Sonia Quezada llegó al albergue Casa Protegida Julia de Burgos, en el 2019, cuando comenzó a recibir asistencia como víctima de violencia doméstica. No estaba sola. Estaba acompañada de su hijo, quien hoy tiene 9 años.
Cuando apenas sentía que, con la ayuda sicológica, un techo seguro y apoyo a su hijo, tomaba control de su vida, llegó la COVID-19 y el encierro en marzo de 2020. Las preocupaciones llegaron sin aviso.
Aunque estaba libre de violencias, continuaba lidiando con las secuelas, y se multiplicaron las jornadas. En ese momento, como muchas madres, Quezada tuvo que buscar la manera de darle continuidad a la educación de su hijo, con limitaciones de equipo tecnológico y de servicio de Internet. Asumió otra faceta, la de maestra.
“La ayuda, en este cuido, ha sido como el oasis en el desierto en medio de tanta tempestad. Somos mujeres que hemos venido de una situación bastante lastimosa, y encontrar un lugar como este, es una bendición”, expresó la madre dominicana, con una voz de alivio, mientras enumera los servicios que ha recibido en especial del Programa de Niñas y Niños.
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El Programa de la Niñez de Casa Protegida Julia de Burgos (Casa Julia) está dirigido a trabajar con las hijas e hijos de las participantes del Programa de Albergue, el Programa de Vivienda Permanente y el Programa de “Rapid Re-Housing”, estos últimos subvencionados por el Departamento de Vivienda Federal (HUD, por sus siglas en inglés). Antes de la pandemia, el servicio se centraba, principalmente, en sicoterapias, tutorías, cuido, dinámicas y talleres socioeducativos. Sin embargo, los servicios se reenfocaron para darles a asistencia a las madres en la educación de sus niños. El programa cuenta con un área para infantes (0-3 años), preescolar (3-6 años) y escolar (7 años en adelante).
“Antes de la pandemia, iban a las escuelas y, una vez salían, hacíamos la ruta escolar. Les dábamos tutorías y talleres en el programa. Ahora, con la pandemia, hemos tenido que reorganizarnos para poder atenderles directamente con sus necesidades académicas. Se traen aquí y se conectan para sus clases virtuales”, explicó una de las facilitadoras Inés Marrero, quien, seguramente, hará nuevos ajustes por la reintegración de los algunos de los niños a los planteles escolares.
Ante los retos académicos, el espacio del programa se transformó. Se tuvo que habilitar con acrílicos en las mesas. También, la administración de Casa Protegida Julia de Burgos asumió los gastos de servicio de Internet con mayor velocidad, mascarillas para las niñas y niños y el personal, máquinas de desinfección, productos de limpieza, el desarrollo de un protocolo de mitigación de riesgos, entre otros.
“Ha habido un aumento de gastos para mantener la operación del programa y brindarles acceso a niños y niñas que no tienen Internet en sus casas, y para que cuenten con ese refuerzo presencial que dan las facilitadoras”, mencionó, por su parte, la directora ejecutiva de Casa Julia, Coraly León.
León puntualizó que, a través de la Red de Albergues de Violencia Doméstica de Puerto Rico, se solicitó al Departamento de Educación equipo tecnológico para atender a esta población cambiante. Educación entregó equipos a los menores, y si dejaban el programa, no se le podía dar continuidad a las tareas de otros niños.
Por tanto, ante este grupo cambiante, el programa tuvo que conseguir computadoras y tabletas por otras vías para agilizar los servicio educativos, pues el Departamento de Educación comenzó a suplir a los menores en septiembre y octubre pasado. La emergencia de salud inició en marzo de 2020. Aún no han tenido respuesta de Educación sobre su solicitud.
Ante el reto del aburrimiento de los menores
El sicólogo Francisco Parga ofrece servicios de sicoterapia a los participantes del programa, y también tuvo que adaptarse a la nueva realidad de comunicación virtual para continuar con los procesos de sanación.
De utilizar juegos para provocar conversaciones y evaluar conductas, como era antes de la pandemia, Parga tuvo a que hacer reuniones por Zoom, en las que se mantenía alerta ante el posible aburrimiento de los niños, que, advirtió, puede tener como consecuencias episodios de ansiedad y depresión.
“Al perder esos juegos en los que desarrollan destrezas o promueven una conversación, nos movimos a Zoom para compartir. Comenzamos a pintar y mostrar nuestros proyectos, porque uno de los problemas que no parece grave, pero es bien serio, es el aburrimiento. El aburrimiento desemboca en depresión y ansiedad, y, en algunos casos, puede ser severo. Trabajé actividades de distracción”, comentó el sicólogo sobre su mayor preocupación con esta población que, además, trabaja las secuelas del maltrato que recibieron sus madres y los menores como parte del ciclo de la violencia doméstica.
“Como adultos, podemos pasar días sin la necesidad de conversar, pero un niño está en desarrollo y su cerebro está en desarrollo. Necesita hablar, tener conexión social y moverse. Cuando se da la oportunidad de regresar, volvemos a la oficina para continuar con la sicoterapia”, añadió el profesional de la salud mental.
Sobre estas etapas de los niños que han sido testigo de la violencia doméstica, Sonia Quezada recordó que su hijo tenía un semblante triste que no le permitía cumplir con sus responsabilidades escolares.
“Cuando vivíamos violencia, siempre estaba triste. Uno no puede ser madre, maestra, padre. Era un niño de D. Ellos captan todo. Ahí, el dolor es fuerte. Ahora es estudiante de A. El niño vivía en un ambiente que no era saludable. Cuando vives en un lugar, donde no hay sosiego, no tienes amor, te sientes odiado, lastimado, eso pasa. Aquí, es nuestra protección, nuestro techo. Ojalá muchas madres salgan de las manos del yugo que te maltrata”, comentó Quezada, quien dijo que, sin la ayuda sicológica y la tranquilidad de que su hijo recibe tutorías, no seguiría avanzando.
Casa Protegida Julia de Burgos es el primer albergue para mujeres víctimas sobrevivientes de violencia doméstica que se estableció en Puerto Rico en el 1979. Como parte de sus servicios, elabora planes de escape, de seguridad, ubica a las madres y niños en espacios seguros y ofrece servicios psicológicos y legales para que las mujeres retomen sus vidas.
Para los servicios y orientación, puede comunicarse al (787) 723-3500 y (787) 548-5290.
Cómo puede ayudar a Casa Julia
Si usted quiere colaborar con Casa Protegida Julia de Burgos, puede realizar su donación a través de los siguientes métodos:
• Ath móvil: Donar/CasaJulia
• PayPal: apoyoajulia@gmail.com
• Banco Popular de Puerto Rico: 027-256995
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