En un rincón del Medio Oriente, donde las fronteras son tanto líneas en los mapas como cicatrices en la historia, surge la voz de Mara Youssef, una periodista independiente cuya vida es un testimonio de resistencia. Desde su infancia en Jordania hasta su papel actual como periodista en una región marcada por conflictos, Mara ha encontrado en el deporte una forma de redefinir la esperanza.
“Soy originaria de Palestina, nacida y criada en Jordania”, dice. Desde su niñez, Mara vivió en una encrucijada cultural y geográfica, con raíces profundas en una tierra marcada por el desarraigo. Jordania, un país cuya geografía abarca desde el valle del Jordán hasta el desierto de Wadi Rum, es un puente natural entre Asia, África y Europa, pero también un recordatorio constante de su ubicación en una región cargada de tensiones. Su formación en periodismo y medios, completada hace una década, fue la primera herramienta que empleó para contar las historias que otros pasaban por alto.
En Jordania, país cuya población supera los 10 millones, casi la mitad tiene raíces palestinas, un legado de la Nakba de 1948. Este evento, que desplazó a más de 700,000 palestinos, redefinió la demografía del Medio Oriente y dejó huellas profundas en generaciones posteriores. Mara creció consciente de esta dualidad cultural, que marcó tanto su identidad como su perspectiva profesional.
Cuando estudiaba periodismo en Amán, estalló la guerra en Siria en 2011, generando una ola de refugiados que buscaron asilo en Jordania. “Comencé a ejercer de voluntaria como parte de un equipo de emergencia en los campos de refugiados sirios alrededor de Jordania”, relata. Este periodo marcó el inicio de su compromiso con las comunidades vulnerables y su deseo de documentar las historias humanas detrás de los titulares.
La crisis siria no solo alteró el panorama demográfico de Jordania, sino que también supuso un desafío para sus recursos limitados. Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el país alberga a más de 760,000 refugiados registrados, aunque la cifra real podría ser mucho mayor. La guerra en Siria, que ya ha cobrado más de 500,000 vidas según estimaciones de organizaciones internacionales, es un conflicto cuyo impacto se siente más allá de sus fronteras inmediatas.
La pandemia y una revolución sobre ruedas
La pandemia de COVID-19 trajo consigo cambios inesperados. “Durante la pandemia, los jordanos comenzaron a utilizar la bicicleta porque no podían usar los vehículos”, explica Mara. Como ciclista apasionada, vio en este cambio una oportunidad para narrar una transformación cultural. Publicó un reportaje en una revista regional destacando cómo el uso de la bicicleta pasó de ser algo poco común a convertirse en una revolución social. Nadie antes de la pandemia la usaba. Ahora, todos los jordanos están convirtiéndose en ciclistas.
En una nación donde el transporte público es limitado y las carreteras están diseñadas principalmente para automóviles, este cambio representó más que una simple adaptación: fue un paso hacia la sostenibilidad y la salud comunitaria. Jordania, con su alta dependencia de las importaciones de petróleo y una economía frágil, ha buscado alternativas para reducir su huella de carbono y fomentar medios de transporte más accesibles.
Para Mara, el deporte no es solo una actividad física, sino un pilar para construir comunidades más fuertes. “Si tienes una generación sana, tienes una comunidad sana”, afirma. Esta convicción la llevó a organizar la primera liga de fútbol femenino en el campamento de refugiados de Zaatari, un espacio donde el deporte se convirtió en un albergue para jóvenes que enfrentan un futuro incierto. “Trajimos un comentarista, imprimimos camisetas con los nombres de los jugadores, recreamos la atmósfera de un estadio”, recuerda con orgullo.
El campamento de Zaatari, establecido en 2012, es hogar de aproximadamente 80,000 refugiados sirios. Situado cerca de la frontera con Siria, este campamento se ha convertido en una ciudad improvisada, con escuelas, mercados y espacios deportivos. En medio de condiciones difíciles, el fútbol ofreció una válvula de escape y una forma de empoderar a las jóvenes. Según un informe del Banco Mundial, los refugiados en Jordania enfrentan una tasa de desempleo superior al 40%.
Jordania, como otros países de la región, enfrenta desafíos únicos. Desde la falta de infraestructuras para ciclistas hasta los riesgos que conlleva practicar deportes en las carreteras, la vida de los deportistas, en general, es un reto mayor. “Perdí a un amigo en 2017 mientras entrenaba en la carretera del aeropuerto. Fue golpeado por un conductor ebrio y murió al instante”, recuerda Mara.
Ser mujer periodista especializada en deportes en Jordania, también añade otra capa de complejidad. “Nadie está tomando este campo tan en serio como debería”, señala. Sin embargo, Mara persiste, viendo en cada reportaje una oportunidad para desafiar estereotipos y abrir nuevas puertas para las generaciones futuras.
Deporte y política: una relación complicada
“El deporte abarca todo, y el dinero trata de controlar todo”, destaca, citando como ejemplo a Arabia Saudita y su creciente inversión en eventos deportivos globales como herramienta de poder. “Traer a Cristiano Ronaldo a jugar en la liga de Arabia Saudita no es solo un movimiento deportivo, es una estrategia política y económica”, añade, haciendo referencia a lo que representa el deporte en el marco de la Visión 2030 del Gobierno Saudí.
La geopolítica de la región, con Jordania rodeada por países como Irak, Siria, Israel, Cisjordania y Arabia Saudita, influye en todos los aspectos de la vida, incluido el deporte. Las tensiones fronterizas, como la vigilancia constante en la frontera jordana-siria para prevenir infiltraciones, y los intereses económicos moldean las prioridades nacionales.
“La situación no es tan buena, pero la gente tiene derecho a estudiar y moverse, aunque a veces necesitan permisos para salir”, explica. Su experiencia trabajando en el campamento de Zaatari le permitió comprender de cerca las luchas y aspiraciones de estas comunidades. No obstante, reconoce que aunque Jordania ha mantenido una política de puertas abiertas, las restricciones de movilidad y los recursos limitados dificultan la integración de los refugiados en la sociedad.
“Desearía que pudiéramos vivir una vida normal sin guerras. Pero en una región llena de petróleo y dinero, todos intentan controlarla”, dice. Para Mara, el deporte sigue siendo una herramienta poderosa para conectar a las personas, sanar heridas y construir un futuro más prometedor. Asegura que a través del periodismo continuará resistiendo.