Sostener que el feminismo blanco es el feminismo de las mujeres blancas simplifica un entramado bastante complejo de relaciones de poder detrás de la universalización de una experiencia femenina en particular. Aludir al feminismo blanco como el feminismo de las mujeres blancas invisibiliza el flagelo de la colonización sobre los cuerpos que sufren racismo y olvida, aunque quizá no intencionalmente, que tal como señalan las feministas decoloniales, el género es una imposición colonial atravesada por los procesos de racialización y que además se caracteriza por ser una característica propia de lo humano, donde las personas racializadas quedamos por fuera.
Contrario a lo que muchas personas (feministas o no) piensan, el feminismo blanco no es el feminismo que militan las mujeres blancas, es mucho más complejo que eso. Se trata de perpetuar la supremacía blanca a través de un movimiento que en su base ideológica debería propiciar equidad para todes les sujetes que le integren, habilitando la existencia de una parte de esos cuerpos, no su totalidad, como cuerpos válidos.
-Alejandra Pretel
Querida feminista blanca:
Concuerdo contigo en que la conversación sobre racismo en espacios de trabajo “feminista” es importante. Es más, pienso que es importante desde hace muchísimo tiempo. De seguro, desde mucho tiempo antes que tú.
Sin embargo, para esa conversación requiero un trabajo previo de tu parte. Te adelanto que es un trabajo bien doloroso. Un trabajo interno que requiere reconocer que vives dentro de un esquema racial. Un sistema de privilegios/desventajas que nos afecta a todas. Y necesitas reconocer específicamente que ese esquema ha representado ventajas para ti.
Ese trabajo doloroso va a requerir de tu voluntad, tiempo y esfuerzo. Requiere guardar bajo llave “la hoja de vida y de gestión política” que contiene todas tus credenciales profesionales y de activismo, así como el listado de logros con poblaciones vulnerabilizadas, requiere que dejes de citar a tus “amistades negras” y dejarme saber cuántas veces te han dicho -cual mantra- que no eres “racista”. También precisa que internalices que el #YoTeCreo que tanto defiendes, incluye las veces en las que mujeres negras te han traído denuncias sobre tus comportamientos o sobre el comportamiento de tus camaradas y amigas del alma que tanto admiras y defiendes.
Requiere que te vires al revés, requiere leer, escribir, gritar, mentar la madre, meterte la mano en la llaga, requiere ponerte un bozal en el ego y en la negación, requiere autocompasión crítica, requiere que te perdones por lo que no sabías y ahora vas aprendiendo, requiere que vayas transmutando hasta que abraces la posibilidad de que en algún momento -de manera consciente o inconsciente- has sido parte activa en este sistema de opresiones y jerarquías que llamamos racismo. Y entonces, te toca decidir TRAICIONARLO.
Comprometerte con meterle una puñalada mortal al sistema que nos racializa a todas. Desmantelar ese feminismo que sostiene el estatus quo y no se interesa por alterar la realidad, dejando intactas las relaciones de poder que no estén vinculadas al género. Ese feminismo que no tiene interés en admitir otras opresiones además del género como claves en el análisis y, si alguna vez lo hace, sostiene irremediablemente algún tipo de jerarquización.
A partir de ahí, podemos hablar y sostener la conversación amplia. Yo no tengo la energía para convencerte sobre lo que te debe ser evidente. Tampoco te debo la lección. Yo estoy exhausta. Pero me comprometo a recibirte con un abrazo tierno y amoroso cuando decidas dejar de justificarte.
Yo estoy haciendo mi trabajo interno. Te toca hacer el tuyo.