Fotos suministradas / Ricardo Alcaraz
“El primer gesto feminista es decir: Ok, estoy siendo observada, pero yo también observo. Es el hecho de decidir mirar, decidir que el mundo se define por cómo miro y no por cómo me miran”. — Agnès Varda, Filming Desire: A Journey Through Women’s Cinema, 2000
Situemos la danza de la que escribo dentro de la investigación de movimiento hecha por mujeres puertorriqueñas. Danza que a su vez está situada en un mundo que intercepta las maneras en que una mujer debe moverse por la vida. Estas subjetividades se ponen en juego en el escenario. La coreografía se convierte así en una forma de enunciarse con el cuerpo y escribir en el espacio. Las coreógrafas son autoras que, ante el momento creativo, se enfrentan a lo prescrito por el heteropatriarcado y a múltiples discursos de poder del campo artístico. Este campo fangoso, muchas veces condicionado por lógicas normativas, es donde ellas reescriben, sin pedir permiso, la experiencia cotidiana de ser e identificarse mujer desde su momento histórico.
Planteando preguntas, deseos, técnicas y éticas, las coreógrafas puertorriqueñas Petra Bravo, Merián Soto y Viveca Vázquez llevan décadas coreografiando, es decir: escribiendo y escribiéndose en la historia. Ellas han producido un vasto archivo artístico y pedagógico que abarca desde finales de los años setenta hasta el presente. En esta coyuntura surge el proyecto Cambios de Tácticas de Marión Ramírez en colaboración con Alejandra Martorell, ambas bailarinas con más de tres décadas de trayectoria quienes por dos años se sumergieron en los archivos de cada coreógrafa para investigar su artistería. Trabajando con materiales y archivos visuales de piezas específicas, con el fin de recrearlas hoy día.
Bailar, coreografiar e improvisar son formas de acceder al cuerpo no-censurado que resiste la violencia de la mirada masculina. Si entendemos la coreografía como un acto escritural y feminista, el trabajo artístico se convierte en un gesto político. Como propone Hélène Cixous: “Es preciso que la mujer se escriba… La mujer tiene que ponerse al texto —como al mundo y a la historia—, con su propio movimiento” (Cixous, 2004: 17).
La escritura y el propio movimiento a lo largo del proyecto reta uno de los binarios más prevalentes en la danza: coreógrafa | bailarina. Convencionalmente, la primera dirige y la segunda ejecuta, pero aquí esos roles se desdibujan. Ramírez y Martorell operan como bailarinas-investigadoras del pasado, guiadas por grabaciones en VHS y por la memoria viva de las coreógrafas. Al reencarnar estas piezas, el proceso es técnico, requiriendo no solo precisión, sino un entendimiento profundo de los postulados corporales feministas con la que estas coreógrafas iban a la vanguardia estableciendo lo que llamamos hoy la Danza Experimental Puertorriqueña.

El programa, presentado el 26 y 27 de julio de 2025 en el Teatro Victoria Espinosa, incluyó siete intervenciones. Aquí destaco tres: Nacedós de Viveca Vázquez y Tú y yo de Merián Soto, ambas de 1989, y el estreno de Con la costumbre de Petra Bravo. Para las primeras dos, las coreógrafas, quienes originalmente las interpretaron, acompañaron en el proceso a Ramírez y Martorell. En ambas piezas se aprecia la atención a la forma, con que las intérpretes actuales, en su madurez, bailan con fuerza.
Nacedós inicia con un video de Vázquez cargando a su bebé recién nacida, acompañado por Las Mañanitas. Las bailarinas entran con vestuario casual, como si vinieran de la calle. Se desarrollan secuencias de equilibrio, brincos, pausas y cambios de dirección. Bailan cerca, pero no juntas. Ramírez y Martorell, también madres, transmiten sensaciones que la maternidad empuja: no solo nace la cría, sino la subjetividad de la madre-artista-trabajadora. El baile se vuelve una zona doméstico-creativa donde no hay distinción clara entre vida y arte. Al final, aparece otro video: la hija, ahora adolescente, lavando ropa y llamando varias veces a su madre, a lo que esta responde: “¡Vooooyyyy!”.
Tú y yo es un solo que cuestiona la relación de poder entre la mirada del público y la movedora. En silencio, Ramírez camina cerca del público, se quita una prenda de vestir y regresa al fondo a continuar su improvisación. Este gesto se repite, generando una expectativa en el público. Es un baile fluido, laborioso y vulnerable… se quita otra prenda y sigue regresando a su baile: a su mundo, a su escritura. Ya en ropa interior, con mirada fija al espectador, Ramírez, se da vuelta y termina. El final interrumpe la extraña sensualidad construida durante la pieza. La decisión es de ella, quien baila y no le interesa complacer a nadie.

El dueto Con la costumbre, creado recientemente por Bravo para Ramírez y Martorell, abraza la cotidianidad desde lo escénico. Bravo, quien también escribe poesía, fusiona texto y movimiento desde el inicio. La coreografía juega con el espacio para producir imágenes concretas que luego se expanden: una mujer empujando una pared que no se mueve, otra descansando, una tomando fresco con un abanico, dos mujeres que se apoyan, y una que se trepa por los bancos al fondo. La iluminación sombría y el vestuario gris acompañan giros, caídas y caminatas que resuenan entre ellas. Ambas son eco de sí mismas y del arquetipo de la guerrera que muestra su fragilidad y su entereza. Investigar cómo estas coreógrafas han propuesto nuevas iconografías de la mujer puertorriqueña en escena es un acto de conmemoración. Al principio, cuando el público entra a la sala encuentra una tela larga sobre el suelo llena de materiales de archivo. Una vez sentados, un grupo de bailarinas jóvenes colaboradoras, doblan el archivo cuidadosamente. Cambios de tácticas es un proyecto transgeneracional que nos recuerda que TODAS podemos hacer lo que hacemos para nosotras, porque queremos, y porque de otra manera no podemos (ni deseamos) existir, escribir, bailar y luchar.






