Fotos por Ana María Abruña Reyes
Desde tempranas horas en la mañana de un lunes, la planificadora ambiental Valeria Bonazo Suazo trabaja en su escritorio desde la sede del Instituto de Investigación y Planificación Costera de Puerto Rico (CoRePI-PR, en inglés), en Plaza Universitaria del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR). La investigadora evalúa el cambio de ancho de playa durante el período de septiembre 2017 a julio 2018. Junto a sus colegas, presentará el 27 de este mes los resultados de la cuarta parte del estudio El estado de las playas de Puerto Rico posthuracán María.
Minutos después de que Bonano Suazo inició su análisis con Sistemas de Información Geográfica, tres asistentes de investigación llegan a la sede de CoRePI-PR. Bajo la supervisión de su directora, la doctora Maritza Barreto Orta, estas académicas combinan su experiencia como estudiantes de la Escuela Graduada de Planificación (EGP) de la UPR, con la participación en trabajos de investigación en los cuales se puedan generar datos para ser analizados por funcionarios y organizaciones de los 44 municipios costeros del país.
Son apenas las 9:30 a.m. y esta oficina en el segundo piso de Plaza Universitaria ya cuenta con la presencia de cinco mujeres que reflexionan sobre los posibles planes de acción, así como estrategias de adaptación y mitigación para aquellas comunidades costeras que, en los últimos años, han lidiado con la erosión acelerada y otros efectos adversos relacionados con la actual crisis climática.
Informes como los divulgados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas resaltan la necesidad de integrar plenamente a las mujeres en los procesos decisionales relacionados con la crisis climática. Si bien los retos ambientales actuales afectan a todo el planeta, las desigualdades sociales, incluyendo aquellas por razón de género, provocan que los procesos de recuperación no se trabajen de manera equitativa a nivel de comunidades y regiones.
Asimismo, en el contexto de Puerto Rico, luchas ambientales del pasado y la actualidad han estado marcadas por los estilos violentos de algunas figuras públicas que llegan a comunidades costeras con actitudes hostiles y ansias de protagonismo.
Esa cultura de violencia, que, en ocasiones, también minimiza las aportaciones de las mujeres en los temas ambientales, es precisamente uno de los aspectos que las investigadoras de CoRePI-PR y estudiantes de la EGP desean cambiar.
“Me parece importante que el rol de las mujeres esté presente en la toma de decisiones, en la participación y creación de políticas públicas. Al momento de decidir estos cursos de acción, creo que como equipo, y con esta representación de las mujeres, se van a tomar cursos de acción que no sean violentos, que tengan en cuenta las necesidades de las mujeres, que tengan en cuenta que en estos espacios hay comunidades vulnerables”, explicó la estudiante graduada e investigadora del instituto Nias Hernández Montcourt.
Desde el año 2019 al presente, el número de personas que laboran en CoRePI-PR cada semestre fluctúa entre 14 y 20. La mayoría del equipo son estudiantes del Recinto de Río Piedras de la UPR. De ese número, entre 60% y 70% del grupo son mujeres, indicó Barreto Orta a Todas.
“Para mí, es un honor tener un equipo tan especial, yo le digo el dream team. Todos los asistentes, y en especial las asistentes mujeres, han representado al instituto dondequiera que se meten, en las buenas y en las malas. Nos metimos una vez en una costa y las personas representando a un municipio, no nos aceptaban. Me acuerdo que una de las frases era: ‘¿qué hacen estas [mujeres] aquí?’. Para nosotras, eso fue terrible”, narró Barreto Orta, quien es, además, catedrática en la EGP.
Pero, el rechazo que todavía persiste entre algunos miembros de la academia y funcionarios públicos hacia las mujeres que hacen trabajo costero científico no intimida a las mujeres de CoRePI-PR. Por el contrario, las motiva a continuar haciendo proyectos de investigación desde acercamientos transdisciplinarios, científicos y comunitarios.
Por ejemplo, fue desde este instituto costero que salieron los datos para que, en diciembre del 2021, el Servicio Geológico de los Estados Unidos adoptara las líneas de costa para Puerto Rico y las integraran al documento del National Shoreline Change.
Si bien quienes trabajan en CoRePI-PR están mayormente adscritos a la EGP, el trasfondo de cada integrante es diverso. Entre las estudiantes investigadoras, hay una gama de preparaciones académicas producto de los bachilleratos que hicieron previo a convertirse en estudiantes graduadas. Algunas de las áreas representadas dentro del equipo del instituto son Geografía, Biología, Ciencias Ambientales, Geología, Historia, Periodismo, entre otras.
Esa diversidad de voces y perspectivas permite que el estudio de costas sea uno abarcador y transdisciplinario. A su vez, facilita el intercambio de saberes con las comunidades costeras con las cuales se colabora.
Integración con las comunidades costeras
“Parte de la estrategia es poder dar herramientas a la gente sin tener la necesidad de contar con instrumentos que son caros o que son inaccesibles para ejercicios como medir el ancho de playa. El propósito es que la gente pueda monitorear con información tangible, ver lo que saben ya de antemano. La gente en las comunidades sabe. Están toda la vida mirando a la costa. Con esta información lo validan”, expresó Brittany Ubiñas, quien también forma parte de las asistentes de investigación y estudiantes de la EGP.
El equipo de CoRePI-PR está consciente de que su trabajo principal es investigar y compartir datos que puedan aportar a generar planes de acción dirigidos a enfrentar la crisis climática. Sin embargo, reconocen que su trabajo es uno de facilitar y no de imponerse o caer de paracaídas en las comunidades que llevan años luchando y comprendiendo las transformaciones de sus costas.
“Todo lo que hacemos se integra de forma que [las comunidades] quieren saber cómo se miden las costas. Quieren de forma sencilla usar una regla y poder medir las playas, y ellos mismos levantar datos y ser científicos dentro de la comunidad. También, nos comparten vivencias sobre cómo viven y perciben los cambios. Nos dan insumo y nosotros le devolvemos el conocimiento y las herramientas para que puedan ser activos en sus comunidades y levantar datos”, dijo, por su parte, Bonano Suazo.
“Los hallazgos que estamos sacando definen el curso futuro de lo que hay que trabajar en la costa porque estamos recibiendo cambios extremos y hay que lidiar con eso”, agregó Ubiñas.
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