(Foto de Beatriz Ramírez)
Soy hija de la crisis. Desde que tengo memoria, no solo he conocido la crisis, sino que también la he vivido. Ha sido parte de la rutina que mi isla que fuera gobernada por corruptxs.
En estos días, me viene a la mente una anécdota que siempre me cuentan mis padres. Un día, a mis ocho años, pregunté qué era esa “crisis” de la que tanto hablaban; esa crisis que salía en todas las portadas de los periódicos. Cuando me explicaron, me angustié. Seguí preguntándole a mis padres, por varios días, cuándo se acabaría esta crisis y, desde entonces, comenzó en mí la inquietud de qué podía hacer para ayudar.
Conozco muy bien la crisis, pues me crié con ella. Esto no es nuevo para nosotrxs, lxs jóvenes, y cada día son menos las oportunidades que tenemos para salir adelante en Puerto Rico. Resentimos el país que nos dejaron las generaciones anteriores y las escasas o inexistentes oportunidades de progreso que tenemos. Trabajamos por salarios miserables que no dan para vivir. Vamos a una universidad que cada día es menos accesible. Nos preparamos para entrar en un ambiente laboral violento que no recompensa la preparación que tenemos. Para hacernos profesionales, tenemos que endeudarnos masivamente y ser esclavos de préstamos absurdos. El sistema de salud nos ha fallado y mantiene a muchos en una incertidumbre constante.
Por décadas, hemos vivido bajo un bipartidismo asfixiante y, aunque se alternan los partidos, siempre se ha sentido como un solo cáncer que nos consume. Nosotrxs no estamos en la calle a nombre de ningún partido, ni representando a ningún colectivo, ni siendo adiestradxs por nadie. La única motivación que tenemos sale de adentro y la única dirección que necesitamos es la de nuestros corazones que añoran un mejor país. Estamos hartxs de que se rajen papeletas en nombre del fanatismo, con partidos que nos han fallado cuatrienio tras cuatrienio. Hemos heredado una deuda que no creamos y vivimos cargando un peso que no nos toca. No descansamos por la ansiedad de lo que será o no será nuestro “futuro”.
Somos una generación que no conoce los lujos de tener una buena economía, no vivimos los años de prosperidad y, por esta y tantas razones más, no tenemos nada que perder. Hemos salido a la calle desde antes de que salieran los chats. Hemos salido a la calle porque no nos ha quedado de otra. Muchxs nos han tildado de “pelús revolucionarios”, y nos han intentado invalidar porque somos jóvenes, pero el tiempo nos dio la razón. Todo aquello que denunciamos y advertimos ha sido confirmado a través de esas 889 páginas de Telegram. Es un sentimiento único, ver cómo las calles se llenan de personas y, particularmente, ver cómo se llenan de jóvenes.
Todxs nosotrxs hemos sido advertidos que, si queremos un mejor futuro, lo vamos a tener que conseguir “allá afuera”, pero nosotrxs no queremos irnos, queremos crear un mejor futuro aquí adentro. Hemos vivido las consecuencias de un país indiferente y hoy decimos: “NO MÁS”. Ya no nos haremos de la vista larga, le recordaremos al país lo que es la democracia y cómo se ve en práctica. Recordaremos que el gobierno trabaja para nosotrxs y que debemos exigir que hagan un buen trabajo.
Por mi parte, no me quiero ir de Puerto Rico. Quiero estudiar aquí, quiero vivir aquí, quiero que mis hijxs se críen aquí y aquí, en mi isla, quiero morir. No vamos a permitir que nos sigan expulsando del país; nos toca retomar todo lo que nos han quitado. Nos toca salir a la calle y retomar el país que nos intentaron destruir, recordando siempre que la renuncia del exgobernador Ricardo Rosselló no es el fin de esta lucha, sino el comienzo. Nos queda mucha casa por limpiar y lxs jóvenes de este país andan con escoba y recogedor en mano. En las calles, en las urnas, en la universidad, en las casas o en las redes, seguiremos haciendo patria y exigiremos un mejor Puerto Rico para todxs.