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De nuestra memoria histórica: “Desahucio en el palmar” de Yvonne Denis

Pocos documentos históricos nombran el asesinato de Adolfina Villanueva como lo que fue: un acto de racismo y clasismo para desplazar a una familia empobrecida de su hogar que costó su vida. Adolfina era una mujer negra que vivía y cosía a orillas de la playa en Loíza junto a su familia. Fue asesinada durante un proceso de desahucio en la madrugada del 6 de febrero de 1980.

La historia oficial no presta atención a muchos detalles ni realidades que han vivido y viven las personas que son desplazadas a diario. Sin embargo, en este contexto, la literatura ha asumido un espacio de representación, visibilidad y reivindicación de la memoria histórica que tanto le debe a figuras como la de Adolfina.

Ese es el caso de Capá prieto de Yvonne Denis, un libro de cuentos que busca, a través de la ficción histórica, recuperar y honrar la vida de muchas personas negras en Puerto Rico. Figuras como la de Celestina Cordero, Angelamaría Dávila, entre otras, son representadas desde una humanidad sensible y vulnerable.

Como bien expresa en el prólogo la doctora Marie Ramos Rosado, “… esta narración nos sugiere una revisión de la historia desde la perspectiva del procerato y nos invita a conocer la intrahistoria de estos personajes como un dato fundamental para poder descubrir el ocultamiento que se ha realizado de muchos de estos actores reales en la historia oficial […] Al final captamos que la técnica cumple su objetivo: la exaltación y reivindicación de los personajes negros y mulatos en papeles afirmativos, a la luz de su intrahistoria” (10, 13).

En el caso particular de Desahucio en el palmar, el cuento comienza precisamente con la confrontación entre Adolfina y la policía que llegó de madrugada. Sin embargo, la narración establece unos marcos temporales que van y vienen para explicar la cronología de la historia de su familia en el barrio Tocones, Sector Medianía Alta, en Loíza, Puerto Rico. A partir de una pugna por la herencia del terreno, sus padres fueron desplazados del lugar, sin embargo, Adolfina se quedó con su esposo e hijos, pues “no habría conflicto alguno con la ubicación de su rancho” (96), refiriéndose a la que habían reclamado en herencia.

Adolfina se dedicaba a la costura desde su hogar mientras asumía el trabajo doméstico y la crianza de sus seis hijos. Según la narración, “tenía la destreza de sacarle provecho y reparar todo aquello que la gente consideraba que ya no tenía arreglo” (96). Fue así como llegaron a sus manos las sotanas del cardenal del momento, José Montes Benítez. Sin embargo, eso no era más que un despiste del que se daría cuenta más adelante cuando le llegara la orden de desahucio. No solo se le sumaba la idea religiosa de crear un lugar de retiro espiritual frente a la playa a este litigio, sino que la pugna por la herencia continuaba vigente alegando que Adolfina “invadía la zona marítimo terrestre” (98).

Sin embargo, ella se mantuvo combativa ante la posible realidad del mandato de desahucio del Tribunal. La narración es clara en cuanto a la consistencia y resistencia que el personaje principal presenta frente a las autoridades que buscaban desplazarla del lugar, donde había vivido durante toda su vida. No obstante, llegó el correo y la sentencia para que desalojara la propiedad. Su abogado nunca reapareció. Llegó la noche anterior al 6 de febrero de 1980, y con ella la inquietud, pues “escuchó voces, movimientos, la brisa jugaba al esconder. […] Desde el palmar traidor, las armas expendían fuego abrasador. Tras ellas, la policía se escondía para diligenciar la orden de desahucio […] Armados como con artillería de guerra, dispararon solo al verla y escuchar su voz en reclamo” (101).

Regreso al inicio del cuento, “me llamo Adolfina Villanueva Osorio, ¿qué vienen a hacer aquí?”. Mientras la policía “se levantó, se acercó con certeza y disparó su escopeta, silenciándole la voz y el cuerpo” (93). Simultáneamente, su esposo apareció para protegerla y fue herido, sin embargo, la pala mecánica hizo su entrada. El plan no era solo desahuciarlos, sino destruir la casa, pues “el chofer que esperaba procedió entonces a echar al piso la frágil estructura” (103).

Más allá de denunciar la versión oficial sobre el asesinato, este cuento busca visibilizar la humanidad de una mujer que luchó hasta el último momento de su vida por salvar el pedazo de tierra que era su hogar. Yvonne Denis se vale de la ficción histórica para escribir un cuento que transita entre realidades muy particulares que reivindican nuestra memoria histórica. Como dijera Marta Cordiés Jackson, en la presentación del libro en Cuba, “una realidad hecha cuento o un cuento que parte de la realidad misma, no importa”.

Hace algunos meses, tuve la oportunidad de compartir con la escritora en una de mis clases. No fue sorpresa enterarme de que este cuento fue escrito luego de largas conversaciones con la hermana de Adolfina, Marta Villanueva. Esto pone en perspectiva las experiencias que surgen al margen de la hegemonía y que el discurso oficial busca silenciar cuando representa una amenaza en cuanto a su proceder.

Tampoco ha sido sorpresa encontrarme con que no estamos hablando lo suficiente de esta obra ni de esta autora. No es casualidad que sean las figuras de personas negras las que se exalten en este libro de cuentos y no adquiera la importancia literaria que amerita. Fue precisamente en una clase de género y raza en la literatura puertorriqueña que tuve acceso a él.

Aunque esta obra ya tiene más de diez años, va cobrando más pertinencia con el tiempo. El tema del desplazamiento es uno que nos ahoga cada día más. Con leyes que facilitan la compra de viviendas de lujo, la exención de impuestos a inversionistas extranjeros y el alto costo que va alcanzando la renta y compra de casas, es de esperarse que este archipiélago se convierta en ese/otro paraíso económico para los ricos que quieren quedarse con nuestras tierras. No es casualidad que quienes sufran más esas realidades sean las personas empobrecidas que en su mayoría son mujeres y negras.

Este cuento nos hace un repaso histórico y nos invita a empeñarnos en la memoria. A no olvidar a nuestros muertos que han fallecido a manos del estado por defender lo que nos pertenece. Adolfina es solo uno de tantos ejemplos que han silenciado y olvidado. La historia es impecable y la reparación es inminente. Ya lo decía Rubén Blades en esa canción que también es epígrafe del cuento:

Si esta tierra es para todos, no la asfixies con

alambre.

Para tú vivir mejor no mates a otros de

hambre.

La patria no es una finca que se

puede hipotecar.

Si es verdad que Cristo viene, mejor

huye.

¡Camará!

Lee otras críticas literarias de la autora aquí

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