La procuradora de las Mujeres, Vilmarie Rivera Sierra. (Foto de archivo por Ana María Abruña Reyes)
Por más solidaridad y empatía que se demuestre ante las problemáticas de injusticias sociales, en este caso la violencia de género, solo desde una mirada feminista podemos entender y reconocer la raíz de estas violencias y cómo podemos prevenirlas. Transitar el pensamiento feminista y ponerlo en acción nos permite ser conscientes de cómo los estereotipos limitan nuestros pensamientos y condicionan la vida de los demás.
Por esta razón, ser feminista es un trabajo constante de escucha interna y externa para despojarnos de todos los discursos que justifican la violencia contra los cuerpos feminizados. Esto no es una tarea fácil porque hay que deconstruir años de educación patriarcal.
Por consiguiente, el feminismo ha sido la única teoría crítica y movimiento social capaz de explicar por qué hay una desigualdad evidente entre los géneros. Desde sus inicios, como un movimiento político, denunció la subordinación en la que estaban las mujeres y las formas de eliminar esas inequidades.
Si las funciones de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres es garantizar los derechos humanos de las mujeres, promover la equidad y erradicar las manifestaciones de la violencia por razón de género, ¿por qué el sector fundamentalista del país se opuso a la designación de Vilmarie Rivera Sierra como procuradora de las Mujeres, solo por el simple hecho de ser feminista?
Aquí, vemos, una vez más, cómo los sectores conservadores del país no tienen ni la más mínima idea de qué significa ser una mujer feminista.
Ser feminista es un proyecto de vida, en el que tus acciones deben estar encaminas día a día a combatir las desigualdades que experimentan las mujeres por el simple hecho de serlo.
Rivera Sierra ha dedicado una gran parte de su vida a la defensa de las personas sobrevivientes de violencia machista. Ha dirigido por 18 años el Hogar Nueva Mujer Santa María de la Merced y fundó la Red de Albergues de Violencia de Género, la cual dirigió por 12 años. Esta trayectoria laboral demuestra la constancia de su compromiso con la justicia social. Pero, al parecer, todo este trabajo que ella ha realizado durante más de una década pierde el sentido ante los ojos de un sector de la población, que del mismo modo que se expresa de la violencia machista desde un sinnúmero de estereotipos y estigmas, también hace lo mismo con el feminismo.
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La palabra “feminista”, en Puerto Rico y a nivel mundial está, cargada de connotaciones negativas. “Las feministas odian a los hombres”, se dice. Por lo tanto, “desean subordinarlos”; “no se depilan”, “no se maquillan”, “siempre están molestas” y “quieren atentar contra los valores de la familia”. Es por todas estas ficciones mentales que muchas personas han asumido como verdad sobre las feministas que incomoda que la procuradora de las Mujeres lo sea.
Esta discusión trajo a mi mente un fragmento del libro Todos deberíamos de ser feministas de Chimamanda Ngozi Adichie. La escritora enfatiza por qué es importante nombrarse feminista y no decir simplemente que crees en los derechos humanos. No nombrarse feminista cuando luchamos para erradicar la violencia de género no sería honesto.
“Elegir usar la expresión genérica ‘derechos humanos’ supone negar el problema específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes han sido excluidas durante siglos… Que, tradicionalmente, el problema no era ser humano, sino concretamente ser un humano del sexo femenino”. Así que, oponerse a que la procuradora de las Mujeres sea abiertamente feminista es simplemente dejar en evidencia que no se reconoce por qué las mujeres han sido históricamente oprimidas.
Y es curioso porque quienes se oponen, lo hacen desde sus prejuicios contra el feminismo, pero también desde una visión fundamentalista religiosa, a pesar de que Rivera Sierra cuenta con experiencia en comunidades de base de fe. Y no solamente cuenta con la experiencia, sino que también con el apoyo de lideresas de las iglesias metodista, evangélica luterana y presbiteriana.
Contrario a lo que la mayoría de las personas piensan, el feminismo y la religión no tienen que ser espacios contradictorios. Como dijo bell hooks: “El feminismo ha sido y sigue siendo un movimiento de resistencia que reconoce el valor de la práctica espiritual… A pesar del sexismo de las religiones que están dirigidas por hombres, las mujeres han encontrado en la práctica espiritual un lugar de consuelo y refugio”.
En un país mayoritariamente cristiano, es fundamental contar con una procuradora de las Mujeres que sea conciliadora entre distintos grupos. Porque, al final, al feminismo no le importa si eres católica, evangélica, musulmana o judía. El feminismo quiere liberar a todas las mujeres y los cuerpos feminizados de la dominación patriarcal.
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Nombrarse feminista dentro de este cargo político es tomar postura. Es tener la valentía de enfrentar todo un orden social que arremete constantemente contra un movimiento que tiene como objetivo proveer vidas dignas. Por lo tanto, como sociedad debemos de procurar que la procuradora de las Mujeres sea siempre feminista y que lo demuestre con sus acciones. El feminismo y las feministas han sido quienes nos han salvado de la violencia y la deshumanización más extrema.