Formar una sociedad más equitativa requiere apertura para escuchar las experiencias de la diversidad de personas. Exige reconocer que las desigualdades hacen que unos sean más exitosos que otros. Según los expertos en salud pública y masculinidades consultados por Todas, esos son los pasos mínimos para lograr entendidos de justicia social. Empero, cuando las desigualdades y violencias son entre personas de géneros distintos, el análisis debe ser más específico y completo.
“A menos que sepas qué tipo de cáncer es, no le puedes dar tratamiento. Lo mismo con la violencia: no puedes crear leyes, programas ni nada para mitigar, si no tienes el diagnóstico”, puntualizó el facilitador comunitario de Taller Salud con especialidad en masculinidades, Heriberto Ramírez Ayala.
“El trabajo con los hombres es urgente”, agregó quien lleva trabajando el tema desde 2011.
El profesional de salud pública Javier Omar Morales Nazario impartió también ese sentido de urgencia y responsabilidad.
“Todos y todas tenemos que poner de nuestra parte porque el machismo y el patriarcado se nos mete por el tuétano”, enfatizó quien dirige el área programática de la organización Caderamen.
Según el diccionario de la transgresión feminista, el patriarcado se define como el dominio del hombre sobre la mujer, e implica que los varones tienen poder en todas las instituciones importantes de la sociedad, a la vez que las mujeres típicamente no tienen acceso.
A continuación, les compartimos cinco consejos prácticos que ofrecieron ambos entrevistados a los hombres que deseen ensayar una masculinidad empática, solidaria y justa con las mujeres, personas trans y personas no binarias.
- Empezar por el autocuidado
El tema de la equidad de género está directamente relacionado con la necesidad de bienestar emocional o autocuidado, indicó Morales Nazario. “Veo la urgencia de que estemos en nuestro mejor estado de salud posible para poder asumir cuidados [de otros]”, dijo en reconocimiento de que los cuidados recaen casi siempre sobre las mujeres. Se refirió así no solamente al papá que asume su parte en la crianza de los hijos e hijas, sino también a la responsabilidad de los hombres en los cuidados de la pareja, así como de las personas adultas mayores.
“Si los hombres no nos cuidamos, nos convertimos en personas que van a tener que ser cuidadas. ¿Y quién nos va a cuidar? Posiblemente, nuestras parejas o nuestras madres”, enfatizó.
Garantizar la salud y el bienestar es clave para tener, además, la capacidad de evaluar lo aprendido y ser parte del cambio. Entre las herramientas para esa autoevaluación y regulación emocional, está “darnos la posibilidad de una terapia o ir al psicólogo”.
Ramírez Ayala coincidió: “Los hombres tenemos que hacer un trabajo importante de regulación emocional, sea de coraje o tristeza”. Observó que el aprendizaje social que pide a los varones que “aguanten como un macho” es insostenible, puesto a que provoca que algunos exploten como “olla de presión”.
Por su experiencia trabajando con la juventud y padres de familia en Loíza, reconoció que muchos hombres quieren salir de esa masculinidad que reprime las emociones, pero no saben cómo hacerlo. “No podemos recargar a las mujeres, que todo el tiempo estén con la machaca; los procesos de autorregulación y autocuidado los podemos asumir nosotros”, recalcó.
2. Cuestionar (y autocuestionarse)
La habilidad para la autoreflexión y autocrítica va atada necesariamente a una actitud de apertura a las experiencias de los demás y al cuestionamiento del propio privilegio. Por esta razón, Morales Nazario invitó a que los hombres puedan ver más allá de sus privilegios, y se libren de las gríngolas que les impiden ver la violencia, las desigualdades y la falta de acceso a la toma de decisiones y de poder que viven las mujeres por razón de su género. Dijo que los hombres también deben cuestionar la ausencia de las mujeres de algunos espacios y posiciones de poder, es decir, “¿dónde está su sabiduría en el manejo de las decisiones y de tanto dinero que se está usando?”.
De hecho, Ramírez Ayala indicó que, según la socióloga australiana R.W. Connell, las masculinidades alternas y contestatarias son las que se cuestionan. “Son las que dicen: ‘Chévere por la crianza de mi papá, pero yo no voy a ser igual’; o que rechazan de plano el modelaje que tuvieron. Van a cuestionar lo tradicional, que es el hombre fuerte, que reprime las emociones, que siempre trabaja y lidera”.
Los hombres, que cobran conciencia de las desigualdades de género, también se deciden a escuchar a las mujeres sobre cuáles son sus necesidades, coincidieron ambos. Esto requiere de “abrir nuestros oídos, estar en una escucha más activa… [y] ceder el espacio para que florezca esa sabiduría a la que no le hemos dado el espacio”, en palabras de Morales Nazario.
3. La educación formal y autodidacta para sensibilizar
Aunque se hacen llamados para que los hombres se junten para discutir estos temas, no están respondiendo, lamentó Morales Nazario. Se suma que los esfuerzos de organizaciones como Caderamen y Taller Salud son de alcance limitado. “Se requiere que sea algo muy grande. Nos urge como país una perspectiva de género insertada en la educación desde elemental”, expresó.
La perspectiva de género puede impartir la sensibilidad de mirar las cosas según las mujeres o cómo un problema puede afectar particularmente a las mujeres por los roles que se le asignan al nacer. “Es importante que nos orientemos sobre el tema, que no justifiquemos esas violencias ni de parte nuestra ni de otros, y que tampoco revictimemos a las personas en base a cómo estaban vestidas o la hora”, comentó Morales Nazario.
Parte de esa responsabilidad es autodidacta, familiar y comunitaria, por lo que invitó a compartir las informaciones de campañas entre amistades, y a hablar de los incidentes de feminicidios o violencia de género cuando salen reseñados en las noticias.
Ramírez Ayala añadió que, en el plano individual, los hombres tienen como asignación la escucha, pues las experiencias de las mujeres —desde poder llegar a la universidad, salir a janguear, tener pareja o, incluso, dejarse de una pareja— son bien distintas a cómo las vive un hombre. Entonces, compartió que se debe “escuchar, primero, porque esa es la manera de ser empáticos, de ver cómo es que se vive allá, y ver que no es igual”.
Recordó que “todos los momentos son de aprendizaje”, pero las infancias y adolescencias son el momento ideal para intervenir.
4. Confrontar a los pares
Parafraseando a Connell, Ramírez Ayala indicó que para que la masculinidad macharrana, que se aferra al poder o a la violencia sobreviva “tiene que haber una masculinidad cómplice, que mira para el lado o hace silencio”. Eso pudiera aplicar al comentario acosador en el transporte colectivo o al sueldo bajo y desigual con que se compensa a las compañeras de trabajo que hacen las mismas funciones.
Por eso, invitó a “desautorizar” o quitar legitimidad a los comentarios despectivos o a las ventajas que se ejercen sobre las mujeres. “Si me rió, soy cómplice”, insistió sobre lo que catalogó como “pequeñas violencias, [que] van creando una diferencia [o] un estereotipo”, por ejemplo, cuando se dice: ‘Tenía que ser mujer’, cuando alguien se te atraviesa en el carril.
“Nos queda alzar una voz para denunciar aquello que no queremos, que no es equitativo en términos de género y proponer cómo queremos habitar esas masculinidades en el futuro y qué tipo de modelo queremos ser para los chamacos en el futuro. Es un trabajo individual y también uno entre pares, de acompañamiento”, invitó.
Entretanto, Morales Nazario comentó que los hombres “podemos también señalar, interpelar y acercarnos a las personas para confrontarlas y dejarles saber que no está bien que hagamos eso, que eso no hace sentir bien a la gente”. Mencionó como ejemplo el acoso callejero, el cual reflexionó que “debe ser muy duro caminar por las calles con miedo a que te están acechando, mirando o gritando desconocidos, y peor que sea con acercamientos sexuales o invitaciones a hacer cosas”. Intercedió para no solo evitarlo, sino denunciarlo y confrontar a los amigos o colegas que incurren en esas prácticas acosadoras.
5. Corresponsabilidad en las tareas domésticas
Otro tema importante es la negociación con la pareja en cuanto a las tareas domésticas y otros asuntos que conciernen a ambas personas.
La organización Caderamen trabaja el tema de la corresponsabilidad mediante una dinámica en la que le piden a los participantes de los talleres que hagan una lista de todas las tareas domésticas que se les ocurran, y le asignen un valor dependiendo de quién la asume. “En la mayoría de las veces, ellos son los más que hacen, pero entonces le pedimos que lo discutan con sus parejas y, de momento, salen todas estas tareas que ellos ni veían o pensaban que se hacían solas”, recordó Morales Nazario.
La conversación y negociación importa a la hora de garantizar un trato justo para con las mujeres y la movilidad social, enfatizó.