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Un diálogo desde el dolor

ALE: Veo, intento ver el vídeo del asesinato de George Floyd, a manos de la Policía, y pienso en mi abuela Aba, una mujer visiblemente negra, que vivió años una diáspora norteamericana. Trabajaba en una bodega. Comenzaba en la penumbra del amanecer, y culminaba tarde en la noche. Escondía el dinero que ganaba en los ductos de su aire acondicionado para, cuando pudiera, enviarlo a sus crías, en San Juan, Puerto Rico. La imagino caminando sola, y siento miedo. 

BARBI: Vi el vídeo del asesinato de George Floyd sola, en mi piso 15, desde mi cuarentena. No hubo un abrazo para consolarme ni una mano que me extendiera un pañuelo para secarme las lágrimas. Esa noche, cuando llamé a mi abuela Prin para saludarla, me dijo que le bastó una sola imagen para ahogarse en llanto. “Sentí rabia”, añadió. Abuela, a sus 87 años, todavía, teme que un acto de violencia racial le arrebate la vida a su hijo, de 68 años, un hombre visiblemente negro. Siento miedo, pues no sé si me dé la vida para superarlo.  

ALE: Pienso en les niñes que tallereo en Carolina, Río Grande y Loíza, y el apetito se va a no sé dónde. Siento cómo la cuarentena se vuelve una fiebre que nos revuelca a todes – y no a todos, y, quizás, ahí está el problema.

BARBI: Pienso en las veces que me le he escapado a la brutalidad policíaca. Pienso en el primer boleto que me dio un policía por una supuesta infracción de tránsito en Loíza. Le reclamé con rabia, sin seguir ninguna de las instrucciones que me habían enseñado en casa. “Haz caso”. “No le contestes”. “Obedece”. Pienso en cada una de las veces en las que me he enfrentado a la policía; incluso una ocasión en la que les grité abusadores por golpear a un deambulante en el pueblo de San Germán. Pero, con rabia y dolor, pienso en mis sobrinas negras que son interpeladas como afrolatinas en EE. UU. Ahora, soy yo la que les dice: ¡Por favor, obedezcan! En ese acto, me quiebro. Posiblemente, opera la inferioridad internalizada que me provoca clamar por que se respeten sus cuerpas y sus vidas importen.

ALE: No saben del miedo porque el sistema defiende la noción de seguridad de sus seres amados aunque esta sea racista. Violentan cómo y cuánto quieren porque para sus familiares respirar siempre fue más fácil. Un cansancio profundo y ancestral se activa cada vez que el racismo nos mata a unx más. Y a la vez -por supuesto que- la rabia. Rabia, que a veces es lágrima; otras fuego. Rabia que tiene nombres. 

BARBI: Por la desidia que percibo en Puerto Rico, quisiera estar en Minneapolis acompañando a quienes, como yo, sufren en carne propia el racismo antinegritud. Me aterra que, en medio de las protestas por el asesinato de George Floyd, el presidente de EE. UU. continúe su patrón de incitar a la violencia en contra de las personas negras desde su supremacía blanca. El miedo se confundió con la cólera cuando vi que el periodista afrolatino Omar Jiménez (CNN) fue arrestado mientras reportaba. “Estaban siguiendo instrucciones”, dijeron los policías sobre el arresto del reportero. Ese es un ejemplo de cómo opera el racismo antinegritud estructural y sistémico. El lenguaje corporal del policía Derek Chauvin, con su rodilla sobre el cuello de Floyd, contrasta con las cientos de imágenes perturbadoras de las víctimas del genocidio negro estadounidense. Es un esquema de opresión latente que salpica a la colonia puertorriqueña, y me hace rabiar que acá la gente no pueda entender que, como boricuas Afrodescendientes, somos víctimas de ese sistema deshumanizante. 

ALE:  Rabia que tiene funerales. Rabia que tiene entierros a destiempo. Rabia que tiene flores secas en la tierra. Rabia que tiene ancestras. Rabia que busca respirar, por algún lugar. Rabia que exige aire en donde tantos insisten en robarnos oxígeno. Rabia que tiene hermanxs, padres, tíxs, sobrinxs, que nos matan -nos los siguen matando- aquí y allá. “Las personas negras no contamos una experiencia universal, pero sí hay una resonancia entre los cuerpos negros que es creada sistémicamente”, leí del muro de la activista Shariana Ferrer-Núñez esta tarde, y coincidio, subrayo, cito. Se alternan los rostros de quienes viven el filo más cruel de la grieta, pero sabemos que la fisura es honda y supura; se vive a diario en miles de espacios más. “Haga el ejercicio de escuchar a la gente negra que tiene cerca, a escucharles de verdad, a apoyarles como pueda. Valide esas experiencias, aunque no las entienda”, añadía Ferrer-Núñez. Y cito otra vez.

BARBI: En una entrevista, me preguntaron qué sugería para que la comunidad no-negra puertorriqueña tomara acción ante el racismo antinegritud insular y en la diáspora. De pronto, pensé que no es mi responsabilidad hacer sugerencias ni pedir alianzas a quienes no ven un problema en mi dolor e impotencia, en mis constantes denuncias. Sin embargo, sugerí que nos escuchen y no invaliden nuestras experiencias como personas visiblemente negras, como solicita Shariana Ferrer-Núñez. Agrego que cuando usted encuentre las historias de sus ancestrxs esclavizadxs por personas Negras o tenga la evidencia de cómo lxs Negrxs les matan, les degradan y deshumanizan -en un esquema de supremacía Negra- entonces hablemos de “racismo a la inversa”. Mientras, utilice esa frase como sinónimo de falacia. Cuando a usted le sigan en una tienda porque piensan que va a robar, le verifiquen su pelo en un aeropuerto, le detengan y tema por su vida, viva preocupadx porque no sabe si un familiar va a volver a casa; entonces, hablemos de #AllLivesMatter. Mientras las personas negras sigamos siendo víctimas de brutalidad policíaca, de inequidades y falta de acceso a servicios básicos y nos sigan MATANDO todos los días, seguiremos denunciando el racismo anti-Negritud y clamando que #BlackLivesMatter. 

ALE: Pienso en una amiga activista negra, que vive en Chicago. No habla español. Le escribo un mensaje para que sepa que estoy, que estamos, desde donde podemos. “Extending a strong hug today to Black & African American communities over the globe. Let us all who have experienced racism in its many ways hold each other tight, as we process, heal, recognize the diversity of our wounds, and take back the oxygen so many insist in stealing from us”. 

BARBI: Ale, por aquí en mi rinconcito riopedrense, quizás más cerca de lo que nos une este espacio virtual en el que nos tropezamos para escribir juntas, me uno a ese abrazo colectivo. ¡Gracias por acompañarme(nos) a sanar!

Exhalamos gotas, como si fueran el sudor de nuestrxs ancestrxs, conjurando fuerza. Derramamos lágrimas, como si fueran los mares que atestiguan su viaje; sal para fortalecer nuestras rebeliones, nuestro cimarronaje. Sabemos que somos miles abrazándonos, y eso a veces se siente como suficiente. Otros días, no. Pero incluso desde la herida abierta, nos sostenemos. Y el poco aire que nos dejan, nos lo racionamos. Porque sí que nos tenemos. Nos tuvimos, y tendremos. 

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