Foto de Damary Burgos
Gracias a conocimientos ancestrales, historias y luchas ecológicas y premisas de las ciencias ambientales, sabemos que la vida planetaria es un inabarcable tapiz de relaciones y diversificaciones interdependientes en continuo devenir. Todas las especies, la nuestra incluida, forman parte del tejido vital. Fundamentado en la negación de esa certeza básica, un pequeño por ciento de grupos humanos a lo largo de varios siglos ha impuesto, a sangre y fuego, un régimen dominante caracterizado por el capitalismo extractivista, el cis-hetero-patriarcado, la colonización y la esclavización racistas. Ese régimen nos ha traído a esta era inefable de catástrofe climática y destrucción de la vida.
Los desarrolladores e inversionistas extranjeros de las firmas Reuben Brothers y Three Rules Capital, propulsores de “Esencia”, y sus cómplices puertorriqueños del partido en el poder, el PNP –que le han regalado, con dinero del pueblo de Puerto Rico, $497.7 millones en créditos contributivos y una larga lista de exenciones– pretenden destruir ecosistemas en 1,549 cuerdas de altísimo valor ecológico, arqueológico, social y estético en Cabo Rojo para construir una ciudad de lujo con más de mil residencias, tres hoteles, dos campos de golf, dos centros comerciales y mucho más.
El perfil de los desarrolladores e inversionistas, así como el concepto, diseño y mercado meta del megaproyecto y lo que están en disposición de arrasar ofrecen una evidencia incuestionable: “Esencia” es para la clase billonaria, compuesta por un ínfimo número de personas, la mayoría proveniente del Norte Global y ejemplo (o ferviente adepto) del régimen moderno dominante al que hice referencia. El reverso de esa evidencia es igualmente claro: “Esencia” va contra las mayorías puertorriqueñas, que, según datos censales, se componen principalmente de poblaciones identificadas como alguna combinación de mujeres (o personas femme), negras, afropuertorriqueñas o no blancas, obreras y desempleadas, al borde o por debajo del nivel de pobreza.
Cualquier comparación con “desarrollos” ligeramente parecidos en nuestro país, así como en el Caribe y América Latina, demuestra que provocan gentrificación y el desplazamiento de comunidades originarias, y que quienes quedan se ven forzadxs a trabajar en empleos precarios con roles de servicio. Me remito al análisis de solo dos ejemplos de la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) de “Esencia”, que se discutirá en vistas públicas este 6 y 7 de marzo de 2025. El plan consignado en la DIA estipula que lxs empleadxs tendrían una entrada única al proyecto (BOH [back of house] access en el plano conceptual) y staff housing en un área BOH del enclave (DIA, Tomo 2, pág. 1716). Así, las personas caborrojeñas y de pueblos limítrofes que ocuparían los empleos tan cacareados como aspecto positivo de “Esencia” serán tratadas y aisladas como una subclase de staff. No debería ser necesario explicar los antecedentes históricos en el Caribe y América Latina a los que esta disposición espacial se asemeja. Asimismo, tomando en cuenta las estadísticas de género de la zona (DIA, Tomo 2, págs. 1314-1315) y, a nivel global, de la empleomanía de servicio en hoteles y zonas turísticas (véase el más reciente “Global Report on Women in Tourism” de la World Tourism Organization de la ONU), el staff de “Esencia” sería predeciblemente de clase obrera, racializado y, en gran proporción, femenino.
En cuanto a las premisas demográficas de clase y raza, de hecho, el “Estudio de Justicia Ambiental”, comisionado a la firma Estudios Técnicos llega a conclusiones, como poco, erróneas. Si, como se consigna en la DIA (Tomo 1, págs. 174-175) a partir del informe de Estudios Técnicos, en el barrio de Boquerón (la única “Community of Concern” [CoC] del estudio) hay un por ciento elevado de desempleo y la mayoría de la composición étnicorracial, no solo de la CoC, sino de todo Puerto Rico, se considera “minoría” en los términos censales, entonces es inconcebible que “el análisis [de justicia ambiental] por grupos étnicos no procede” (DIA, Tomo 1, pág. 174). Por el contrario, tomando en cuenta los principios internacionales de Justicia Ambiental, “Esencia” sería la más plena injusticia ambiental precisamente porque su impacto ambiental afectaría desproporcionadamente a sectores demográficos considerados “minorías” que, en la zona de impacto, son la mayoría. Por otra parte, el “estudio” referido no contempla el carácter histórico de Boquerón (y de Los Pozos) como espacio seguro y bastión de afirmación, memoria y lucha de las comunidades LGBTIQ+ del oeste.
El caso de “Esencia” es paradigmático de la catástrofe climática que, como hemos visto, es cis-hetero-patriarcal, capitalista y racista, mientras que la lucha en su contra es feminista, anticapitalista, antirracista y LGBTIQ+ porque es por la vida y la naturaleza en todas sus diversidades, así como por la memoria, la historia y la existencia misma de nuestro país. Nos encontramos ante una coyuntura definitoria del futuro de Puerto Rico: por un lado, venta, subasta, elitización, expulsión, explotación y empobrecimiento a una escala proporcionalmente total (respecto al tamaño de nuestro archipiélago) de la naturaleza, los bienes comunes y el cuerpo mayoritario de nuestra sociedad antillana (en términos de género, sexualidad, raza y clase) o, por el otro, defensa y preservación del país en sí mismo, de lo nuestro, lo común, lo esencial, la vida.