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Yolanda Arroyo Pizarro reta con obra literaria que defiende autonomía de los cuerpos


(Foto de Ana María Abruña Reyes)

A sus cinco años, una niña comenzó a narrar historias a su maestra. Dictaba a Misis Flores mientras dibujaba las imágenes de sus relatos de ficción. Se convirtió en el ritual semanal entre dos aliadas. Esa pequeña escritora hoy es la galardonada novelista, cuentista, ensayista y activista afropuertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro.

“Ella era maravillosa. Misis Flores no solamente fue mi primera publicadora y mi primera editora. Se encargó de que yo tuviera lectores en Kinder. Entonces, con un inicio así, es imposible no quedarse uno atrapado en ese romance con la literatura”, narró Arroyo Pizarro. 

Más adelante en su vida, en tercer grado, comenzó su propio negocio alquilando novelas gráficas escritas en papel de argolla. El costo era 25 centavos, y las historias conmovían a todo el salón de clases. 

“Entonces, empecé a hacer novelas dibujadas, tomaba el papel de argolla, luego lo pintaba y dividía en seis pedazos. Cada pedazo, era una escena. Después, tenía como tres o cuatro páginas, que era lo que hoy se conoce como novela gráfica. Yo alquilaba la novela por una peseta. Entonces, el niño de atrás que quería leer la novela, sentado detrás de mí, me pasaba la peseta y le pasaba la novela. El niño terminaba de leer la novela, se la pasaba al siguiente y traspasaba la peseta hacia adelante. Fueron cosas que fueron tan mágicas que me dirigieron solita al mundo de la escritura”, contó emocionada.

En 1989, ganó el certamen interuniversitario de la Universidad Central de Bayamón. Lo que mucha gente desconoce es que escribió tres cuentos para esta competencia. Los tres bajo seudónimos diferentes porque desconocía que debía ser el mismo para cada historia. Sus obras recibieron el primer, segundo y tercer lugar. “El jurado creyó que eran tres personas distintas”, agregó. 

Esa experiencia le “movió el piso” y le otorgó más seguridad para seguir escribiendo. La escritora recordó que su pasión por la lectura empezó muy temprano, en la casa de sus abuelos con quienes residía en Cataño. No solo escuchaba las historias de su abuela, sino que también leía enciclopedias. 

“Yo vivía en una casa pobre en Cataño. Las enciclopedias se vendían por ejemplares. Llegaba el vendedor de enciclopedias a la casa y te vendía la ‘A’. Entonces, mi abuela sacaba los 20 dólares y pagaba. Y así hasta tenerla completa. Lo que llegaba la enciclopedia. Yo me la leía entera”, compartió, jocosamente, al señalar su hambre por leer. 

Cuando entra a la Universidad de Puerto Rico (UPR), se enamora de escritores latinoamericanos como Julio Cortázar e Isabel Allende. Luego, su carrera ha estado llena de obras que resaltan la autonomía de los cuerpos y las aportaciones de mujeres negras como Ojos de luna, Origami de letras y Las negras.

Sus textos han sido asignados en instituciones educativas como el Instituto Cervantes de Estocolmo, el Black Cultural Center en Purdue University en Indiana, el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, la Universidad de Puerto Rico y la Universidad del Sagrado Corazón.

Desarrolla su conciencia afrofeminista

A pesar de que Arroyo Pizarro considera que siempre escribió sobre negritud, resaltó un momento que cambió su paradigma para el resto de su carrera. Fue la presentación de su libro Historias para morderse los labios, en la Biblioteca Carnegie, en el Viejo San Juan, en el 2009.

La autora acababa de iniciar una relación con una mujer de tez clara y deseaba homenajearla en la portada de su libro con una ilustración de una fémina blanca con una mariposa en la boca. Sin embargo, una pregunta surgió respecto a la portada.  

“En la sección de preguntas, levanta la mano una mujer negra, pequeña de estatura, que había estado muy observadora de toda la actividad. Y dice: ‘¿Por qué si tú eres una mujer visiblemente negra y escribes de negritud, porque yo leo todos tus libros, eliges esta portada?’. La contestación fue: ‘Porque es que a mí me gusta la carne blanca’. Todo el lugar se echó a reír y aplaudieron. Mi pareja se levantó, y nos dimos un beso. Fue como un LGBT statement, en medio de una pregunta que tenía que ver con la negritud”, contó.

Después, Arroyo Pizarro se enteró que era la doctora Marie Ramos Rosado, la primera mujer que dio un curso de negritud en la UPR. “Decidí que tenía que volverme amiga de esa señora. Entonces, empiezo a ir a todas sus actividades y tomar cursos con ella”, describió.

Desde ese momento, todas sus portadas visibilizan la negritud. 

Por otro lado, mencionó que la activista y su actual esposa, Zulma Oliveras Vega, ha significado un empujón de conciencia hacia la militancia, aunque recordó que desde sexto grado ya organizaba pequeñas protestas en su escuela. 

Las negras

Arroyo Pizarro se percató de que no existía ni un solo libro de ficción ni de historicidad sobre mujeres negras durante el periodo esclavista o durante la época de los libertos. El único que existía era el de Ramos Rosado, que fue su tesis de doctorado, y precedente para su curso sobre la mujer negra en la literatura de Puerto Rico.

“De ahí, comencé a estudiar a todas las mujeres negras que fueron utilizadas como personajes por casi cuatro décadas y los papeles subalternos y humillantes que les habían adjudicado. […] Fue a partir de ese momento, que todo cambió porque escribí Las negras (2012). […] Me di la tarea de buscar esas historias escondidas”, señaló la novelista.

Este libro fue galardonado con el premio de literatura PEN Club de Puerto Rico. Las universidades comenzaron a utilizarlo de referente para hablar sobre la negritud fuera y dentro de Puerto Rico. La también educadora desarrolló un plan de diez años para ofrecer cursos sobre literatura afrodescendiente gratuitos a escuelas del país. Ademas, forma parte de la Cátedra de Mujeres Libres que ya ha publicado alrededor de 60 piezas. 

–¿Cómo a través de la literatura has rescatado las aportaciones de nuestras ancestras racializadas y esclavizadas?

El hambre de conocimiento me hicieron llegar a libros de historia como Puerto Rico negro,  Esclavos prófugos, Los cimarrones. Me los leía y me di cuenta que el factor común entre todos ellos era que siempre narraban la historia desde el punto de vista del esclavizado masculino. No había historias de esclavizadas femeninas. Entonces, comencé a leer a Mayra Santos Febres, que también se convirtió en maestra y tomé talleres con ella; a Toni Morrison, que todos sus libros tienen que ver con ancestralidad; y a Esmeralda Santiago, que desde ese trabajar las raíces puertorriqueñas me dio hambre de buscar las mías.  

–¿De qué formas las mujeres negras han y continúan experimentando la violencia contra la autonomía de sus cuerpos racializados?

Eso no tiene una explicación lógica. Todo parte de una delusión colectiva. Ha habido agentes del sistema que se han encaprichado con la idea de que debe haber sujetos inferiores y que, de manera aleatoria o caprichosa, decidieron que les tocaba al grupo de la negritud, y, al grupo de mujeres negras, les tocara lo peor. […]Estamos tan inmersos en un sistema que normaliza esa violencia desde todos los espacios más sutiles hasta los espacios más intelectuales y académicos.

–¿De qué trata Matronas?

Una de las historias que tiene continuación es Matronas. Trata de la historia de “Ndizi”, este personaje que está basado en uno de los archivos que yo conseguí sobre una mujer negra y pirata que contrabandió en los mares de Puerto Rico. La Sociedad de Genealogía ha dado conferencias sobre ella y hay un estudio preliminar sobre esta mujer que llaman María Mota. Ella aprendió a dibujar tan y tan bien que falsificaba los documentos de libertad.

¿Cuál fue la inspiración para el personaje de “Ndizi”?

–“Ndizi” era una eminencia con un cerebro increíble y, lo mejor de todo, es que ya eso lo guardaba como un secreto. De los distintos trabajos que le dan, uno fue traer a los niños al mundo, los niños esclavizados. Decide, que, como sabía diferentes maneras de comunicarse con otras mujeres negras, crear un ejército de comadronas. Y con el uso de las hierbas que existían en la isla, o incluso las que se traían de África, ellas podían envenenar y así hacer que esa mercancía, que a futuro se iba a convertir en el esclavizado del amo, fuera cada vez menor. 

–¿Cómo ves el concepto de la autonomía de los cuerpos?

En estos momentos, es una utopía tristísima pensar en la autonomía de nuestros cuerpos. Yo tuve que entregar hace dos semanas un texto para una antología, precisamente sobre los cuerpos, que se va a publicar aquí en Puerto Rico. Cuento sobre el momento más vulnerable en el que uno está, el parto. […] Estoy viviendo esa euforia que el universo me está permitiendo experimentar. […] Luego, me quitan a mi hija del pecho. El ginecólogo, en aquel momento, le dice a mi entonces esposo: ‘Voy a coser a Yolanda, te la voy a dejar señorita’. Si mi hueco dilatado en ese momento (que se supone que vuelva a la normalidad el mismo porque el cuerpo es maravilloso) está construido para darle placer a un falo, ¿qué autonomía tuve para decidir que yo quería eso?

–¿Qué otras manifestaciones violentas has identificado?

Algo tan sencillo como sentarte con un ginecólogo, sin tener un solo parto, y decirle: ‘Yo quiero que usted me opere’; y que él te diga: ‘No puedo hacerlo porque tú no has tenido hijos’. ¿Qué autonomía tiene mi cuerpo? Le toca entonces cuidarse, porque aunque la mujer es fértil una vez al mes y el macho es fértil 31 días al mes, ¿a quién se le delega cuidarse de no quedar embarazada? […] Han decidido bautizar nuestros órganos con nombres de hombres. ¿Qué autonomía podemos tener si hasta en el nombrar no tenemos ese espacio? No se nos permite.

–¿Cómo a través de la literatura se puede denunciar esa injusticia, esa apropiación, ese machismo, el patriarcado?

Viviendo fuera de la caja. Necesitamos más textos como The Handmaid’s Tale, de Margaret Atwood. Necesitamos más libros que provoquen el tema sobre la autonomía de los cuerpos. […] Si me dices que todo está escrito, tú te estás posicionando desde la blanquitud y desde la supremacía blanca. Se tiene que compartir y no solo con Yolanda Arroyo, sino con todos los aportadores de la negritud a la cultura del país. Se tiene que incomodar.  

Lee más aquí: Ponte ‘ready’ para el Club Todas ‘La autonomía de los cuerpos y el derecho a decidir’

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