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RaiNao: “Hacer música es mi superpoder”

RAINAO (24-AGOSTO-2022) 5

Fotos por Ana María Abruña Reyes

Naomi Ramírez aparece en el umbral de la puerta de una casa en cemento y madera ubicada en el corazón de Santurce. Dentro de la residencia a dos aguas, está su mamá Tirza Rivera y una de sus tías maternas, Helem, quienes están atareadas recogiendo, limpiando y reorganizando la antigua estructura.

Pantalón ancho, crop top y tenis, Nao – como le dicen sus allegados – saluda con seguridad y se ubica en una de las sillas que está en el balcón de la casa. De inmediato, sube una de sus piernas en el asiento y reposa su codo sobre la rodilla, en busca de comodidad. Sentado en el piso, listo para escuchar y atender la conversación está su hermano Nataniel, compinche, manejador y baterista de RaiNao, propuesta que hace dos años ella armó y con la que ha tomado al género urbano por sorpresa, dándole visibilidad y voz a las mujeres en toda su diversidad.

Este proyecto musical, Naomi Ramírez lo comenzó en plena pandemia. Sabía que el momento había llegado para expresar lo que sentía bajo sus propios términos y sin esperar por nadie. De ahí, el RaiNao, ese ahora, que es el motor que la mueve. Si algo queda claro cuando uno conversa con ella es el arrojo y las ganas de hacer lo que le place. Es una mujer segura de sí misma, sin los amarres de la industria musical comercial. Dice lo que quiere y como lo quiere, y opina de todo lo que le apetece sin ser condescendiente o políticamente correcta.

Por eso, no duda en criticar al gobierno sobre temas como la crisis energética, la privatización de las playas y la manera en que ha atendido el tema de la violencia contra las mujeres. “Declararon un estado de emergencia, pero qué han hecho… No han hecho nada, ni siquiera han aprobado un currículo con perspectiva de género”, dice de forma contundente.

Desde que se estrenó en la escena musical, RaiNao ha dejado claro que viene a tumbar la narrativa machista y la misoginia en el género urbano. En sus canciones habla de placer, amor, poder, fiesta, pero siempre desde una perspectiva feminista, desde su mirada, sus experiencias y bajo sus propios términos.

“El género siempre ha sido bien machista y nuestra representación es el superpoder que tenemos para cambiar esa narrativa”, dice.

“Para que las mujeres puedan gritar una canción con la que se identifiquen, pa’ que puedan perrear un reguetón bien jayás y pa’ que cada vez más se atrevan a plasmar sus vivencias y perspectiva en un género que ha evolucionado, pero que le falta”, agrega con seguridad la creadora de Track 2, canción en la que aborda el tema de la violencia machista.

“Nena fija bien la fuerza, que no es culpa de tu falda y que hay que arrancar la maleza. La primavera más ligera nos arrancaron par de flores, pero fija bien la fuerza, nena, que no es culpa de tu falda”. Pa’ que me cuiden corruptos, me cuido yo”, canta.

Basta ver a su alrededor para darse cuenta que Naomi creció en un hogar rodeado de mujeres con convicciones firmes. La casa en la que nos encontramos era de su bisabuela Feliza Zayas, quien crió a su mamá y a su tía luego que la madre de éstas falleciera. Naomi se refiere a ella como su abuela. Fue una mujer fundamental en su vida, quien levantó sola a toda una familia. Fue también la que la acogió a ella, a sus dos hermanos y a sus papás, cuando se quedaron sin techo, luego que vendieran el edificio donde vivían alquilados. Por varios años, la familia vivió en un cuarto de esta residencia. Naomi recuerda que ella dormía en la cama con sus papás, su hermano en una cunita y su hermana mayor con su abuela. Fueron tiempos difíciles económicamente, pero doña Feliza Zayas, quien falleció en el 2014, hizo que todos vivieran de la mejor manera posible durante ese periodo.

“Mi abuela era una alcahueta”, recuerda Naomi. “Era un ser bien de paz, nada le encabronaba. Ella todas las mañanas se sentaba aquí a leer la Biblia, todas las mañanas; ella se leyó la Biblia par de veces. Le gustaba cantar y por la noche nos reunía aquí (en el balcón) y nos hacía historias fantásticas de su pueblo, Orocovis. Ella nos llevó también a congregarnos en la iglesia que está aquí que es una iglesia metodista”, relata, mientras apunta con su dedo hacia la iglesia que queda en la esquina de la calle y que se puede ver claramente desde el balcón.

En ese espacio fue que Naomi cantó por primera vez. Su papá, Wandick Ramírez, quien es músico y fue corista del salsero Pete “El Conde” Rodríguez, le inculcó a ella y a sus hermanos el gusto por la música y los impulsó desde pequeños a tocar algún instrumento. Por eso, cuando la iglesia preguntó quién podía cantar y tocar, la familia completa se presentó.

“Esto es una comunidad de bajos recursos, bastante pequeña, y no había mucha gente. Así que la misma congregación se encargaba de hacer cultos a través de toda la comunidad a ver si más gente iba, sobre todo niños. Llegó un momento en que no había quién cantara, quién tocara y nosotros éramos los únicos, así que me tocó a mí, a mi hermana y a mis primos. Nataniel empezó a tomar clases de batería y era el baterista, mi papá tocaba guitarra y yo cantaba”, rememora, toda vez que afirma que ese espacio fue importante para conocer su voz. “Sabía que podía cantar porque eso es algo con lo que uno básicamente nace y va desarrollando, y estudié música, pero no es hasta ahí que cogí un micrófono y canté sola por primera vez”, revela.

Naomi estudió en la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, en Hato Rey, pero en esos años no se dedicó a cultivar la voz, sino el saxofón que es su instrumento. Luego de graduarse de escuela superior, comenzó un bachillerato en Biología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey, con la meta de convertirse en doctora. Pero en poco tiempo, se dio cuenta de que su pasión estaba en las artes e hizo un traslado al Recinto de Río Piedras, graduándose de teatro y producción audiovisual. Esa educación le permitió desarrollar un pensamiento crítico, que la ayudó a romper con prejuicios y ampliar sus creencias para expresarse sin miedos y en completa libertad.

Antes de tomar un micrófono en una tarima, hizo teatro callejero y se fue a Argentina a estudiar teatro físico a partir de la técnica Lecoq. Toda esa formación la ayudó grandemente cuando el exponente urbano Rafa Pabón –quien estudió con su hermano en la Escuela Libre de Música- la llamó para que fuera su corista. Ese fue el inicio de su trayectoria y fue la preparación para conocer sobre la industria musical. En el 2020 –en plena pandemia– finalmente, decidió comenzar sus propia ruta musical en solitario con temas como Celular y Track 1. Desde entonces, RaiNao ha publicado más de una decena de temas, todas composiciones suyas. La más reciente es “Limbo”, un “trip musical” con influencias de dancehall, afrobeat y música electrónica mezclado con ritmos de bomba puertorriqueña.

En febrero de 2022, presentó Ahora A.K.A NAO, su primer EP, con la colaboración de los productores Wiso Rivera y Giova Ortiz, que incluye canciones como Gata loca, Mi Piscis, LUV y Un amarre, con la participación de la rapera puertorriqueña Villano Antillano.

Su música juega con las sonoridades urbanas, inyectándoles otros elementos que rehúyen de las clasificaciones tradicionales. Sus canciones, reitera, son para tocarse con banda, por eso en sus presentaciones en vivo –además de tocar el saxofón- se hace acompañar de diversos músicos, muchos de los que conoce de sus años en la Escuela Libre de Música. “Hacer música es mi superpoder, me hace sentir bien feliz y me da la oportunidad de hablar por muchas mujeres”, expresa.

Justo en ese momento de la entrevista, un carro se detiene frente a la casa y toca bocina. “¡Mira, esa es la cantante!”, gritan desde el vehículo. “Bendición, titi”, responde Nao. “Déjame bajar a saludarte”. Es su tía Dalia, quien al verla deja el carro en medio de la calle, se baja y corre a abrazarla. Por el umbral de la puerta, se asoma esta vez Tirza, la mamá de Nao, quien es la maestra de la casa, “la de la disciplina”, y también la fanática número uno de sus hijos.

“Es que esto aquí es el Centro de Convenciones. Cuando terminemos de limpiar y nos reunamos, las vamos a invitar para que ustedes vean cómo es este fiestón”, comenta Tirza, quien no ha parado de organizar la casa. Desde que falleció la matriarca de la familia, la residencia ha estado desocupada y hoy han llegado para organizarla y habilitarla.

“Esto para mí representa como que la unidad porque aquí era donde literalmente nos reuníamos para todas las actividades, todos los cumpleaños. Mi bisabuela literalmente nos crió a todos y a todas aquí en la calle, mis vecinos son los vecinos de toda la vida y esto es como nuestro cantito de reunirnos, de unirnos nuevamente”, reflexiona Naomi, quien lleva tatuado en uno de sus brazos el número de esta casa, por aquello de no olvidar los afectos, de recordar donde todo comenzó.

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