Nuevamente, la naturaleza, con nombre de mujer Fiona, nos ha hecho sentir su fuerza. Nos ha dado una lección sobre cuán poco preparados estamos para atender este tipo de situación, no por la magnitud del evento, sino por la ineficiencia de nuestros sistemas. Una vez más, el sector sin fines de lucro y el sector comunitario, como lo ha hecho en pasados eventos, se activa proveyendo ayuda inmediata y su pericia en cuanto a las necesidades de las comunidades, más allá de la carencia de los servicios básicos. En este esfuerzo, destaco el rol de la mujer como estratega, facilitadora, ejecutora y consoladoras.
Cierto es que, en estos momentos, las mujeres son las más desventajadas, y una capa de inequidad en el acceso a servicios y recursos casi inexistentes se añade a sus responsabilidades familiares, especialmente para aquellas que son jefas de familia o cuidadoras de personas adultas. Aún así, vemos como una camada de lideresas se activa para sus comunidades.
He estado viendo a Mariny Vázquez, que, desde el Comedor de Bien Centro Madre Teresa de Calcuta, en Naguabo, ha hecho de todo, desde servir comidas hasta repartirlas en una guagua prestada. Además, ha sido muy efectiva en comunicar lo que está sufriendo su municipio y su comunidad de Cubuy.
También, he seguido de cerca a Julia Nazario, alcaldesa de Loíza, quien empieza temprano y termina muy tarde, caminando por sus comunidades, proveyendo actualización constante sobre su municipio, sus gestiones, sus denuncias y el reconocimiento cuándo se logra un bien.
Y veo a mi querida amiga de infancia, la marieña Carmen Teresa Acevedo, quien se encuentra en San Diego, California, y a través de House of Puerto Rico está movilizando recursos y convirtiéndose en eco de nuestra voz en su comunidad.
Estas son tres mujeres, con distintas plataformas de trabajo y vocalización, que se han activado de manera magistral para trabajar por nuestro archipiélago puertorriqueño.
De otra parte, tenemos a María Fund y sus esfuerzos de recaudación para apoyar la emergencia. En la mesa del anuncio, estaba este grupo de mujerazas, algunas de las cuales tengo el privilegio de conocer y a quiénes respeto profundamente, unidas para utilizar sus distintas plataformas para un fin en común: Puerto Rico.
Y ni mencionar del trabajo que hacen las colegas desde la Fundación de Mujeres en Puerto Rico, las colegas de Vieques (Fideicomiso de Conservación de Vieques) y Culebra (Mujeres de Islas). Y por supuesto, el reconocimiento a TODAS, por brindar este espacio activo de denuncia y reconocimiento al trabajo de las mujeres en nuestras comunidades, y que hoy me permite publicar esta columna.
Cuando atravesamos momentos como estos, se me aprieta el corazón al ver la gran necesidad existente. La ansiedad se apodera de mis pensamientos e impulsa una estámina que, aunque quisiera ignorarla y meterme bajo la sábana, me mueve a continuar trabajando y empujando hasta el límite por lograr la ayuda para mi Puerto Rico. Y entonces, las veo… las leo… Me inspiran y mueven, estas y tantas otras mujeres que están en la lucha diaria de construir un mejor lugar para nuestras familias, nuestras comunidades, nuestro Puerto Rico.
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*La autora es vicepresidenta senior de Fundación Comunitaria de Puerto Rico. Esta columna forma parte de En ruta hacia la equidad, una serie auspiciada por la Fundación Comunitaria de Puerto Rico (FCPR) para destacar las historias de mujeres que aportan al país desde sus respectivas organizaciones sin fines de lucro, apoyadas por la FCPR, como parte de su compromiso con promover la equidad de género, y la Fundación de Mujeres en Puerto Rico.