La relación profesor-estudiante es una de poder, indistintamente de si quien ejerce la docencia trate de promover prácticas más democráticas dentro del aula. Es la profesora o el profesor quien escoge y organiza los temas del curso, evalúa la gestión de sus estudiantes y asigna una calificación al finalizar el semestre. No obstante, dentro de esta realidad de una relación desigual, existen docentes que hacen el esfuerzo de promover prácticas y actitudes más empáticas hacia sus estudiantes.
En algunos casos, quien dirige el curso está consciente de que los trasfondos de cada estudiante son diversos, que los niveles de aprendizaje y participación varían por persona, que las necesidades corporales no son homogéneas entre la población universitaria y que la mayoría de quienes se matriculan en la clase tiene uno o varios trabajos para poder subsistir económicamente.
Esta comprensión y empatía hacia les estudiantes no debe confundirse con renunciar a la rigurosidad académica que debe caracterizar cualquier curso o gestión universitaria. Se trata más bien de reconocer la humanidad de cada persona que, a pesar de vivir un país en donde las políticas de austeridad y la precariedad económica son cada vez más la orden del día, decide emprender la travesía de ingresar a la universidad con la meta de mejorar su futuro y el de Puerto Rico. Acciones sencillas como preguntar al principio del semestre los pronombres utilizados por cada estudiante, tener la disposición de entender las solicitudes de acomodo razonable y educarse constantemente en temas de diversidad, representan algunas de las gestiones que un docente puede emplear en aras de promover un ambiente saludable en y fuera del salón de clases.
Lamentablemente, existen muchos profesores que insisten en utilizar el discrimen y la amenaza como su carta de presentación. Una nota publicada el pasado mes por la Unidad Investigativa de Género del Centro de Periodismo Investigativo y Todas reveló que el sílabo de un profesor de la Facultad de Ciencias Sociales en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) utiliza lenguaje discriminatorio hacia las madres y personas gestantes que se matriculan en sus cursos. En una sección del documento, se dirige hacia las estudiantes que su embarazo “Fue tu decisión. Es tu responsabilidad”, al tiempo que les advierte de que no utilicen su situación como “una muletilla”.
Más allá de del tono amenazante en el cual se promueve un clima hostil hacia aquellas personas gestantes que deseen matricularse en los cursos de este profesor, el discurso expuesto en su sílabo es uno violento que se asemeja a los argumentos utilizados por los grupos que se oponen al derecho al aborto. Con frecuencia, escuchamos a grupos fundamentalistas religiosos decir que no debemos proteger el derecho al aborto porque “fue la decisión y responsabilidad” de la mujer que sostuvo relaciones sexuales. Tal planteamiento, además de misógino, parte de una visión limitada sobre aspectos básicos de la educación sexual y la salud pública. Es una afrenta en contra del derecho a la salud y una vida digna.
¿De qué vale tener el reconocimiento como académico de buena reputación si se falla en lo básico, que es el trato a les estudiantes? ¿De qué vale obtener certificaciones de educación continua en estrategias contemporáneas de avalúo y metodologías de investigación, si no se respeta la diversidad y amenaza a quienes se matriculan en tus cursos? La educación continua también debe incluir cursos de sensibilidad y perspectiva de género. Los cursos dirigidos a orientar docentes sobre el hostigamiento sexual, el cumplimiento con el Título IX y el acomodo razonable deben fortalecerse para también crear conciencia sobre las necesidades de las diversas poblaciones universitarias, incluyendo las personas gestantes.
Asimismo, los decanatos académicos deben ser más rigurosos en la fiscalización de los sílabos. La libertad de cátedra no debe usarse como pretexto para discriminar. La población estudiantil del Puerto Rico de hoy no es la misma de la época cuando muchos profesores hicieron su bachillerato en la UPR. Hay que atemperarse a unas realidades. Reconocer el perfil del estudiante actual es una de las asignaturas pendientes en los procesos de educación continua del docente.