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No es secreto que quienes se oponen a propuestas de inclusión desde acercamientos con perspectivas de género y en favor de las diversidades sexuales buscan cualquier pretexto para minimizar estos reclamos de equidad.
Desde argumentos infundados sobre el supuesto daño que estas ideas tendrán sobre la niñez, hasta planteamientos sobre cómo los temas de género socavarán los valores de la sociedad, grupos y portavoces conservadores se inventan lo que sea para satanizar los esfuerzos por promover una vida digna para todas las personas, indistintamente de su identidad de género, expresión de género y orientación sexual.
Quizás uno de los argumentos más trillados y violentos que los grupos antiderechos usan para rechazar la perspectiva de género es decir que esas propuestas de equidad no representan la “verdadera inclusión”. Acto seguido, estas personas y grupos opositores comienzan a hacer referencia a temas como la diversidad funcional, la comunidad sorda, los derechos de las personas ciegas y otros grupos, como las únicas poblaciones por las que vale la pena luchar, por tratarse de lo que como sociedad debemos exclusivamente valorar en nuestras aspiraciones de una convivencia inclusiva. Lo otro, específicamente aquello relacionado a los temas de género, es evaluado como algo secundario, o en el peor de los casos, es juzgado como “changuerías” de quienes insisten en imponer una “ideología que atenta contra los valores que atesoramos como sociedad”.
¿Cuántas veces hemos escuchado el planteamiento de que el verdadero lenguaje inclusivo es el de señas? Esta afirmación se repite con frecuencia con el único fin de minimizar y mofarse del lenguaje inclusivo que, por ejemplo, utiliza la letra “e” como alternativa al binario masculino/femenino en la comunicación interpersonal y en la redacción.
Se usa un reclamo justo y necesario como la ampliación de oportunidades para la comunidad sorda como una de las justificaciones para violentar los derechos de las comunidades trans y personas no binarias. De esta forma, se insiste en establecer jerarquías irracionales entre identidades, cuerpos y experiencias para los cuales no debería existir ningún tipo de competencia o rivalidad en lo que respecta a sus respectivos reclamos.
Me cuesta pensar que haya personas capaces de usar importantes luchas de inclusión como punta de lanza para reproducir las violencias hacia las mujeres, personas con cuerpos feminizados y personas de experiencia trans.
Por ejemplo, es una insensibilidad de grandes proporciones hacer referencia a los importantes reclamos de fortalecer los servicios de educación especial como el pie forzado para rechazar los argumentos de quienes proponen que en las escuelas se les permita a les estudiantes utilizar el uniforme que sea afín con su expresión de género o que se evalúe la posibilidad de establecer baños inclusivos en los planteles educativos.
¿Por qué se insiste en poner a competir distintos reclamos de inclusión? ¿Cuál es la incompatibilidad entre las luchas de la comunidad sorda, los reclamos en favor de les estudiantes de educación especial, el activismo de jóvenes de las comunidades LGBTTIQ+ y las expresiones de jóvenes feministas en las escuelas? La respuesta es ninguna. No existe ninguna incompatibilidad entre estas luchas. Todas son importantes y necesarias.
Quienes insisten en dar explicaciones sobre cuál es la “verdadera inclusión” y usan determinadas luchas para poner a competir y segregar a distintos grupos históricamente marginalizados parten de una lógica de odio y oportunismo. Es parte de la desesperación de aquellos grupos antiderechos que buscan cualquier pretexto para manifestar su misoginia, homofobia y transfobia.
Las luchas por la inclusión son diversas y cada una presenta sus retos.
No permitamos que el fundamentalismo religioso y el odio hacia ciertas expresiones de lo diverso mancillen y segreguen un conjunto de reclamos que, aunque parten de grupos, experiencias y necesidades muy diferentes, al final convergen en su aspiración a una mejor calidad de vida y mayores oportunidades para todes.