La abogada, profesora y activista feminista María Dolores Fernós López-Cepero recibió el jueves, durante los actos de graduación de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana, el rango de profesora emérita. Como parte del reconocimiento a quien también fue la primera procuradora de las Mujeres, el decano Julio Fontanet Maldonado destacó su trayectoria para crear conciencia sobre el discrimen por razón de género y su trabajo por el desarrollo económico y participación política de las mujeres, y por las víctimas y sobrevivientes de violencia de género.
A continuación, el mensaje que Fernós López-Cepero compartió al recibir la distinción:
Buenas noches.
Señor presidente e integrantes de la Junta de Síndicos, señor presidente de la Universidad, señor decano de la facultad de Derecho, compañeros y compañeras claustrales.
Mis primeras palabras tienen que ser de agradecimiento a ustedes por este inmerecido reconocimiento que me vincula más estrechamente, si es que es posible que ello sea, a esta institución que me ha acogido por la mitad de mi vida profesional. Lo acepto aunque solo he hecho, durante mi ya larga vida, lo que me exigía mi conciencia. Aquí no puedo hablar de forma alguna de sacrificios personales sino, por el contrario, de grandes oportunidades de crecimiento, de valiosas lecciones recibidas y, sobre todo, de la inmensa satisfacción que provoca el deber cumplido. Todo ello junto a valiosísimos compañeros y compañeras, que han caminado junto a mí, o yo junto a ellos, en esa búsqueda, a fuerza de no rendirnos, de una sociedad menos desigual.
Nuevamente, a ustedes, gracias.
Doy gracias también a la vida que me privilegió con una hermosa familia llena de amor que han sido parte esencial de lo logrado.
Por otro lado, a los nuevos abogados y abogadas, no ofrezco consejos. Creo ya han trascendido esa etapa. Solo les comparto una súplica:
No olviden el nacimiento noble de su profesión, de nuestra profesión.
Abogar, del latín “advocatus”, “ad auxilium vocatus”, literalmente “aquel llamado para auxiliar”, el llamado a defender, a interceder, a mediar, a proteger, apoyar, respaldar. Surge entonces claramente que nuestra profesión no existe en función de lograr el beneficio propio, legítimo también, si razonable, sino para proveerle a quien necesita un apoyo, un auxilio, para deshacer un entuerto o para corregir una injusticia. Para reclamar un derecho establecido o reconocer un nuevo derecho.
Con los cambios sociales, el surgimiento de poderosas estructuras políticas y el dominio avasallador del poder económico, nuestras acciones e intervenciones como abogados y abogadas no deben limitarse a situaciones individuales sino también a aquellas que afectan a grupos sociales particulares que se han visto imposibilitados de vivir y disfrutar de sus derechos ciudadanos por la adopción, a través de largo tiempo, de legislaciones, códigos, y políticas públicas que han creado castas que privilegian a unos pocos mientras perjudican a la inmensa mayoría. Ahí es que la voz del o la advocatus es imprescindible.
Por ello, les invito encarecidamente a que intervengan utilizando estos nuevos instrumentos y conocimientos que han adquirido en la Facultad y que les colocan en la perfecta ubicación para influir en la elaboración de diseñados hacia la construcción de una sociedad más equitativa.
Tres flagelos destaco que necesitan ese apoyo: la marginación por razón de raza, la violencia por razón de género y la exclusión perpetua de quienes nacen y parecen condenados a no salir de la miseria, de la inhumana pobreza.
Ustedes están preparados, tienen los conocimientos. Tengan también la voluntad y, sobre todo, el corazón para alcanzar el país más justo que mi generación quiso alcanzar y no pudo. No callen, no acepten realidades que no les parezcan justas aunque no les afecten a ustedes directamente. Al fin del camino nos afectan a todo el país en mayor o menor grado.
Les felicito y les deseo éxito en ese caminar que ahora comienza.
Que el sol brille sobre ustedes y el amor les rodee siempre.
Muchas gracias.