Fotos por Cris Seda Chabrier
El deporte siempre fue un tema de interés para el periodista Rafael Díaz Torres. Mas, en su formación académica subgraduada, comenzó a percibirlo como un tema político digno de investigación. En ese momento, no vio un elemento indispensable en el análisis deportivo, la perspectiva de género. Su desconocimiento cambió cuando continuó sus estudios graduados en Geografía y su profesora y consejera de maestría le indicó que, para trabajar con ella, debía tomar un curso en el Programa de Género. Pese a su resistencia inicial, accedió y ese curso avivó, en él, el deseo de continuar estudiando este campo.
Díaz Torres comprendió que cualquier análisis del deporte no puede separarse de los estudios de género. Posteriormente, estudió comunicaciones y le interesó el campo del deporte, medios y sociedad. Esta transdisciplinariedad le permitió integrar sus conocimientos en su libro Género, prensa y geografía del deporte: representación y cobertura de la Selección Nacional de Puerto Rico en el baloncesto femenino (1993-2017), una disertación histórica que presentó, el pasado viernes, 9 de septiembre, en la librería Casa Norberto, en Plaza Las Américas.
“El deporte para mí es esa gran metáfora para entender tantas complejidades de la sociedad, para entender las relaciones de poder, para entender la política en toda su amplitud, para entender luchas, incluyendo luchas a favor de la inclusión o de la equidad por razón de género”, reflexionó durante una conversación moderada por Carlos Gómez Beras, editor de Isla Negra Editores.
A través de su libro, Díaz Torres examina cómo la cobertura mediática que se le ha dado a la Selección Nacional de Baloncesto Femenino ha reproducido ideologías sexistas y machistas, fenómeno cuya raíz emerge de la sociedad patriarcal.
El periodo de estudio que seleccionó tiene una razón. Por ejemplo, deseaba analizar cómo los medios de comunicación cubrieron la medalla que ganó, en 1993, el equipo femenino en los Juegos Centroamericanos y del Caribe versus la cobertura que se le otorgó al equipo masculino, que también ganó una medalla en ese torneo.
No se sorprendió al encontrarse con que la victoria del equipo masculino estaba precedida por un titular grande, mientras que, el de la selección femenina era más pequeño.
Tras ver cómo estas desigualdades se reproducen, comprendió que hace falta visibilizar más a la Selección Nacional de Baloncesto Femenino.
Aunque el equipo ha tenido logros recientes, como clasificar a los juegos olímpicos de Tokio 2020 y su pronta participación en su segunda Copa Mundial, este equipo no recibe un apoyo significativo, señaló el geógrafo.
Esta disparidad no se trata de un hecho aislado. A pesar de que la Asociación Nacional de Baloncesto Femenino (WNBA, por sus siglas en inglés) tiene mayores recursos y notoriedad que la liga femenina de Puerto Rico, también se enfrenta a una brecha con su contraparte masculina, la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés).
Esa falta de equidad da paso a interrogantes como, ¿por qué al baloncesto femenino se le ha hecho difícil recibir ese apoyo a diferencia de otros deportes, como el voleibol femenino, la gimnasia o el tenis?
“Es que, como sociedad, tenemos esa manía de ponerles etiquetas de género a los deportes, de decir que hay unos deportes que son más de hombre o de mujer”, sostuvo el también cofundador de Todas en su presentación.
Al baloncesto, se le ha categorizado como un deporte físico y existe una ansiedad social de que la mujer que lo juega se expone a perder la feminidad, que ha sido impuesta y definida por la sociedad patriarcal, explicó.
Se refuerza esta premisa cuando las personas nombran, como referentes del baloncesto, a jugadores como José “Piculín” Ortiz, José Juan Barea y Carlos Arroyo. Es poco probable que mencionen nombres de jugadoras, distinguió. Se invisibiliza de esta manera la gesta de atletas como Carla Cortijo, Pamela Rosado, Tayra Meléndez, María “Cusa” Rivera, Jennifer O’Neill o Jazmon Gwathmey. Esa directa asociación con figuras masculinas se vincula con la geografía del deporte.
El proceso de formular su disertación histórica conllevó algunos retos. Por ejemplo, algunos de los periódicos que necesitaba no estaban digitalizados en la Colección Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Asimismo, debía entender el contexto político y social en el que se daban estas publicaciones.
Tales acercamientos metodológicos y teóricos le permitieron realizar un libro que busca incentivar la investigación académica sobre temas de deporte y sociedad.
Desea que el profesorado lo utilice como referente histórico en cursos de periodismo, deporte o sociedad y que sirva para desarrollar un periodismo deportivo con perspectiva de género.
“Si no integramos la perspectiva de género en el periodismo deportivo, vamos a continuar utilizando el periodismo como un instrumento para perpetuar el discrimen […] y aspectos como la infantilización y la sexualización de la mujer deportista […] Queremos que, por el contrario, el periodismo deportivo se atempere a los tiempos y logre dar una cobertura digna a las mujeres y a distintas identidades que no se circunscriben a la idea tradicional masculina”, concluyó.