Fotos de supakid
La humildad de Raquel Berríos, vocalista del dúo Buscabulla, es lo que menos se refleja en las fotos. No se trata de una humildad insegura, sino de esa que solo una madre, deseosa de hacerte sentir en casa, puede evocar. Si tienes una “amiga mamá” que cuida de sus amigos después de una larga noche de tragos y vergüenzas, esa es Berríos.
La acompañé una tarde a una sesión de fotos en un estudio de Santurce, con bossa nova y David Bowie sonando en la bocina. Aunque ella tenía la excusa perfecta para comportarse como una total diva mientras trabajaba en la promoción de su nueva canción, 11:11, lo primero que hizo fue asegurarse de que supiera dónde estaba la comida. “Por ahí tenemos quesitos y hummus. También, unas botellas de agua”, dijo mientras apuntaba a la picadera.
Con el clic de la cámara en el fondo, su expresión cambiaba de leona furiosa a una de sonrisa cálida. Sus amistades le gritaban “¡tú eres una jefa!” y “¡tú mandas!”, mientras ella portaba la actitud de una mujer que disfruta lo mejor que tiene que ofrecer los 40s: el privilegio merecido de exigir y la disciplina de repetir algo hasta hacerlo bien.
“Soy virgo”, comentó la cantante de 42 años para explicar su pulsión por la perfección y el orden.
Una generación de jóvenes forjaron sus momentos más formativos con Buscabulla de fondo.
Antes de su colaboración con Bad Bunny en 2022, las canciones de Buscabulla se colaban en playlists íntimos dentro del carro, sazonaban fiestas entre amigos y formaban parte de fines de semana en La Respuesta, en Santurce, o en la barra riopedrense Club 77. Mis años universitarios en Río Piedras estuvieron acompañados por la música de Raquel Berríos y su pareja, Luis Alfredo Del Valle, al igual que de la de Los Wálters, Mima y otros músicos que ofrecían a sus fanáticos tanto canciones para reflexionar junto al mar como para bailar en la pista.
El martes, 25 de junio, Buscabulla lanzó su primera canción en cuatro años, 11:11, luego de su disco debut Regresa en el 2020. La canción llega dos años después de Andrea, su colaboración con el “Conejo Malo”, que narra la historia de una mujer enfrentando el acoso y la violencia cotidiana en Puerto Rico.
Sin dejar de lado la temática de las complicaciones de ser mujer, Berríos y Del Valle invitan a sus fanáticos a deshacerse de los roles de género, honrando al mismo tiempo su amor por cocinar y mantener una casa limpia.
Berríos dijo que, con la economía puertorriqueña en decadencia, ya no vivimos en un mundo donde solo uno de los dos se ocupa de estas tareas.
“Todo el mundo está apretado de dinero, no vivimos en comunidad para ayudarse los unos a los otros, no tenemos esa proximidad de los padres, y todo el mundo tiene que trabajar», comentó. “Todo esto que nos dijeron los padres se fue”, agregó.
Pero, la canción va mucho más allá de romper estereotipos. Para Berríos, 11:11 refleja un período después de la pandemia cuando se vio estancada en casa sin otra opción más que cocinar y limpiar constantemente, una compulsión que la llevó a una crisis de identidad tras el lanzamiento de su disco debut hace cuatro años.
Esa exigencia y deseo por el orden se plasma en la canción y el video musical que la acompaña, donde se muestra a Berríos limpiando una casa con gesto de desgracia en su cara, guantes de fregar y una camisa hecha de paños de limpieza desechables. La frustración explota cuando la cantante se da por vencida al intentar limpiar una alfombra constantemente llena de polvo.
“Psicológicamente, mi obsesión con la limpieza era también una obsesión con lograr algún tipo de despojo, perfección, y liberación”, dijo la cantante.
Berríos es fajona, algo evidente para cualquiera que la conoce. Estudió cinco años en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, y luego completó una maestría en el Rhode Island School of Design en la ciudad de Providence, al noreste de Estados Unidos. Ya sabía en ese momento que quería mudarse a la ciudad de Nueva York, pero sus primeros años en Estados Unidos fueron cuesta arriba.
“Me dio un culture shock”, confesó, usando un adjetivo coloquial para describir ese choque cultural. “Providence es medio depre”.
Ya en Nueva York, trabajando como diseñadora de textiles, Berríos conoció a Del Valle. Tuvieron a su hija y se mudaron varias veces dentro del condado de Brooklyn. En 2018, los tres se trasladaron a Puerto Rico, primero a Aguadilla y luego a la capital, San Juan. A lo largo de los años, el dúo logró tocar junto a artistas como Rawayana, Café Tacvba y Helado Negro, además de presentarse en festivales como Primavera Sound, Coachella y Ruido Fest.
Después, llamó Bad Bunny.
Andrea, con más de 435 millones de reproducciones en Spotify, llevó al dúo a ser conocido a nivel mundial mientras el álbum de Benito Martínez Ocasio seguía ascendiendo en las listas de éxitos. En ese momento, algunas personas cercanas a Berríos seguían diciéndole que este era el momento de lanzar música nueva. Crear. Laborar. Aprovechar.
En fin, contestar la pregunta que suele surgir tras un logro de esa magnitud: ¿y qué piensas hacer después? Responder a esta pregunta se le hizo más difícil un año después, en 2023, cuando murió su padre.
“Yo no soy una máquina,” dijo Berríos. “Si uno no hace ese trabajo interno, espiritual, te chupa la bruja. En el caso mío, yo estaba loca por hacer música pero, el cantazo de la pandemia, la muerte de mi padre, y el ser madre, me tomó mi tiempo”.
Es precisamente el tiempo, y la ilusión de que nunca tenemos suficiente, lo que la canción 11:11 refleja muy bien con su título, una hora que muchos asocian con la buena suerte. “Lo pienso y se me escapa la hora de mi suerte”, dice la canción, también aludiendo a la esperanza de que algún día nuestras circunstancias, especialmente en Puerto Rico, mejorarán y que algún día llegará el día de nuestra suerte, como hace 50 años predicaban Héctor Lavoe y Willie Colón.
Con su canción, Berríos también honra a su padre, quien jugaba pelota con el número 11. El paso del tiempo tuvo un rol importante en los últimos cuatro años, mientras ella malabareaba la ausencia de su padre y la presencia de su hija.
No dejé de pensar en eso mientras la veía rodeada de sus amistades y de su pareja esa tarde en Santurce, lo que me hizo recordar la frase “se necesita un pueblo”. Berríos posaba con las manos en forma de pistola, Del Valle cantaba Dionne Warwick a su lado, su amigo abanicaba un pedazo de cartón para levantar el pelo de la cantante y ella misma se hacía reír.