Foto de archivo por Ana María Abruña
Siempre que se menciona la palabra “activista”, lo que le llega a la mente a muchas personas es la imagen de una figura pública que dedica una considerable cantidad de su vida en luchar por los derechos de alguna minoría. En muchas ocasiones, este imaginario carga consigo la desafortunada idea de que les activistas deben hacer todo este trabajo sin remuneración alguna, y que cuando único deben sentir satisfacción es cuando logren garantizar oportunidades de progreso a las comunidades que representan. Lo peor de todo es que estos ideales han permeado en la mente sobre quienes comienzan su travesía en el activismo, algo que ha culminado en que muchas personas terminen comprometiendo su salud física y mental.
La tradición del autosacrificio por les activistas ha provocado que el activismo, tanto puertorriqueño como el del resto del mundo, no cree líderes empoderades, sino mártires de la lucha. Le llamo el “activismo del martirismo”. Les mártires son aquellas personas que se han sacrificado -en muchas ocasiones, hasta el punto de la muerte- para lograr impactar y hasta cambiar el curso de la historia. Estas figuras las vemos todos los días en las películas y series televisivas y muy rara vez son el personaje principal, sino el catalizador para que el protagonista se volviera la versión más valiente a la que estaba destinado ser.
Cuando aplicamos estas mismas lógicas al activismo del “martirismo”, es más fácil ver que lo que se está practicando es la lucha por movimientos sociales desde el autosacrificio y la pérdida total del ser justificándose bajo pretextos como “si yo no asumo este cargo, ¿quién más lo hará?”. Las lógicas detrás del “martirismo” en el activismo son practicadas, tanto desde las personas que lo ejercen, así como el público que les apoya. Esto crea una relación en la que las personas no se permiten descansar bajo el miedo de que quienes le observan se defrauden de su trabajo y le vean como alguien que se rinde.
Si hasta ahora te suena familiar este tipo de conducta- sea o no en el activismo-, es porque ellas vienen directamente de visiones neoliberalistas y capitalistas sobre la productividad y la explotación humana. Hoy en día, toda actividad humana -sea el trabajo de oficina, cocinar, pintar un cuadro o gestar eventos en la comunidad- se presume que debe siempre hacerse en miras a aportar a la producción (del mercado) y ser monetizado. El efecto que tiene es que les defensores de derechos humanos y activistas se tornen empleades voluntaries del sistema, dedicándose a arreglar las carencias del gobierno y sus agencias.
Cuando pensamos quiénes son esas cuerpas que estamos asumiendo el activismo, nos damos cuenta cuán perverso todo. Más allá de navegar un movimiento social centrado en la producción y explotación, lo que estamos haciendo es desechar las cuerpas más vulnerabilizadas, olvidándonos de buscar alternativas para preservar el bienestar de quienes dan la cara por todes día a día. ¿Acaso no fue suficiente que las ancestras de estas mismas cuerpas -negras, trans, cuir, no binarias, empobrecidas, discapacitadas- pavimentaran nuestra sociedad con su sudor, lágrimas y sangre? ¿Por qué no hemos hecho el esfuerzo de salvaguardar su bienestar en pleno siglo 21? ¿No es suficiente que tengan que cargar y romper ciclos con los traumas y achaques generacionales?
Sí, lo sé. Es muy probable que te estés preguntando ¿qué se puede hacer para combatir esto? Es muy probable que la respuesta sea más sencilla de lo que pensemos.
El activismo “descansista”
Luego de tomarme varios meses sin escribir nuevas columnas o hacer trabajos de activismo, puedo decir que existe una manera sumamente efectiva de combatir el activismo “martirista”: descansando. ¡Sí, en serio! Sin embargo, no lo digo desde la idea de solamente tirarnos en la cama a descansar al final del día. El tipo de descanso del que estoy hablando es uno que permee sobre todas nuestras acciones de lucha. ¿Cuánto espacio reservamos en el día para hacer tus tres comidas del día y tomar la cantidad adecuada de líquidos? ¿Qué pasos hemos tomado para que nuestras labores honren nuestros espacios de duelo o cuando estás bajo mucho estrés? ¿Cuánto espacio le permitimos a las figuras públicas poder disfrutar su tiempo libre?
Le fallamos al sistema explotador cuando no somos productives y cuando el espacio que ocupamos de nuestros días no se vuelve monetizable. Esto es a lo que le llamo el activismo “descansista”: El acto de conscientemente tomar tus espacios de descanso, así como cambiar tus dinámicas de trabajo para crear un ambiente en donde no nos sobresaturamos ni nos exponemos a un colapso de salud física o mental. Este tipo de pensamiento no es nada nuevo, pues ya grupos como The Nap Ministry han usado el descanso como mecanismo de resistencia. ¿Qué más radical para una persona negra feminizada que el tomarse el espacio de descansar y disfrutar de su espacio libre?
Claro está, este descanso debe hacerse de manera responsable. Si hemos asumido responsabilidades de las que dependen directamente otras personas, entonces es necesario que ese descanso siempre sea desde un posicionamiento ético y comunicativo. Y, sí, una de las mejores maneras de combatir con el sistema de productividad es fallándole, pero esto no necesariamente debe traducirse en recostarse sobre la labor de tus compañeres, pues pasarías de autoexplotarte a explotar a otres.
Aunque reconozco que es sumamente difícil implementar estas nuevas lógicas al activismo, es necesario que ya vayamos cambiando de bando. Luego del huracán María, los terremotos, la pandemia y muchos otros eventos históricos contemporáneos puertorriqueños, muchas personas estamos sobreexplotadas y cansadas. Cada vez más, nos vemos con menos tiempo de ocio debido a cuántas responsabilidades seguimos acumulando. Es necesario que así como reservamos espacio para cambiar a nuestro país a través de los ambientes que navegamos, también tomemos espacio para descansar. ¡Duerme! ¡Tírate en la cama! ¡Ponte a pintar un libro y tómate un tecito! Déjale saber a tus seres querides y compañeres que te tomarás tiempo para ti (o si tienes el lujo de no tener que decir nada y desaparecerte, ¡hazlo!).
El descanso también cambia el mundo, pues no hay nada más empoderante que retomar el tiempo que tu cuerpa necesita para descansar. En el actual panorama mundial, el descanso es un acto radical. ¡Descansa!
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