, culminó de narrar Silva Martínez.
En ocasiones, dijo Grullón, cuando las mujeres se van del centro por un tiempo luego de haber recibido servicios psicológicos, de asesoría legal o de cualquiera de las otras ayudas que ofrece la organización, y regresan para visitar, se le hace difícil reconocer quiénes son por lo cambiadas que están.
Con el propósito de contar las luchas y superaciones de estas mujeres, se escribió el libro, que además de narrar experiencias de éxito, investiga y recoge datos de las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales de las mujeres inmigrantes en Puerto Rico.
“Estas historias tenían que contarse”, sostuvo Grullón, quien tambien coeditó el libro junto con Noelia Delgado Rodríguez y Delia Figueroa Ocasio.
Un trabajo en colectivo
Como es común, en especial, para organizaciones sin fines de lucro, gestionar e impulsar un proyecto como este no fue tarea fácil y contó con el apoyo de varias fundaciones. Entre estas entidades, algunas de las que se mencionaron fueron el Centro de Desarrollo de la Mujer Dominicana, la Unión General de Trabajadores, la Fundación de Mujeres de Puerto Rico y la Fundación del Banco Popular.
Asimismo, en la presentación del libro estuvieron presentes integrantes de la Colectiva Feminista en Construcción, la senadora y activista feminista Ana Irma Rivera Lassén, y José Rodriguez Perez, presidente del Comite Domincano de los Derechos Humanos en Puerto Rico.
En memoria de María Dolores Fernós
La velada se le dedicó a la memoria de la abogada y activista feminista María Dolores “Tati” Fernós.
“Este veinte aniversario me honra dedicarlo a una de las personas más extraordinarias que he conocido en mi vida; a una mujer pionera que impulsó la creación de movimientos y organizaciones feministas en Puerto Rico. Nuestra primera procuradora de las mujeres, y podemos decir que, hasta el momento, la única, quien trabajó intensamente en la formación del sistema jurídico de Puerto Rico a favor de miles y miles de mujeres. Una mujer valiente y visionaria […] Mi amada, querida y siempre recordada, María Dolores ‘Tati’ Fernós”, expresó, con emoción, Grullón.
Grullón también puntualizó que Dolores Fernós fue una de las personas claves para que el Centro de la Mujer Dominicana abriera sus puertas en el 2003.