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Sonia Santiago Hernández: testigo de la guerra y de la lucha por la paz

Fotos de Ana María Abruña Reyes

Una casa de esquina, ubicada en Canóvanas, alberga a la mujer que, por más de 20 años, acompaña a las madres en su lucha por la desmilitarización y por la paz. El hogar es de un nivel y, al entrar, un trampolín azul y negro ocupa gran parte de la sala. Las paredes que dividen la cocina están adornadas por arcoíris de colores y trazos de infantes, frente a estos artes, una lámpara de techo de la que cuelgan dibujos pegados a mano, ilumina la mesa de comedor. En la parte de afuera de la estructura, hay una figura cristiana en la cual María carga en sus brazos a Jesús, quizás como recordatorio de la importancia que tiene para Sonia Santiago Hernández la figura materna. 

“Yo tengo una afinidad muy grande por la maternidad, por experiencia propia”, dice la fundadora de Madres Contra la Guerra, cuya casa está adornada por dibujos y libros que una vez pertenecieron a sus cuatro hijos (tres varones y una mujer), y que hoy forman parte del universo de sus dos nietos.  

Sobre una de las mesas ubicadas en el comedor, yace una carta que lee: “Abuela, la luz y la razón para seguir el camino de la paz y alegría y para seguir creciendo”. No tiene firma, pero alude a la educación no violenta que esta mujer de 75 años ha impartido a sus hijos y nietos.

De hecho, entre los juguetes que hay en la casa, no hay armas. Sonia Santiago Hernández crió a sus hijos, y ahora a sus nietos, en un espacio de paz, antibélico. De ahí, que la inscripción militar de su hijo mayor en marzo de 2003 provocara tanta sorpresa para ella y su familia. “Me lo dijo como a las 11:00 de la noche del día antes que se iba, y (al otro día) se fue”, recuerda Santiago Hernández sobre el momento en que su hijo partió para la milicia. Revive ese instante con una voz pausada, que contrasta con su manera rápida de hablar.  

De acuerdo con la psicóloga de profesión, su hijo tenía un préstamo estudiantil que un reclutador le dijo que podía condonarse si se inscribía en la milicia. “Y él, para no ser una carga… decide creer el sueño que se le convirtió en pesadilla”, agrega. Sobre lo que pasó después, Santiago Hernández prefiere no abundar. Solo dice que su hijo regresó de Irak distinto, cambiado por la experiencia.

Ese duro proceso, la motivó a fundar en el 2003, Madres Contra la Guerra. Sus objetivos principales al fundar la organización fueron tres: evitar que otros jóvenes entraran en el servicio militar, reconocer los daños físicos y emocionales a los que se exponían, y que los militares ya inscritos se objetaran por conciencia. 

Desde entonces, Madres Contra la Guerra se convirtió en una organización pacifista y antimilitarista que aboga por los derechos humanos de los militares y de los países ocupados, educa por la paz, y canaliza gestiones de ayuda relacionadas con la salud física y emocional de las personas veteranas.   

En solidaridad con Palestina

Esa lucha por la paz no se remite únicamente a Puerto Rico. Todos los martes, a las 4:00 p.m., Madres Contra la Guerra, que está compuesta por cerca de 200 familias, incluyendo hombres, se manifiesta frente al consulado de Israel en Puerto Rico para abogar por los derechos en Palestina.

“Nosotras somos empáticas con las madres de los países ocupados por la fuerza armada de Estados Unidos y sus aliados. El dolor de una madre palestina al perder a un hijo o que un hijo esté enfermo, que no tenga qué comer, es el mismo dolor de las madres boricuas cuando llega su hijo en una caja, muerto, o suicidado”, dice.

Israel ha dejado a Palestina sin alimentos y recursos de salud, y la niñez ha sufrido el mayor impacto con más infantes muertos en los últimos cinco meses que en todas las guerras de los últimos cuatro años, según las Naciones Unidas . Hasta el momento, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, se han reportado más de 30,000 muertes, siendo el 70% mujeres y niños/niñas.


En marzo de 2024, durante uno de los piquetes en pro-Palestina, con megáfono en mano, la portavoz de Madres Contra la Guerra denunció un intento de intimidación por parte del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés). Rodeada de banderas palestinas y puertorriqueñas, Santiago Hernández relató, durante la manifestación, que tres agentes del FBI interrogaron a una de las integrantes de su organización sobre una alegada amenaza de bomba, y luego la visitaron a ella mientras estaba en su hogar.

Ahora, desde la mesa del comedor de su residencia, afirma que las visitas fueron luego de entregar un documento en pro de la mujer palestina y llevarlo a las oficinas del consulado de Israel. La declaración para detener el genocidio en Palestina, fue firmada por más de 300 organizaciones internacionales, incluyendo Madres Contra la Guerra. La iniciativa surgió por parte de la Red Internacional Antiimperialista de Articulación de organizaciones de Mujeres, Movimientos Sociales y Mujeres de Partidos Políticos de Izquierda (RIAOMPI), con la que la organización puertorriqueña mantiene lazos.

“Después de eso fue que el FBI (me visitó)”. Aseguró que, el martes siguiente a ese evento en el consulado, nueve patrullas de la policía estaban presentes mientras se manifestaban pacíficamente; una vigilancia que, durante manifestaciones anteriores, no tenían.

Los comienzos de la lucha por la paz

Para Santiago Hernández, el activismo por la paz no comenzó con Madres Contra la Guerra. La naranjiteña viajaba en guagua hasta la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras (UPR-RP), donde una clase de historia de Puerto Rico despertó su activismo, que ha florecido en las últimas décadas.

Su estancia en la UPR-RP coincidió con la guerra de Vietnam y con una universidad militarizada por la presencia del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva (ROTC, por sus siglas en inglés). 

Desde ese entonces, se unió a la iglesia católica para repartir propaganda en contra del servicio militar obligatorio, mucho antes de fundar Madres Contra la Guerra. De hecho, hace cinco años, se encontró con el resultado de su gesta.

Mientras caminaba por las calles del Viejo San Juan, un hombre de su edad le reconoció:

—Yo a ti te conozco; yo te debo la vida a ti— le dijo el hombre.

—Mira, yo soy de un pueblo chiquito, yo no sé ni nadar… — continuó, mientras ella le preguntaba con perplejidad si la estaba confundiendo con otra persona.

–¿Cómo te salvé la vida?– finalmente le cuestionó.

El hombre le relató que estaba sentado en una mesa en la UPR-RP, con su uniforme del ROTC, cuando Santiago Hernández se sentó a su lado y lo convenció de renunciar al servicio militar.

—Terminé ese semestre y me quité. Si supieras que la mayoría de los que vinieron vivos están enfermos y muchos están muertos. Gracias a ti que me abriste los ojos —le expresó el hombre.

Santiago Hernández asegura que no recuerda nada de aquella conversación universitaria, pero narra la experiencia de ese encuentro en el Viejo San Juan como una pequeña victoria.


Desde que comenzó con Madres Contra la Guerra, afirma que las inscripciones en el servicio militar han bajado. La Universidad de Standford reseñó, en 2023, que las metas de inscripciones militares en 2022 se quedaron cortas por 25%. 

Entre las razones para la merma, se encontraba el temor a salir heridos, una de las vertientes que esta mujer lleva denunciando junto a su organización desde 2003. Esto representa una esperanza enorme para Sonia Santiago Hernández. “Tenemos la esperanza de que otro mundo mejor es posible…”, afirma quien cree que la paz se puede alcanzar, siempre y cuando las personas la prioricen por encima de los intereses económicos.

“Irrespectivamente de si se logra en nuestra vida o no, nuestra responsabilidad es luchar porque la gente piense que sí se puede”, dice, adjudicándose una responsabilidad social y moral en la lucha que por más de 20 años ha liderado.

Sabe que las posibilidades de que la paz se logre son limitadas, pero alberga la esperanza de que otras generaciones la encuentren. “Quizás, nuestros nietos lo logren”, expresa. Entonces, aquella casa de esquina, decorada con dibujos, cartas y amor, cobra sentido.

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