Desde que comencé a enseñar en persona en San Francisco State University, incorporé el ejercicio de hacer una pregunta de check-in en cada clase. Las preguntas suelen requerir respuestas positivas y optimistas que permiten recargar las energías y recalibrar el ánimo antes de comenzar a conversar sobre temas de AfroLatinidades y matrices de opresión de las que no se hablan de ordinario. Esta práctica de hacer “chequeos” es común en espacios de lucha antirracista y afrofeminista y entre personas que promueven pedagogías liberadoras y decoloniales. De esos lugares en los que he aprendido y desaprendido muchísimo, la tomo prestada.
Este semestre, facilito experiencias de intercambio de conocimiento en tres cursos. Casi una centena de estudiantes y yo, otra estudiante más, nos reunimos dos veces a la semana. Los martes, yo formulo la pregunta de check-in; los jueves es día de que algune alumne haga una pregunta cimarrona a sus compañeres de clase. Por ejemplo, en una sesión, les estudiantes disfrutaron muchísimo la pregunta que les hizo una compañera sobre qué canción tenían pegada en la mente. Confieso que yo conocía muy pocas de las canciones que mencionaron, así que les pedí que las agregaran a la playlist de la clase. Enfocada en conocer qué música escuchan les demás, cuando tocó mi turno, no pude elegir una sola canción. Mencioné Morena de ChocQuibTown y El negrito bonito, la versión interpretada por Susana Baca.
Lo bueno de este tipo de dinámica es que casi todas las personas quieren compartir algo. El primer día de clases, les formulé dos preguntas que se quedaron conmigo y que adapté de una sesión que tuve un par de semanas antes con las decanas y algunas compañeras del Colegio de Estudios Étnicos: ¿En qué están arraigados tu propósito y tus valores como estudiante universitarie? ¿Cuál es tu responsabilidad como estudiante en este salón de clases este semestre?
La mayoría de las personas que está matriculada en mis cursos se autoidentifica como latina. La narrativa de la sobrevivencia y el trabajo arduo de sus mayores que migraron a Estados Unidos se repite constantemente. Además, coinciden en el haber normalizado inconscientemente el trato diferenciado, prejuiciado y discriminatorio que recibieron (y reciben) en las escuelas, en los trabajos y en otros escenarios sociales.
Desde ahí, nacieron sus respuestas a mis dos preguntas de check-in. Aunque celebro que reconozcan a sus mayores, a sus madres y padres por los sacrificios que han hecho para que elles estén donde están hoy, me preocupa que sientan que de elles depende, exclusivamente, cambiar el curso de la historia de sus familias. Sobre todo, que piensen que la academia -muchas veces un no-lugar que les es ajeno y que nos les otorga sentido de pertenencia- es el único espacio para “sacrificarse” y mostrar su “valentía”. Me toca preguntarles ¿el sueño de quién quieren hacer realidad? ¿Por qué están aquí? ¿Qué impacto/responsabilidad tiene el Estado en la manera en que articulamos nuestros sueños y deseos?
Desde que acepté la oferta de trabajo en SFSU, no he dejado de pensar en cómo el sistema colonial me expulsó de mi patria. Cuando me han llamado “valiente” -a mí, una persona supercobarde- no lo tomo como un halago. No puedo ser valiente cuando tomé una decisión empujada por una estructura colonial, racista y sexista, que me obligó a migrar y a trabajar en una de las ciudades más caras de los EE. UU.
Y aunque se lea contradictorio, agradezco la oportunidad que tengo de ser una mujer negra puertorriqueña que se desempeña como profesora universitaria fuera de Puerto Rico. Desde ahí, me toca desarrollar la valentía de denunciar el colonialismo, el racismo y el sexismo y acompañar a mis estudiantes latinx en sus luchas todos los días… hasta que tenga la valentía de poner mi cuerpa y mi salud física y emocional como prioridad y pueda regresar a mi patria.