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Migración, mujeres y el 8M

Arte por Rosa Colón Guerra @sodapopcomics

Graciela, Manuela, Candita, Argentina, Calín, Marisol, Digna, Toñita, Gladys, Carmen, La ñata, Yalivy, Jaqueline, Rosa, Reina, Dinora, Nancy, Nuri, Amada, Niove, Elsa, Nereida, Mercedes, Doña Minerva y Marta. Todas. Mujeres. Inmigrantes. Dominicanas. Una haitana. Todas. Racializadas.

I. 

Es viernes santo. El silencio entra por la casa como se cuela un hilo de humo que trae aroma del café. Hoy se presenta un desfile de sabores en toda la calle. Una vecina coloca el escabeche al pescado, la otra guaya el coco, exprime el trapo y le saca la leche. En mi casa, se abre la nevera, mami saca la leche de vaca, la evaporada, el azúcar, la vainilla, la batata, las pasas, la canela, las habichuelas. 

Serán horas de probar la sazón y el melao. Una pizca de sal para balancear el dulce, pa´ que no sepa aguao´, dice ella. Se enciende el licuador; son las habichuelas.

II.

En las tardes, cuando Nereida llegaba del trabajo en Guaynabo, se quitaba los brasieres, se ponía un vestidón ancho y colorido, abría una heineken y se fumaba un cigarrillo. Luego, otro. Habla con mami. Se contaban cosas del trabajo, de los muchachos, la crianza. Fumaban. 

En la noche, cuando se acababa la cajetilla y la leche, las tres íbamos al colmado. A mami nunca le gustó la noche, y a Nereida caminar sola, pero juntas no existía el miedo. 

Primeros acompañamientos.

III.

Sabes que le quedan pocas horas al viernes santo y al calvario cuando los vasos, envases y tazas comienzan a llegar a tu casa llenos de habichuelas con dulce. En la casita de la calle Río de Janeiro, yo tenía una cuchara metálica con la boquilla en forma de concha de mar con la cual iba de vaso en vaso, envase a envase y taza a taza husmeando y probando la exquisitez dominicana que se prepara por aquellos días de viacrucis y arrepentimientos. Había unas que sabían a humo. Eso pasa cuando no menean lo suficiente la olla, cuando el caldo está hirviendo. Realmente, esta es la parte más difícil del proceso; requiere mollero. A mí, siempre me tocaba mover las habichuelas con dulce. Nunca faltaban las habichuelas extra dulce o con demasiada canela, las que tenían muchos granos enteros, las que no tenían batatas, las que eran solo batata, y las que llegaban echa un tollo porque las galletitas ciento en boca se pusieron blanditas. 

El gusto más placentero, al culminar el día, era oír a esas mujeres llamándose para contar cómo estaban las habichuelas. 

Primeras lecciones de comer en comunidad. 

Ana, Sugeny, Nery Luz, Alma Elsie y todas las que no están. A ustedes, a quienes silenciaron y obligaron a caducar antes de tiempo, las nombro. A las mujeres, a Graciela, Manuela, Candita, Argentina, Calín, Marisol, Digna, Toñita, Gladys, Carmen, La ñata, Yalivy, Jaqueline, Rosa, Reina, Dinora, Nancy, Nuri, Amada, Niove, Elsa, Nereida, Mercedes, Doña Minerva y Marta, las vuelvo a nombrar. Cargo sus nombres en presente vivo como bandera este 8 de marzo, día de la mujer, de la mujer trabajadora, de las mujeres. 

Mientras habemos algunas leyendo columnas, compartiendo fotos en la marcha y scrolleando en las redes, hay quienes todavía no se han enterado de la existencia de un día, porque las obligaciones, las exigencias y las cargas nunca le han permitido una pausa. Esta historia que estamos forjando ahora no se puede contar sin llamar por sus nombres a todas las mujeres y cuerpos femmes inmigrantes que viven y sostienen este país. Muchas de ellas, mujeres que llegaron aquí apostando/dejando su vida en las 80 millas de agua que separan el archipiélago puertorriqueño de República Dominicana; otras han pasado la vida detrás de secadoras, tenazas y químicos. Están las que experimentan relaciones y trabajos abusivos porque su estatus migratorio no está regularizado y, por tanto, son y están más vulnerables a recibir tratos indignos y degradantes por miedo. 

De acuerdo con la Encuesta de la Comunidad de Puerto Rico del Censo de Estados Unidos, en el 2019, se reportó que la comunidad de inmigrantes dominicanes en la isla está compuesta por 57,240 personas de las que el 59% son mujeres. Las mujeres inmigrantes representan una fuerza trabajadora arrasadora en la isla, en especial en aquellos empleos domésticos, que, muchas veces, son poco remunerados o por debajo del promedio que se le paga a las personas o el salario mínimo, por lo que, entre tantas, incrementan las posibilidades de vivir en situación de pobreza y desventaja. Cada persona que sale de su país tiene sus propias motivaciones. Migrar no debería ser un castigo, por el contrario, debe representar la posibilidad de acceder al bienestar familiar, personal y comunitario. Hay una diferencia voraz entre las personas migrantes que llegan al país a formar parte de la clase obrera y fuerza trabajadora versus los que migran buscando explotar el paraíso fiscal. 

En un país donde la inflación, la falta de un sistema de transportación público efectivo, el poco acceso a la vivienda, los desplazamientos, la pérdida y constante venta del territorio, que también atenta contra la vida de las personas migrantes, es inaplazable continuar pensando meramente en puertorriqueños y puertorriqueñas. Nuestro discurso de país debe recoger todas las experiencias de las personas no puertorriqueñas que habitan en él. Nuestra lucha feminista, antirracista y trans inscluyente también. 

En la dorodidad que nos caracteriza, recordemos que para muchas de estas mujeres lo urgente no es la lucha feminista conceptual, lo urgente es tener comida sobre la mesa para ellas y sus crías. 

Lo urgente es tener el dinero suficiente para completar la renta a fin de mes, los gastos, los imprevistos y enviar divisas a familiares en el exterior.  

Lo urgente es no enfermarse, pues no cuentan con acceso a un sistema de salud o por el temor a ser deportadas a su país de origen. 

Lo urgente es tener un techo seguro entre la incertidumbre de andar en la clandestinidad por aquello de la regularización migratoria, cuando los territorios son nuestros, nos pertenecen. 

Lo urgente es sobrevivir las tantas violencias racistas y xenófobas de las que son víctimas día a día. 

Lo urgente es mantenerse respirando, pues se les es imposible reportar o denunciar situaciones de violencias físicas, emocionales, estructurales, mentales, entre otras que experimentan. 

Lo urgente es que se les respeten, validen y garanticen sus derechos sexuales y reproductivos. Que el aborto accesible les sea una opción. 

Lo urgente es que el Estado les permita el tiempo y espacio de ocio al aire libre sin la  hipervigilancia de la policía en sus comunidades.

Lo urgente es que las mujeres migrantes tengan acceso a la justicia y a una representación en los procesos judiciales y legales que no perpetúen la revictimización. 

Lucho, pongo mi cuerpo, voz e intención en el reconocimiento de la existencia de todas las mujeres migrantes, negras, dominicanas, haitianas, trans e indígenas que habitan en esta isla, y que este 8M demos un paso al frente para evocar un genuino interés de sus necesidades. 

Lee aquí otros textos de la autora

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