(Foto por engin akyurt en Unsplash)
Cuando comenzó, en marzo, la pandemia de la COVID-19 en Puerto Rico, la vida de Morena —seudónimo seleccionado por elle para proteger su identidad— dio un cambio significativo. Le trabajadore independiente, residente en Santurce se encontró, de momento, sin generar ingresos.
Ante la inestabilidad económica, la ansiedad que le producía la incertidumbre le movió a vender, por una plataforma en línea, fotos y vídeos eróticos.
“Antes de crear contenido, no estuve haciendo dinero durante semanas. Pero, una vez comencé en agosto a vender contenido sexual, empecé a generar más ingresos que antes. Me fue tan bien, en ese momento, que, ahora, pago mi renta y mis necesidades básicas solamente del contenido [digital] que hago. La pandemia me hizo ver que necesitaba obtener ingresos de otra manera, y comencé a hacer trabajo sexual”, narró a través de una videoconferencia.
En Puerto Rico, el Código Penal prohíbe cualquier acto de trabajo sexual, incluyendo la venta de material pornográfico, los bailes exóticos, los servicios de acompañamiento conocidos como “escorting” y el sexo por dinero, entre otros. No obstante, la ilegalidad no impide que personas, como Morena, decidan adentrarse a esta práctica, ya sea como mecanismo de supervivencia o por placer. Debido a la recesión económica causada por la actual crisis de salud, no es de extrañar que personas hayan recorrido a este trabajo para subsistir.
Insuficientes los ingresos
Así es el caso de Sandra, de 20 años, quien perdió su empleo como cajera luego la llegada de la COVID-19, por lo que decidió, en agosto, intercambiar contenido explícito por dinero. Pero, la joven residente en Caguas aclaró que “no puede vivir” del trabajo sexual, de modo que, por ahora, es “un resuelve”, según ella.
Para Scarlett Cabaret, estudiante universitaria de 22 años, el trabajo del sexo, aunque no cubre todas sus necesidades de dinero, la ayuda a “poner comida en la nevera”.
“He estado en situaciones económicas bien intensas, en las que tengo que escoger entre comer o llegar a lugares [por la gasolina], y, genuinamente, el trabajo sexual ha hecho eso menos intenso; no tengo que sacrificar tanto la comida. Y eso, para mí, ha sido espectacular”, comentó la residente en Bayamón, quien realiza, desde hace tres años, encuentros sexuales y vende fotos y vídeos eróticos.
Incluso, antes de la COVID-19, Cabaret tenía planes de comenzar a trabajar en un strip club en la isla, pero no se concretaron por la pandemia, que también le hizo perder su trabajo en un restaurante. Además, la colocó en más desventaja, debido al impacto del coronavirus en la economía de las personas que reciben sus servicios o consumen su material ilícito.
“Ahora, la gente está económicamente apretada, así que no tengo tantos compradores de contenido. Mis clientes están en una situación económica que tampoco pueden darme tanto dinero como antes. Estoy recibiendo un 50 por ciento menos de lo que antes recibía, y eso es siendo generosa”, detalló preocupada.
Esta misma realidad la experimenta Lola Suicide, una bailarina exótica, vendedora de contenido sexual y sexoservidora de 28 años, quien hace siete meses trabajaba en un strip club, en Isla Verde. No obstante, el lugar cerró ante el cierre ordenado desde el Ejecutivo para combatir la crisis sanitaria, indicó la también vecina de Bayamón.
“Ahora mismo, por cuestiones de la pandemia, he estado bien afectada. Antes, hacía, por lo menos, de $200 a $500 semanales, y ya estoy al nivel de que si hago $60 en un día es mucho”, lamentó la madre de tres hijos quien ingresó, en el 2012, a la industria del sexo ante la falta de espacios laborales para ejercer la profesión que estudió en una universidad del país.
Su salud mental no debe quedar atrás
En entrevistas separadas, Morena, Sandra, Cabaret y Suicide coincidieron en que, desde que inició la pandemia, han experimentado más ansiedad y estrés a causa de los retos que trae consigo la COVID-19, como el riesgo de contagiarse con el virus que provoca la enfermedad y los pocos ingresos económicos que reciben.
En el caso de Cabaret, la crisis de salud pública agravó su ansiedad crónica y sus trastornos alimenticios. Según dijo, le tomó meses estabilizarse. Además, aseguró sentir mayor miedo y preocupación, pues, al interactuar físicamente con sus clientes, se expone a contraer el virus y a contagiar a su familia.
“A veces, haciendo el encuentro, me da miedo, porque son dos semanas de incubación en las que puedes tener el virus dentro de ti, y no sabes. Así que, las pocas veces que hago mis encuentros, los realizo en tiempos distantes para tener esas dos semanas de verificación y asegurarme que no esté contagiada”, relató la joven, quien considera que sus servicios son una extensión de su parte sensual y sexual.
Mencionó que siempre habla con sus clientes para que se realicen la prueba de la COVID-19, y les pide que le muestren los resultados antes de cualquier práctica sexual física.
“Con mi salud, no me gusta jugar”, enfatizó Cabaret.
De acuerdo con la psicóloga María Rodríguez Vidal, las personas que realizan trabajo sexuales presentan un alto riesgo de contagio de “muchísimas” condiciones y enfermedades, porque “no cuentan con un espacio saludable, en donde puedan ejercer su trabajo, o que cumpla con los estándares de salud”.
“Es importante resaltar, y más en esta pandemia, que estas personas que ya tienen una condición de salud mental no ignoren su diagnóstico, pues los síntomas podrían exacerbarse y poner su vida en riesgo”, manifestó la también educadora.
Entre lo que se aconseja para las personas que experimentan estrés, ansiedad, depresión o cualquier trastorno de salud mental, Rodríguez Vidal dictó lo siguiente: buscar ayuda profesional, identificar un pasatiempo o conducta que les haga sentir bienestar, un espacio en donde puedan centrarse en sí mismes y ejercicios de respiración profunda.
Bienestar sexual en medio de la pandemia por COVID-19
Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, la COVID-19 se transmite a través del contacto cercano entre personas que están a menos de seis pies de distancia. Esta indicación representa un reto para los trabajadores sexuales que necesitan de la interacción física para producir dinero. Sin embargo, existen distintas maneras de evitar el contagio del coronavirus cuando se interactúa física y sexualmente con una persona.
La masturbación conjunta o cercana —masturbarse en el mismo espacio, pero sin tocar a la otra persona—, el uso de mascarillas, el desinfectar el área en donde sea el encuentro, el evitar los besos y el no tocarse los rostros son algunos consejos que los trabajadores del sexo deben seguir, de acuerdo con la sexopedagoga Aisha Molina-Calderón.
“Es importante que se le dé apertura a la creatividad sexual, que siga habiendo algún estímulo, pero con contacto mínimo. Por ejemplo, se puede recurrir a un ‘striptease’ o baile erótico. Además, para el sexo oral, se recomienda abrir un condón y utilizarlo como barrera; para la masturbación, se puede utilizar [también como barrera] un guante látex”, subrayó la fundadora del colectivo Sexgnosis.
También, la investigadora social informó que, hasta el momento, no se ha encontrado que la COVID-19 se transmita por el semen ni por los líquidos vaginales, pero sí mediante la saliva. En cambio, comentó que, a través de las heces fecales, se ha encontrado el virus, por lo que no se recomienda ningún tipo de actividad de boca y ano.
Una realidad desatendida
Como el trabajo sexual es un acto ilícito en Puerto Rico, no hay cifras oficiales que muestren la magnitud de la comunidad de trabajadores sexuales, según el sociólogo César Rey Hernández. No obstante, agregó que “se sabe que históricamente ha existido”, pero que el gobierno, y la sociedad, la invisibiliza, la estigmatiza y la margina.
De igual modo, el coordinador de servicio directo del Proyecto Matria, José Galarza Flores, destacó que el Estado tiene “mucha responsabilidad” en relación con los problemas que enfrenta esta población.
“El gobierno debe tomar medidas para proteger los derechos humanos de toda la ciudadanía. A los trabajadores sexuales, se les violan sus derechos todo el tiempo. No se trabajan con legislaciones que garanticen las protecciones que necesita este sector en el acceso a la salud”, expresó el trabajador social.
“Siento que a mí el gobierno me [ataca] y me castiga por ser trabajadore sexual. Me merezco tener cubiertas mis necesidades básicas. Me merezco eso, tú te lo mereces y todo el mundo se lo merece. [Mis derechos] no deberían ser un lujo”, reclamó Morena con seguridad.