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Alacena Feminista Luquillo: intercambio solidario entre la comunidad

(Suministrada por Ana Portnoy Brimmer)

La pandemia por COVID-19 evidenció aún más la precarización que enfrentan muchas poblaciones en el país. No obstante, esta situación sirvió para que distintas personas se unieran y formaran un espacio de apoyo mutuo, respeto e inclusivo: Alacena Feminista Luquillo. 

“Todo surgió a raíz de la pandemia, la inseguridad alimentaria, en Puerto Rico, era más visible. Luego de las reuniones que habíamos hecho con las asambleas de pueblos (en Luquillo), diferentes mujeres que nos habíamos conocido ahí, nos pusimos en contacto otra vez y nos vimos inspiradas por la Alacena Feminista que surgió, en Santurce. La gesta nos pareció genial y nos organizamos para conceptualizar cómo podríamos replicar esa iniciativa en Luquillo”, explicó Ana Portnoy Brimmer, de 23 años, una de les miembres de Alacena Feminista Luquillo. 

El colectivo se define como un espacio político transfeminista y decolonial. El transfeminismo es una corriente que amplía los sujetos políticos del feminismo y engloba a otras personas también oprimidas, que no necesariamente son mujeres. Mientras que el feminismo decolonial le brinda máxima importancia a los conflictos que genera la intersección entre sexo/género, clase y raza. 

La idea central de Alacena Feminista Luquillo es hacer más accesible el intercambio solidario entre la comunidad. Está ubicado en la antigua escuela Rosendo Matienzo Cintrón. Ahí, cuentan con anaqueles que tienen productos no perecederos y de primera necesidad, para que las personas de este pueblo que los necesiten, puedan tomarlos cuando quieran.

Las tres Alacenas Feministas existentes en las islas, incluyendo a la de Mayagüez, tienen un lema en común: “Toma lo que necesites y dona lo que puedas”. El propósito es que la gente interactúe con la alacena como si fuera la de su casa, pero tratando de pensar en las otras personas que puedan visitarla después, añadió Portnoy Brimmer.   

El 33.2% de la población de 18 años o más en Puerto Rico presentó inseguridad alimentaria. El porcentaje fue mayor en las mujeres 47.6%,  en comparación con los hombres 38.7%, de acuerdo con el primer estudio realizado en 2015, pero publicado en 2019, sobre seguridad alimentaria llevado a cabo por el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (IEPR).

Habilitar estructuras abandonadas por el gobierno 

Este proyecto, además de ofrecer alimentos no perecederos y artículos de primera necesidad, también está habilitando la escuela Rosendo Matienzo Cintrón.  

“En parte, la Alacena tiene que ver mucho con el lugar, porque estamos en la antigua Rosendo Matienzo Cintrón. Una escuela que está en el centro del pueblo de Luquillo. La cerraron en 2018. La abandonaron, aún teniendo agua y luz y siendo un espacio viable. Apostamos porque en este espacio se pueda construir una cultura de apoyo mutuo en Luquillo”, expresó Deyaneira Ortiz Iglesias, de 22 años, parte de Alacena Feminista Luquillo. 

En 2018, el exgobernador de Puerto Rico Ricardo Rosselló Nevares anunció el cierre de, al menos, 300 centros educativos como parte de una medida de recorte del Estado, sobre el presupuesto educativo. Actualmente, esta política de austeridad ha cerrado más de 600 planteles y ha puesto en riesgo el acceso a la educación de miles de estudiantes.    

“Empezamos afuera (de la escuela), en el lado de la calle. Pensamos que la gente no se iba atrever a entrar (a la escuela). Y poco a poco hemos mudado la Alacena para dentro, mientras limpiamos el área e identificamos salones que nos sirven para actividades como talleres de arte, música, etc. Incluso, para dormir si hace falta. Estamos viendo cómo habilitamos el espacio para que cumpla muchas otras funciones que no sea solamente la comida, pero la comida sigue siendo central”, abundó, por su parte, Marisel Robles Gutiérrez, de 31 años, también integrante del colectivo. 

Asimismo, Denise Nieves Thiesfeldt, de 23 años, indicó que realizan brigadas para habilitar la escuela y que un área del espacio se convertirá en un huerto comunitario, que pretende incorporar a la comunidad en la siembra. 

“A parte de ofrecer alimentos no perecederos, queremos, también, que la gente siembre. Que tengan productos frescos y no enlatados. Que conozcan esa posibilidad de que en la tierra hay un alimento. Por eso, se inició lo que es el espacio del huerto, en donde vamos a tener lechuga, tomate, calabaza, flores”, dijo Nieves Thiesfeldt.

Para conocer las necesidades, qué les gusta y hacen las personas que viven cerca de la escuela, les miembres de Alacena Feminsta Luquillo, que están en constante crecimiento,  realizan un censo.  

“En el censo, la gente nos ha dicho: ‘Yo no hago mucho, pero a mí me gusta sembrar’. Eso no es poca cosa. Eso está brutal. Las personas se pueden ir interesando en cosas que pueden hacer en ese espacio. Para que sea un espacio de crecimiento, respeto y apoyo mutuo”, contó Ortiz Iglesias.  

El arte como herramienta de denuncia  

La antigua escuela Rosendo Matienzo Cintrón, además de ser un espacio de apoyo mutuo, también se ha convertido en uno de expresión a través del arte. Les integrantes han pintado murales en las paredes de la escuela para concienciar  sobre violencia machista. 

“Pintamos un mural en las afueras de la escuela que dice: ‘Hartxs de ser valientes. Queremos ser libres’. Y que sepan que aquí hay pon para todos los reclamos, especialmente, para los de la violencia de género”, expresó Kalia Aponte Morillo, de 23 años, quien también forma parte del colectivo.  

Las brigadas para habilitar la escuela, también las realizan para que las personas de la comunidad creen lazos íntimos con el espacio.

“Que puedan empezar a sentir que el espacio es suyo y que les pertenece. A la vez que alguien trabaja el huerto, pinta la pared, pues estás creando una relación con ese espacio. El espacio no le pertenece a la Alacena, sino a la comunidad”, expresó Portnoy Brimmer. 

Talleres para combatir y educar 

Les integrantes de Alacena Feminista Luquillo recibieron un taller virtual de autodefensa con Feminist Fight Club. El propósito de este adiestramiento fue seguir compartiendo lo que aprenden con otras personas para trabajar por el cuidado colectivo.  

“Las personas que impartieron el taller estuvieron bien atentes y bien conscientes, que, a veces, cargamos nuestras cuerpas sin creernos capaces. Fueron bien enfátiques en que tenemos fuerza. Que el defendernos es estar más a la defensiva que a la ofensiva. No se nos enseñó cómo dar, sino cómo utilizar tu propia fuerza para poder contrarrestar y poder balancear lo que te quieran hacer”, explicó Rosemarie Rosado Soto, de 22 años, una de les integrantes de la Alacena. 

Asimismo, Rosado Soto añadió que las personas que estaban impartiendo el taller les enseñaron cómo zafarse de alguien que las quiera agredir, qué no deben hacer en una situación en la que estén en peligro, y también, el poder que tiene apalabrar: “No me toques. Aléjate”.  

“Fue una experiencia muy poderosa. Reconocer que somos fuertes. Es un conocimiento que todes seguimos compartiendo con amistades. Nos dio una fortaleza tanto a nivel grupal como individual”, dijo Rosado Soto. 

De igual forma, tuvieron un taller con Bemba PR para trabajar el arte callejero político. ​​ “Ellas y ellos nos prepararon para nosotros hacer nuestros propios pasquín. Y poder utilizar ese tipo de arte para hacer las denuncias”, mencionó Robles Gutiérrez.  

La iniciativa de tomar talleres para crear arte callejero político surge a raíz de una violación que ocurrió, hace varios meses, a las 2:00 p.m. en la playa de Luquillo, expresó Robles Gutiérrez.  

“Como había tan pocas noticias y alertas sobre el incidente, nos fuimos caminando casa por casa por la comunidad para hablar con las personas, para saber si habían escuchado sobre el incidente. Y muchas personas no sabían que había pasado eso cerca de sus casas. También, escuchamos experiencias de otras mujeres que se habían sentido vigiladas por carros acechándolas en la plaza pública”, contó Robles Gutiérrez. 

Además, realizaron una campaña de educación y repartieron flyers sobre la cultura de la violación y cómo se manifiesta en el día a día. 

“Hablar con las comunidades sobre la cultura de la violación fue una experiencia sorprendente, porque la gente reaccionaba positivamente. Tuvimos la oportunidad de tener conversaciones bien productivas y bonitas con las personas. Y cómo protegernos como comunidad sabiendo que la Policía ni el Estado no nos va a proteger”, abundó Portnoy Brimmer. 

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