Fotos por Ana María Abruña Reyes
La vida de Karina Torres Ruiz dio un giro inesperado el pasado mes de diciembre al recibir los resultados de una biopsia de cáncer de mama que se había realizado. Ese positivo que vio en el papel le trastocó su vida y la de sus hijos Ediel y Jediel, de nueve y cuatro años, respectivamente.
Karina es madre soltera y lleva sobre sus hombros el peso económico de su hogar. Para mantenerse a ella y a sus hijos, trabajaba como obrera de construcción durante la semana, y los fines de semana –para completar los ingresos– laboraba como bartender en un café cerca de su hogar, en el barrio Palmarejo, en Villalba.
Pero desde que supo de su diagnóstico, Karina se vio obligada a dejar ambos trabajos para encarar rápidamente el tratamiento oncológico contra la agresiva enfermedad.
Como recipiente del Plan Vital del gobierno, calificó para la cubierta especial de enfermedades catastróficas. El plan de salud cubre sus visitas a la oncóloga Anna Di Marco, los exámenes y quimioterapias en la ciudad de Ponce. Pero no así algunos medicamentos y las inyecciones de vitaminas que son parte integral del tratamiento para fortalecer su sistema inmunológico. Cada una de las inyecciones tiene un costo de $40.
“La cubierta especial cubre la mayoría de la quimioterapia. Solamente tengo que pagar un medicamento y las vitaminas, pero tengo dos hijos y, como estoy sin trabajar, ha sido un poquito difícil (no recibir ingresos)”, compartió.
Para sufragar estos gastos adicionales, los costos de transportación de Villalba a Ponce y cubrir las necesidades del hogar –ahora sin ingresos–, la mujer ha recurrido a ventas de almuerzos, torneos de pelota y otras actividades de recaudación de fondos que da a conocer en sus páginas en las redes sociales. Se bandea con esas ayudas y con el apoyo de familiares, la pensión alimentaria de sus hijos y el Programa de Asistencia Nutricional (PAN). En días pasados, familiares y amigas le organizaron un torneo de sóftbol y un grupo de comerciantes de Villaba le ofreció donarle los recaudos que generen de una actividad de gallos de pelea.
“Seguimos en la lucha a ver qué pasa”, indicó la joven madre, quien da a conocer las actividades de recolección de fondos en sus páginas en las redes sociales y de forma directa por ATH móvil.
Karina dijo que está ahorrando ese dinero recaudado porque el tratamiento es largo y “todavía me faltan varias quimios, más la operación, más la radioterapia y pues, tengo que guardar”.
En medio de este proceso complejo, la villalbeña expresa que se siente tranquila, en paz y positiva. “Así me siento y me voy a seguir sintiendo para vencer esto. Voy a salir en victoria…”, aseguró desde la plaza Las Delicias, en Ponce, donde conversó con Todas, mientras aguardaba por una de sus citas médicas.
Era casi mediodía y al culminar la entrevista, su madre, Bethzaida Ruiz Ocasio, quien la acompañaba, la llevaría a la oficina de la oncóloga, para que le pusieran la inyección de vitaminas. El día anterior, Karina había recibido su tercera quimioterapia. La primera, la derrumbó y estuvo un día sin poder levantarse de la cama.
“Me faltarían dos quimios más. En esta etapa, son cada 21 días. Luego, las voy a comenzar semanal. De ahí, la doctora me va a mandar a hacer otro estudio, para verificar cómo redujo la masa y decide si me extirpan los senos o solamente abren y me operan, para luego empezar la radioterapia”, detalló la joven de 30 años que llevaba un cubrebocas para proteger su sistema inmunológico.
Karina cubría su cabeza rapada con una pañoleta dorada que resaltaba su cara pequeña y sus grandes ojos café. Aferrada a su fe religiosa y con actitud optimista, relató que aunque en su familia hay historial de cáncer, nunca pensó que ella tuviera que enfrentar la enfermedad a temprana edad. Se le aguaron los ojos al compartir que el día antes de conocer los resultados de la biopsia, cuando iba camino a un proyecto de construcción en Santa Isabel, tuvo un momento muy especial.
“Sentí una voz que me dijo: ‘tienes que ser fuerte porque tienes cáncer’. Le pedí a Dios que me dé la fuerza para enfrentarlo y tener la oportunidad de ver a mis hijos crecer”, aseveró.
Unos días antes del diagnóstico, Karina se palpó una masita en el seno derecho y rápido fue a su médico primario. “Él me envió a hacer una sonografía y al otro día me llamaron para que me hiciera una mamografía de emergencia. De ahí me mandaron también de emergencia, a buscar una cirujana, a hacerme la biopsia y enseguida llegó el resultado positivo”, rememoró. Relató que llevaba poco tiempo fumando y enseguida dejó el cigarrillo. También dejó los dulces, la comida “chatarra” y comenzó con una dieta saludable.
Alta incidencia de cáncer de mama en Puerto Rico
De las siete regiones de salud en Puerto Rico, la región de Ponce –que incluye a Villalba– es la tercera con mayor tasa de incidencia de cáncer de mama en Puerto Rico con un 88.6%, precedida por las regiones de Mayagüez (93.5%) y Bayamón (93.8%). Esto según el Registro Central de Cáncer de Puerto Rico del 2022. El cáncer de seno es el tipo de cáncer más común entre las mujeres de Estados Unidos y Puerto Rico.
Según datos de la Sociedad Americana Contra el Cáncer, cada año, aproximadamente 2,205 mujeres son diagnosticadas en Puerto Rico con esta enfermedad y unas 444 mueren.
Un estudio realizado por la Ponce Health Sciences University (PHSU) reveló que el 60.7% de las pacientes latinas con cáncer de mama –incluyendo las puertorriqueñas– reciben ingresos anuales mayormente inferiores a $19,000, por lo que no pueden cubrir gastos esenciales como vivienda, servicios básicos, medicamentos y tratamientos oncológicos. Estos hallazgos subrayan las profundas desigualdades económicas que enfrentan las pacientes con cáncer de mama en Puerto Rico, resaltando la necesidad de crear un sistema de acceso a la salud que no haga a las pacientes escoger entre sus tratamientos o costear su hogar, sino que las atienda de manera responsable.
No conseguía horarios flexibles
Karina posee un grado asociado en Sistemas de Oficinas del Instituto Tecnológico de Ponce. Contó que, como madre soltera, se le hacía difícil conseguir trabajos con horarios flexibles que le permitieran llevar y recoger a los nenes en la escuela.
“No todos los jefes entienden eso”, dijo al explicar que hace dos años comenzó a laborar en los proyectos de construcción de su papá, Orlando Torres Negrón, quien es contratista independiente.
“Fue él quien me enseñó sobre la construcción”, indicó para agregar que su jornada era hasta poco después del mediodía y recogía a sus hijos en la escuela en Villalba.
En las obras de construcción hacía “de todo”, ligar cemento, cargar varillas, bloques, madera y hacer columnas. “Aunque estaba todo el día al sol y cargando cosas pesadas, me gustaba y también era una forma de distraerme de unos problemas que traía”, narró.
Karina dice que, a pesar del fuerte tratamiento que enfrenta, no ha perdido los deseos de trabajar, pero en estos momentos se le dificulta. Aun así, alberga la esperanza de que aparezca “algo en lo que pueda trabajar”.
“Yo era una persona bien independiente, que me gustaba trabajar, era el sitio dónde me despejaba. Ahora, al no poder trabajar es un poquito complicado. El no tener algo en qué enfocarme o distraerme es difícil”, expresó la joven.
El apoyo ha sido clave
Destacó que para mantenerse a flote, el apoyo que ha recibido de sus padres y de sus hermanas ha sido clave. Son quienes se hacen cargo del cuidado de los nenes mientras ella recibe quimioterapia en la Ciudad Señorial.
“Mi papá me llevó a las primeras quimios. Mi mamá también ha estado conmigo ahí, las madres del equipo de pelota de mi nene mayor han estado dándome apoyo. Mi familia me ha ayudado mucho. Por parte de mi mamá, son 16 tíos”, expresó.
Sobre los efectos de la quimioterapia, explicó que desde la primera, se le comenzó a caer el pelo. “Ya yo me venía preparando. Al verme un día que me quedé con muchos cantos (de cabello) en las manos me puse bien ansiosa y ahí mismo le pedí a Papito Dios que me ayudara a aceptarlo. También mi hijo mayor me ayudaba a peinar y se puso ansioso al ver que el pelo se me caía… Al otro día, saqué cita con el barbero de mis nenes y me recorté. Me sentí bien porque era algo que tenía que pasar y lo acepté con mucha fuerza”, aseguró.
Además de cubrirse la cabeza con pañuelos, contó que tiene dos pelucas. “Sinceramente, no encuentro cómo usarlas”, compartió con timidez, toda vez que dijo que tiene “mucha fe” en que el cabello le vuelva a crecer “bien bonito” tan pronto termine el tratamiento.

¿Qué ha sido lo más difícil en este proceso?
Yo diría que controlar la mente, no perderme en esto de los pensamientos negativos, estar ahí fuerte para mis nenes, que no vean a su mamá triste, cansada o sin ánimos de seguir… Voy a empezar también con una psicóloga de Juana Díaz, pero todas las noches le pido a Dios que me de la fuerza y la sabiduría para tomar las mejores decisiones y estar ahí para mis hijos. Ellos son lo más importante que yo tengo y tengo que luchar por ellos.
Su hijo mayor sabe de su enfermedad, pues le tuvo que explicar lo que le pasaba cuando comenzó a caérsele el cabello. “En el salón, hay un amiguito que su mamá está pasando por lo mismo. Me senté y hablé con él. Le dije que su mami no iba a morir, que iba a coger un tratamiento para estar bien y estar con ellos. Como me mantengo fuerte, por lo menos frente a ellos, no me decaigo, ni lloro, ni nada de eso, pues él se ha mantenido tranquilo. También, lo estoy llevando a una psicóloga que lo ayude a entender un poco del tema”, reveló la joven madre.
En ocasiones, cuando está sola, llora porque “es necesario para después continuar…, son muchas cosas a la vez, muchos cambios y hace falta”.
A otras jóvenes y mujeres que estén pasando por una situación similar, Karina las invitó a que enfrenten la enfermedad con valentía y que no se dejen caer. También instó a las mujeres a visitar a su médico y a no dejar de hacerse sus chequeos anuales.
En este proceso dijo que ha aprendido a “acercarme más a Dios, a valorar más el tiempo con mi familia, a darme prioridad, a cuidarme y a valorarme”.