(Foto de archivo)
Hoy se cumple un año de que Ricardo Rosselló Nevares salió de La Fortaleza para no regresar. Tras semanas de manifestaciones y acciones cotidianas por parte de un pueblo en resistencia inquebrantable, celebramos una victoria colectiva, una victoria nuestra, del pueblo, una victoria con un dulce sabor a lucha, pero también, con un amargo sabor a luto.
Y es que las manifestaciones en las que tanto nos crecimos iban dirigidas a un gobierno que dejó morir a miles de personas, a un gobierno que actuó desde el mayor desprecio hacia las mujeres, la comunidad lgbttq+ y hacia los grupos empobrecidos y excluídos por aquellos que imaginaban y planificaban un Puerto Rico sin puertorriqueños. Hace un año, les recordamos que estábamos aquí, que, a pesar de que nunca se pensó que sobreviviríamos, lo hicimos.
Hace un año, dijimos basta. Y ese basta estuvo lleno de rabia colectiva. La rabia que de forma orgánica se gestó en acciones concretas, en exigencias, en canciones, en imágenes, en piedras lanzadas, en rezos, y en todas las formas que nuestros cuerpos buscaron estar presentes ante el momento catalítico en que Ricardo Rosselló Nevares tuvo que aceptar que el pueblo lo había vencido.
Las feministas acompañamos esa rabia colectiva que tan nuestra también ha sido por tanto tiempo pues, por años, han sido los movimientos feministas los que han organizado la rabia para convertirla en denuncia y en acción. Desde la rabia hacia el sistema patriarcal/capitalista/racial, es que gestamos la esperanza y el amor radical.
Al pensarnos en los procesos que tejieron y dieron forma al Verano del ‘19, debemos siempre reconocer el trabajo político que diversas organizaciones feministas llevan haciendo en el país, desde hace décadas, pero que ha cobrado mayor fuerza —o, al menos, mayor poder de convocatoria y convergencia de los distintos debates en el país— en los últimos cuatro años. Desde la Colectiva Feminista en Construcción, gestamos ese trabajo político desde una metodología interseccional. Esto implica que vemos en la intersección que se produce en lxs sujetxs atravesadxs por las opresiones de raza, clase y género la complejidad de las violencias de este sistema, pero también, vemos en esto la única forma posible de lucha si el objetivo es desmantelar los sistemas de poder que sostienen dichas opresiones.
Es por esto que, el pasado mes de junio, nos movilizamos para denunciar la violencia racista y para reclamar que aquí, en Puerto Rico, las vidas negras importan. Es por esto que impulsamos acciones dirigidas a problematizar y retar al Estado por la crisis de la deuda generada por los poderes concentrados del país y en connivencia con el colonialismo que afecta a Puerto Rico, como fue el Embargo Feminista de 2019. Es por esto que, en 2018, nos plantamos en La Fortaleza para exigir que se declarara un estado de emergencia por la violencia machista rampante en el país.
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Más allá del constante proceso de la lucha feminista, está la reacción a eventos que se dan y que generan condiciones únicas para exigir grandes transformaciones, como fue el Verano del ‘19. Es aquí donde el trabajo político de años se pone en beneficio del pueblo para que este, manifestando su rabia y su lucha, lo utilice como mejor le sirva. Y es que la lucha política feminista apuesta por construir herramientas y espacios para el desarrollo de diversos proyectos, pero también para que las estrategias y tácticas se repliquen y multipliquen más allá de nuestro movimiento.
En esta forma de hacer política se da lo que la Cole y, particularmente nuestra compañera Shariana Ferrer-Núñez, ha planteado como “política sin garantías”. Siguiendo el trabajo de Stuart Hall, quien sostuvo que la lucha política marxista debía, para sobrevivir, repensarse como una práctica de “política sin garantías” que rompiera con su carácter teleológico y su énfasis en el agente revolucionario, nuestra compañera propone un análisis corporizado de la lucha política que debe reconocer que la “política sin garantías” implica futuros inciertos porque el Estado y el poder se reconfiguran constantemente, más siempre ejercen sus violencias contra aquellos que ha entendido como desechables. Más aún, que la “política sin garantías” tiene que ver con cuerpos y sujetos políticos concretos, organizados o no, que, como también ha insistido nuestra compañera, partiendo de Saidiya Hartman, enfrentan la constante amenaza de una muerte prematura por parte del estado colonial.
La posibilidad de muerte prematura en la colonia de Puerto Rico se materializa también en los usos político-partidistas de las ayudas para las comunidades afectadas tras los terremotos en el sur de la isla. La posibilidad de muerte prematura se plasma en los actos de corrupción detrás de la compra de pruebas en medio de una pandemia global. La posibilidad de muerte prematura se acrecienta ante la apertura acelerada de la economía y la exposición de lxs más vulnerabilzadxs y precarizadxs en el país.
Las condiciones para manifestar la rabia colectiva están dadas. Leamos el presente y proyectemos el horizonte político a partir de lo aprendido hace un año, pero proyectemos, esta vez, el desmantelamiento del sistema completo.