Ha habido mucha confusión con el uso de los términos correctos para referirse al lenguaje inclusivo. Hay quienes han equiparado los términos “lenguaje neutro”, “lenguaje no sexista”, “lenguaje con perspectiva de género” e, incluso, “lenguaje no binario” para referirse al lenguaje inclusivo. A pesar de que el lenguaje inclusivo ha acaparado mucho más la atención cuando ha cuestionado directamente el binario de género de hombre-mujer, lo cierto es que la modalidad de buscar un español mucho más inclusivo no se reduce a inclusión de otros géneros ni personas sexo-género diversas.
Aclaremos los términos
Antes de entender por qué los términos que están siendo utilizados como sinónimos para el lenguaje inclusivo son imprecisos, requerimos entender qué significan.
Por ejemplo, cuando hablamos sobre “lenguaje no sexista” y “lenguaje con perspectiva de género”, podríamos decir que ambos surgen desde una perspectiva feminista que busca deconstruir el machismo y el sexismo que ha imperado en el español.
El análisis detrás del lenguaje no-sexista y con perspectiva de género es uno que trajo consigo el uso del desdoblamiento – o sea, el nombrar a los hombres y las mujeres en una oración – como método de resistencia ante el español tradicional. Sin embargo, hubo muchas críticas al desdoblamiento, pues aunque “todos y todas” sonaba como una opción mucha más inclusiva, no estaba reconociendo la existencia de personas cuya identidad estuviera fuera del binario de género.
Ante esto surgió el “lenguaje neutro”, el cual, por un lado, absorbió los posicionamientos críticos traídos por quienes promueven el lenguaje no sexista, pero por otro rechazó el desdoblamiento como solución al sexismo. Si bien era cierto que era necesario romper con el masculino en el idioma, la solución no podía ser el uso de ambos géneros binarios. Para esto se trajeron las letras “e”, “i” y “u” como soluciones para poder cambiar las palabras que ya tienen género y convertirlas en género neutro.
Es importante notar que, aunque a veces se utiliza el término “lenguaje no binario” para describir el lenguaje neutro, recomiendo no utilizarlo, pues puede ser confuso e impreciso. Aunque llamarle “lenguaje no-binario” pudiese promover la idea de que el lenguaje que está siendo utilizado es uno que se sale del binario de género, en lo que ha recaído es que las personas piensen erróneamente que dicho lenguaje – y los pronombres utilizados en este – sea un asunto que solo compete a personas no binarias. Esto no puede estar más lejos de la verdad, pues el género neutro le pertenece a todes, lo cual fue la intención desde un principio.
Más allá del género: raza, diversidad funcional y clase
Los cuestionamientos en cuanto a cómo se construyó el español que se nos ha impuesto desde pequeñes no ha sido únicamente desde la perspectiva de género, sino también desde la raza y clase social en conjunto; las comunidades con diversidades funcionales y neurodiversidades, así como cualquier otra interseccionalidad históricamente subordinada en nuestra sociedad. De aquí, han surgido guías de lenguaje antirracista, así como glosarios anticapacitistas orientados a hacer cambios en el idioma que beneficien a las personas negras, empobrecidas y con diversidades funcionales.
Por ejemplo, cuando hablamos de lenguaje racista, nos pueden llegar a la mente frases como “pelo malo”, “se me sale lo de negra”, “humor negro” y otras que utilizan lo negro como negativo, peyorativo o malo. A cambio, se ha ofrecido utilizar palabras y frases que no denoten ningún tipo de prejuicio racial, como “pelo rizo” y “humor pesado”.
Asimismo, también se busca exiliar del idioma palabras y frases consideradas simultáneamente racistas y clasistas o imprecisas, como lo son “cafre”, “pobre” y “de la isla”, para referirse a personas empobrecidas, con un nivel de educación bajo y pertenecientes a pueblos que no están en el área metropolitana de Puerto Rico.
Por otro lado, cuando pensamos en ejemplos sobre capacitismo en el idioma, podemos pensar en palabras como “sordomudo”, “loco” y “ret*rdado”, al igual que frases como “el clima está bipolar”, “¿eres bruto?” y “¿no puedes ver lo que está delante de ti, ¿será que estás ciego?”.
Así como en los ejemplos anteriores, puede haber frases y palabras que contengan una carga xenofóbica, violenta hacia personas sexo-género diversas, edadista, entre otras.
El lenguaje inclusivo y sus interseccionalidades
Habiendo ya entendido que los esfuerzos orientados hacia un lenguaje más sensible no han venido únicamente desde la perspectiva de género, podemos afirmar que llamarle “lenguaje con perspectiva de género”, “lenguaje neutro” o “lenguaje no binario” sería sumamente reduccionista.
Las aportaciones al lenguaje inclusivo no sólo han venido desde las feministas o personas no binarias, sino que también desde personas negras y racializadas, al igual que personas con diversidades funcionales y neurodiversidades.
El mero hecho de que hablemos sobre un lenguaje que es mucho más inclusivo amerita que lo trabajemos desde todas las posibles interseccionalidades. Es necesario observar cómo todos los cambios propuestos al idioma por comunidades históricamente discriminadas ayudan a construir nuevas realidades y a transformar las narrativas negativas a las que se les ha asociado a ciertos cuerpos.
Es por esto que cuando hablemos sobre “lenguaje inclusivo”, siempre debemos recordar que de lo que se está hablando es de una multiplicidad de luchas en favor de un lenguaje más justo. El lenguaje inclusivo es una nueva propuesta hacia la evolución del lenguaje, pues así como la sociedad evoluciona, el lenguaje también evoluciona. El uso de nuevos términos y palabras para describir las realidades de una manera más precisa y sensible debería ser el punto de partida para toda persona que desee desarrollar cambios a través del idioma.
Hace un tiempo, una reportera me dijo que ella prefería llamarle “lenguaje consciente”. Ella, a pesar de no ser muy conocedora en cuanto a asuntos del lenguaje, trajo una manera nueva de ver cómo aplicamos estas nuevas prácticas en el lenguaje. ¿Cómo se vería nuestro lenguaje si fuéramos más conscientes sobre lo que decimos? Quién sabe si, incluso, ya en un futuro no se le llame lenguaje inclusivo, sino simplemente lenguaje.