El aumento de mujeres electas para posiciones de poder en la legislatura de Puerto Rico se ha visto empañado por el movimiento a la ultraderecha de la rama legislativa —particularmente, el Senado— y por una falta de perspectiva de género al legislar sobre los asuntos que gobiernan las vidas de las mujeres como seres que existen más allá del rol de reproducir y sobrevivir la violencia doméstica.
Por primera vez, en las elecciones de 2020, Puerto Rico alcanzó la paridad en uno de sus cuerpos legislativos: las mujeres representaron el 52% de los escaños del Senado. Tras la renuncia de Gretchen Hau, quien en mayo pasó a ocupar una posición vacante en la Cámara de Representantes, la representación femenina en el Senado se ajustó a un 48%. Aún con esta baja, la cantidad de mujeres creció del 23% en que estaba el cuatrienio anterior, observó la demógrafa y analista de política pública en Espacios Abiertos, Wilmarí De Jesús.
Pese a este aumento de representatividad, es cuando más tiempo ha dedicado ese cuerpo legislativo a discutir medidas para restringir el derecho al aborto.
Haber alcanzado la paridad entre hombres y mujeres en el Senado no ha resultado en una mayor apertura para proponer y discutir medidas en favor de la equidad y el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres. Las razones para ello son variadas, dependiendo de a quién se le pregunte.
¿Hay paridad real?
En primer lugar, hay que contextualizar que la paridad en el Senado no se ha traducido a la Cámara de Representantes donde los escaños ocupados por mujeres representan el 36% (un aumento con respecto al 14% en el cuatrienio anterior).
Cuando se mide la composición de toda la Asamblea Legislativa, el total de mujeres es de apenas el 32%, una cifra muy por debajo del estimado de 52.5% de mujeres que residen en Puerto Rico, analizó De Jesús.
La directora ejecutiva de Espacios Abiertos, Cecille Blondet, argumentó que el análisis de representatividad debe abarcar la Asamblea Legislativa en su totalidad, pues la aprobación de medidas depende de ambos cuerpos.
“Segmentar el Senado o la Cámara de Representantes puede ser peligroso porque nos puede dar una falsa seguridad de que tenemos representación y no es así. Al final, cada uno de ellos [de los cuerpos legislativos] tiene el mismo peso en su voto”, afirmó Blondet.
Su organización está respaldando la iniciativa de Proyecto 85 para ofrecer capacitaciones a mujeres que aspiran a puestos políticos con la intención de que se postulen, y eso consiga “impulsar una agenda política que promueva la equidad de género”.
Esta visión está sustentada en estudios de la Organización de las Naciones Unidas y otras entidades regionales e internacionales, que han encontrado que aumentar la participación de mujeres en posiciones de poder contribuye al bienestar general de las mujeres y sus comunidades.
Lee aquí: ¿Cómo se logra la equidad de género en las candidaturas políticas?
Falta conciencia de género
El aumento de 17% a 32% de mujeres en la legislatura se da al tiempo en que crece la presencia de un sector fundamentalista en la política puertorriqueña, lo que entorpece la acción en favor de la equidad. Además, impulsar las medidas requiere consenso tanto al interior de las colectividades como entre partidos políticos, para asegurar los votos.
“Hay que tener en cuenta cómo Proyecto Dignidad ha seguido moviendo al Partido Popular Democrático y al Partido Nuevo Progresista a radicalizarse hacia la derecha”, planteó Melody Fonseca, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Mayagüez.
Fonseca señaló que es insuficiente atraer más mujeres a las posiciones electas, sino que se debe abrir espacio para un análisis verdadero sobre para qué se quiere acceder al poder.
“Se debe repensar para qué queremos hacer política y tener poder. Si no [se hace], vamos a seguir teniendo medidas que violan nuestros derechos por más que quienes las estén firmando sean mujeres”, comentó.
“Nuestro deseo de vernos representadas en la política tiene que ir de la mano de pensar el objetivo y la agenda para gobernar”, agregó la también integrante de la Colectiva Feminista en Construcción.
La antropóloga Bárbara Abadía Rexach coincidió en que, a veces, estas mujeres no tienen el espacio para proponer ideas fuera de los consensos o dictámenes de partido. El proceso legislativo requiere de buscar alianzas para la aprobación de las medidas mediante el voto mayoritario. “Muchas veces, se entorpecen las ideas”, planteó.
“Es importante que haya el espacio, pero también tiene que haber una educación con perspectiva de género, para validar las necesidades de las mujeres”, agregó.
La socióloga y activista feminista, Sara Benítez, comentó que es más notable la polarización entre candidaturas conservadoras y progresistas, lo que dificulta los consensos. Además, “en Puerto Rico, es histórico que las mujeres son más fieles a su partido que a su género”, aseguró la también ex subprocuradora de las mujeres.
Benítez centró su mensaje en que estas mujeres candidatas deben tener conciencia de género para impulsar medidas que reduzcan la brecha de desigualdad.
Otro asunto que trajo Abadía Rexach es la necesidad de que la representación se traduzca a una diversidad de mujeres. La presencia de mujeres negras, por ejemplo, es aun más limitada, observó.
La profesora jubilada de Administración Pública, Palmira Ríos, enfatizó que el género no puede ser el único criterio, pues las mujeres “somos distintas”. Invitó a que se integren otras interseccionalidades que puedan traer beneficios de política pública a las mujeres empobrecidas y trabajadoras.
